Miradas positivas: Que no te tiren para abajo

Miradas positivas: Que no te tiren para abajo

Por Marcelo Barrionuevo - sacerdote católico.

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29 Diciembre 2021

Durante los dos últimos años nos encontramos ante una realidad diferente, que marca un nuevo estilo, una manera de mirar, visualizar, experimentar y decidir el comportamiento en cada ser humano, muy distinta a la de dos años atrás.   Las franjas etarias han vivido estas experiencias de modos diversos y cada una de ellas puede contar su historia. La gravitación de la incertidumbre ha puesto en crisis el concepto de lo previsible en el futuro y rompió la idea de proyecto a realizar. La  conclusión es que se pierde el sentido de la existencia y entonces la consecuencia es que hay que vivir el día, sólo el día existencial y nada más... La dimensión espiritual de fe también vivió su crisis. Y la sigue viviendo.

Todo lo expuesto nos permite  reflexionar: ¿estamos ante un cambio de paradigma? A este concepto se lo expresa asiduamente. Ahora bien, un paradigma es un eje fundante sobre el cual se forjan la cultura y la civilización. Esto nos lleva a inferir que el mundo globalizado, especialmente en Occidente, puede estar germinando  una nueva realidad, una nueva forma de vida. Por eso es importante observar, sin caer en un diagnóstico pesimista, tres notas distintivas:

- El primer rasgo es el antropocentrismo exacerbado que cae en un individualismo pandémico, aparentemente sin cura, y agravado por la tecnología y el acceso inmediato a la información que hace al otro, al prójimo, distante e  innecesario. En consecuencia, el individualismo pandémico o la pandemia del individualismo ha comenzado ser tan contagiosa que no sabemos de medicamentos para contrarrestarla.

- Otra nota distintiva es la gran tentación de la desesperanza: el pesimismo existencial no debe tomar nuestra vida. Las cosas no están bien, pero la humanidad es experta en su misma humanidad y saldrá adelante. Hay horizontes de esperanzas que no podemos perder y ellos han de ser nuestro motor de arranque hacia adelante. Caer en la desesperanza es anular el proyecto de subsistencia de la propia existencia. La realidad humana no puede reducirse a una pura experiencia biológica de un virus, la vida es muy rica de belleza y verdad como para reducirla a una realidad sólo viral, de aislamiento y soledad.

- La tercera nota es muy grave y está marcando un estilo de vida y de relaciones. Se trata del determinismo que se expresa en todos los ámbitos, el biológico,  por la situación de pandemia, es el más relevante. Esto condiciona al hombre, le niega su libertad  y lo que es peor: le quita toda esperanza, aún la de la fe.

Por eso y,  a modo de conclusión,  no olvidemos que la esperanza vence al miedo. Dejarnos invadir por el miedo es caer en una trampa porque paraliza y quita al hombre su proyecto futuro, que siempre involucra a su espíritu. Estamos en la vida para abrir horizontes de trascendencia. La fe que tenemos los creyentes nos anima a mirar la vida en libertad, sin condicionamientos y con certezas.

La realidad es dura, hay sin dudas un nuevo modo de vivir en nuestra dimensión temporal. Hoy podemos tener condicionamientos e incertidumbres, pero como creyentes no debemos olvidarnos de nuestro espíritu y trascendencia: “somos ciudadanos de este mundo, pero nuestro destino no es el mundo”. Vamos hacia la eternidad, por eso, ante el agobio, repitamos con fuerza: “la esperanza vence al miedo”.

Siempre surgen en el corazón del hombre las preguntas: ¿qué debemos hacer? ¿Qué podemos hacer? Somos de tendencia pragmática y de buscar soluciones cortoplacistas. Frente a la tentación del hacer hay que volver a reconcentrarse en el Ser. Cuando uno logra tener algunos momentos de silencio hay que preguntarse cómo estuvo el año, como anduvo mi servicio, de qué manera contribuí a la unidad familiar, como desarrollé la responsabilidad en mi trabajo, y si soy creyente, cómo anduve con Dios. Es tiempo de interioridad para saber manejar bien la exterioridad.

Se termina el año, celebramos Navidad y Año Nuevo. Comienza el 2022. El pasado se lo dejamos al Señor, el presente lo asumamos con responsabilidad, el futuro a la Providencia de Dios, y en medio de todo siempre Caridad, que es la fuente de paz y serenidad.

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