Corre UCR, corre ...
Corre UCR, corre ...

“La Unión Cívica Radical se extinguirá sólo cuando hayan desaparecido las causas que determinaron su existencia, se consideren las mismas logradas y no haya ningún ciudadano que quiera seguir sosteniendo su vigencia”. Artículo 48 de la Carta Orgánica Nacional de la UCR

“El radicalismo olfatea el poder y corre para el otro lado”. Andrés Malamud

“Con pasos firmes radicales, adelante han de marchar, porque el pueblo pide a gritos, un gran triunfo radical”. Estrofa de una remozada marcha radical

Ni extinguida -y con 130 años de historia a cuestas sus afiliados y principales espadas no querrán seguir siendo la sombra deslucida de un partido juvenil como el PRO-, ni corriendo irónicamente lejos del poder -tal vez sea lo más novedoso de la hora-, pero sí apuntando al corazón de la última estrofa de aquella canción. La UCR parece desperezarse de una larga siesta, de casi 20 años, y pretende sacarle el polvo a la sigla centenaria para recuperar un poco el orgullo y la mística perdida.

Es que los correligionarios están movilizados, entusiasmados y optimistas como consecuencia de los últimos resultados electorales. Una puerta se le abrió al radicalismo y le permite soñar con recuperar al antiguo partido político que polarizaba elecciones con el peronismo, que le peleaba de igual a igual y que le supo ganar dos elecciones en la democracia recuperada. Hay nervio radical; se percibe.

La curiosa ruptura de Martín Lousteau va en esa línea, aunque se ataque y defenestre su acción diciendo que jaquea a Juntos por el Cambio. Claro, es llamativo lo que hizo el senador nacional: rompe el bloque radical en Diputados armando un grupo de 12 parlamentarios, pero se mantiene en el bloque de la UCR en la Cámara Alta. Movimiento político que hace ruido, extraño, por no decir incomprensible. Sin embargo, cabe analizarlo desde la perspectiva de la necesidad del radicalismo de reposicionarse con miras a 2023 y de competir por la conducción de JxC a los amarillos del PRO; de no ser socios minoritarios de la coalición electoral, sino socios mayoritarios hasta el punto de encabezar una verdadera coalición de gobierno: una instancia superadora a una coalición electoral que, por muchas causas, terminó fracasando en 2019.

La movida de Lousteau muestra que algunos creen que llegó el tiempo de los seguidores de Leandro Alem: el de la UCR poniendo al próximo presidente para poder dejar atrás la imagen de gestiones radicales fracasadas por el sólo hecho de no haber podido concluir sus mandatos. Porque si bien el ex ministro de Economía de Cristina pateó el tablero al impulsar el bloque radical Evolución -aunque permaneciendo en el interbloque Juntos por el Cambio-, los que reaccionaron con disgusto fueron más que nada los macristas, larretistas y bullrichistas -unos con menos disimulo que otros-, porque advirtieron que la hegemonía amarilla en el espacio peligra por las ambiciones radicales asentadas en triunfos en más de una docena de provincias.

La mano viene en serio con los radicales esta vez, pueden advertir y pensar con cierto resquemor. La inmediata foto de familia unida de la dirigencia del PRO fue la reacción por ese miedo, no para mostrar centralmente a la sociedad que ellos están unidos y contraponerla a la imagen de sus socios radicales enfrentados que hacen peligrar a Juntos por el Cambio -de hecho fue el discurso esgrimido por las principales lanzas y operadores macristas, hasta centralistas se podría decir-; algo así como poner de relieve que son los buenos de la película, los que interpretan lo que quiere el pueblo que los votó; cuando en realidad son los prolijos de siempre, como supo llamarlos Graciela Camaño. Claro, en otro tono.

La prolijidad, la unidad, la hegemonía contra ese internismo radical muy propio de los peronistas, se podría decir con ironía. Entonces, ¿temor a que los correligionarios se estén multiplicando? Es incipiente, pero aquella foto y una frase permiten ir en esa dirección. “Radicales, no jodan más, júntense”, dijo una indignada Patricia Bullrich sobre estos atrevidos correligionarios que se pelean pero en su propia interna. Discuten en la UCR, estertores en el PRO.

A más de un simpatizante alfonsinista, balbinista, dellarruista, yrigoyenista, le debe haber caído como una trompada al hígado la actitud soberbia de la ex ministra de Seguridad al tratarlos como irresponsables políticos. Justo ella, un volantín de la política; deslizó un ex legislador radical. Tranquilamente se puede interpretar que la expresión enfática de la presidenta del PRO nace de vislumbrar que la UCR no será el furgón de cola al que la sometieron con Macri desde la convención de Gualeguaychú. Como reflexiona un dirigente de la Catamarca al 800: fuimos socios electorales, sin invitación a gobernar.

