Las preocupantes marcas que está mostrando la Generación Covid

Las preocupantes marcas que está mostrando la Generación Covid

Es necesario trabajar con los chicos para paliar potenciales trastornos en el crecimiento.

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Algunos no quieren salir a jugar; tienen miedo. Están los que pasan el día pegados a las pantallas. Hay niños que dejaron de leer y escribir. Otros que no pueden concentrarse y perdieron el hábito de estudio. También están los chicos que se sienten tristes, ansiosos e irritables.

La llaman la Generación Covid. Son los hijos de una crisis sin precedentes, que les dejará una marca muy importante en su vida. ¿Cuáles son los rasgos comunes que están detectándose en los chicos a dos años del inicio de la pandemia?

Entre los muchos impactos, uno de los más preocupantes es el aumento de la vulnerabilidad de los niños y niñas en la primera infancia, señaló Unicef. Ha sido uno de los grupos de la población más afectado a causa de la drástica reducción en el acceso a los servicios de atención y educación inicial, nutrición, vacunación y seguridad social. En el informe “Estado Mundial de la Infancia 2021” se advirtió que los efectos de la pandemia sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes podrían prolongarse durante muchos años.

Además de lo emocional, los pediatras están preocupados por las huellas en la salud física de los chicos, que hoy son más sedentarios y tienen mayor sobrepeso. Han disminuido drásticamente los controles y, como consecuencia, se detectan más casos de trastornos en el crecimiento.

Síntomas detectables

Como todo hecho traumático en la infancia, la crisis les dejará sus huellas, coinciden los especialistas. Las consecuencias ya se ven en los consultorios. “Uno de los rasgos más comunes que presentan los niños como consecuencia de la pandemia es la ansiedad: están exaltados y pierden la paciencia fácilmente; también vemos muy baja tolerancia a la frustración y angustias”, relata Cecilia López, psicóloga especialista en niños.

La psicóloga Natalia Gronda remarca que la irrupción de la pandemia produjo una ruptura de la cotidianeidad y la caída de la previsión de futuro, que exigió y exige aún un enorme esfuerzo adaptativo y que develó numerosas situaciones de desamparo y vulnerabilidad en nuestras infancias y adolescencias.

“Hemos recibido numerosas consultas de familias de niñas y niños, que manifiestan cierta sintomatología, pero que no necesariamente debe encasillarse en una categoría psicopatológica o trastorno de salud mental, sino que podemos considerar como sufrimientos, padecimientos, diferentes formas de reaccionar frente a lo atípico de lo vivido”, aclara.

De acuerdo con su experiencia, algunos niños se angustian más fácilmente, lloran, se enojan o hacen más berrinches que antes, pueden estar irritables, su estado de ánimo o sentimientos cambian de repente; algunos incluso manifestaban cambios o trastornos en la alimentación y el sueño. En el caso de los adolescentes también se notaron altibajos emocionales: enojo, irritabilidad, mayor sensibilidad y reactividad; o desgano, resignación, angustia, sentimientos de tristeza y soledad, enumera.

El rol de los adultos

Pero no todos la pasaron igual, sostiene la especialista. La mediación de la mamá, el papá o el adulto a cargo ha marcado una diferencia, resalta. Coincide con ella la psicopedagoga Natalia Jiménez Terán: “todo lo que pueda haber dejado la pandemia en los niños dependió del acompañamiento que pudieron tener de sus papás, de la contención a la hora de explicarles y brindarles seguridad, del apoyo en las tareas o en tratar de mantener los hábitos”.

“La pandemia marcó mucho más la situación de desigualdad en el sistema educativo: muchos chicos no tuvieron acceso a internet  y quedaron desvinculados del aprendizaje. Pero no fue lo único: también la crisis llevó a un  abuso en el uso de las pantallas por parte de una gran cantidad de niños”, describe la experta.

Desde el punto de vista pedagógico, después de un 2020 sin clases presenciales y un 2021 bastante irregular, el gran desafío será el año que comienza, sostiene Jiménez Terán. El reto es por todas las huellas que dejó la pandemia, que aún no terminó. Este panorama complejo y heterogéneo incluye chicos que aún no pueden recuperar el hábito de estudio o no pudieron aprender el proceso de lectoescritura. Hay más: están los niños que sufren ansiedad, irritabilidad, inestabilidad emocional, los que no logran concentrarse en el aula, los que sufren depresión o adicción a las pantallas. Y otras grandes problemáticas que los atraviesan: aumentó la pobreza (seis de cada 10 chicos son pobres), los casos de bullying y de acoso sexual.

Escuchar y contener

“El desafío es enorme. Los chicos han perdido tiempo en cuanto a la adquisición de contenidos. Pero eso es sólo una parte. Debemos replantearnos qué les queremos enseñar; la educación tiene que tener en cuenta el contexto y adaptarse, dejar de ser tan repetitiva. Además de nivelar pedagógicamente a los alumnos, es necesario contener todas las cosas que se han estado viendo este año. La escuela no puede ser solo una caja de contenidos”, apunta.

Por otro lado, según la psicopedagoga, el sistema educativo debe superar los inconvenientes que saltaron a la vista en la pandemia: la tecnología debe convertirse en algo esencial en las aulas y, en ese sentido, urge achicar la brecha digital. “Es necesaria una transformación: hoy tenemos chicos que se aburren mucho en la escuela y eso debe cambiar”, plantea.

Estos son sólo algunos de los retos -tanto para padres, docentes, funcionarios, etcétera- de la llamada Generación Covid.  Otros son los cuadros psicofísicos y emocionales que están observando los profesionales, y que aparecen a edades muy tempranas. Apoyarlos para que ellos se puedan expresar, buscar ayuda si es necesario, escucharlos sin juzgar y contenerlos debería convertirse en un ejercicio constante, dicen las expertas. Eso en vez de hablar de la generación perdida, o de la que cargará con las marcas de la pandemia para siempre.

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