Horacio Rodríguez Larreta y Bullrich tienen motivos para inquietarse, sus principales socios perdieron la condición política de dóciles, se están despabilando, y son los que tienen la mayor representación territorial opositora en el país, más estructura armada que el mismo PRO, ya que el macrismo en algunas provincias es una fuerza absolutamente minoritaria.

De hecho en su carta orgánica la UCR se presenta como un partido federal con presencia en todo el país. Participativo y abierto. Con debate interno y acción pública. Hoy contamos con tres gobernadores, más de 400 intendentes en todo el país, 62 legisladores nacionales, más de 200 legisladores provinciales y cientos de concejales.

¿Un partido federal versus un partido centralista? ¿Es lo que cabe esperar de un enfrentamiento por la candidatura presidencial entre radicales y macristas? ¿Gerardo Morales contra Rodríguez Larreta? O contra Patricia Bullrich, la vocera de Macri, la que expresa mejor al ex presidente desde la grieta. Detrás de la definición de las candidaturas presidenciales para 2023, lo que se estará resolviendo en ambos espacios a la vez, UCR y PRO, será el liderazgo: quiénes emergerán como los futuros conductores de cada estructura. Y quién se impone al otro en una interna abierta.

Es lo que realmente se pondrá en juego, incluso en el Gobierno nacional; el oficialismo también deberá atravesar por la misma experiencia interna a partir de la debacle electoral de noviembre, similar, paralela: qué espacio interno sale fortalecido y quién lo guiará de cara a los comicios de dentro de dos años.

La UCR seguirá resolviendo su propia interna el 17 de diciembre, cuando se renueve la conducción del comité nacional, hoy encabezado por el mendocino Alfredo Cornejo. La disputa (que según algunas lenguas casi llega a las manos) entre Morales y Lousteau se reeditará ese día. Aunque ya hay episodios políticos que indican que el senador llega en inferioridad de condiciones frente al gobernador jujeño. Por ejemplo, que su grupo Evolución haya perdido la conducción del comité de la Juventud Radical. O que no haya logrado que más de una docena de diputados lo sigan en la Cámara Baja. O que le hayan quitado la vicepresidencia del Senado revela que entra con el pie izquierdo al plenario. Llega debilitado políticamente, muy golpeado.

Morales tiene bastante apoyo, en Tucumán. Por ejemplo, cuenta con el respaldo de José Cano, quien será una pieza clave en la campaña de instalación como presidente del jujeño. El legislador Raúl Albarracín y el ex legislador Fernando Valdez suelen visitarlo. Lousteau tiene referentes en la provincia, como la ex diputada María Teresita Villavicencio, algunos integrantes de La Pisarello y de la Franja Morada.

Lo más probable cuando se integre el comité nacional de la UCR -según comentan avezados referente radicales tucumanos- es que haya una lista de consenso, que finalmente los dos grupos queden integrados en la mesa y terminen uniéndose, “dejándose de joder”, como bramó Bullrich. Suele haber consenso en esta instancia, ni se llega a una votación; se comenta desde la carpa radical.

Si sucede será “la foto” de unidad del radicalismo que compondrá en contraposición a la prolija imagen de unidad de los muchachos del PRO. Claro, habrá que ver si no hay rupturas, ya que si sucede será la comidilla de los opositores internos para señalarlos como los agrietados que no fortalecen a JxC. ¿Jugando para el enemigo? Ahora bien, si se ordenan y organizan y, como sugiere un veterano correligionario, en unos cuantos días o a comienzos del año venidero el radicalismo sale a instalar a Morales para presidente, a Manes para gobernador de Buenos Aires, a Carolina Losada en Santa Fe, a Cornejo en Mendoza y a Lousteau en la CABA; puede provocar un cimbronazo político que pondría al partido en la primera línea de la consideración nacional. El partido se acomoda mejor, como sintetizó ingeniosamente con doble intención un interlocutor de la UCR. En el radicalismo se puede soñar, más aún desde el 14 de noviembre.

¿Qué puede pasar con la UCR tucumana en ese marco? Porque la interna para normalizar el distrito correrá en paralelo con los reacomodamientos nacionales en Juntos por el Cambio -en los dos grupos mayoritarios- y con todos los intereses externos tratando de influir en ese trámite partidario local. En la provincia los radicales están distribuidos en varios sectores: con los intendentes Campero y Sánchez, con los ex congresistas Cano y Silvia Elías de Pérez y con el intendente capitalino, Germán Alfaro. El jefe municipal de Concepción se incorporó al bloque radical que preside el cordobés Negri, Cano se jugará por entero con Morales, y Alfaro ya se definió por Rodríguez Larreta en la futura disputa interna de la coalición.

Todas estas circunstancias, de alguna manera, influirán o serán elementos que pesarán en el proceso de normalización de la UCR. La interna para elegir las autoridades del partido podría convocarse para abril. Cuatro meses que serán a pura política.

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