Luis de la Fuente: “la clave del éxito es ser humilde y seguir estudiando"

Luis de la Fuente: “la clave del éxito es ser humilde y seguir estudiando"

El cardiólogo fue nominado al premio Nobel por la Universidad de la Rioja, de donde es oriundo. Pero él estudió en la UNT y se considera un tucumano más. Creador de algunas de las técnicas más revolucionarias de su especialidad, rechaza honores e insiste en que hay que mantener la humildad.

Luis de la Fuente. Luis de la Fuente.

Atiende el teléfono y lo primero que dice es “jamás me hubiera perdonado no hablar con un tucumano”. Es que a pesar de haber nacido en La Rioja y pasar una enorme parte de su vida entre Buenos Aires, Estados Unidos y Europa, Luis de la Fuente se considera a si mismo un tucumano de pura cepa. “Quedé enamorado de esa provincia”, dice. Y demuestra una memoria envidiable cuando recuerda detalles y acontecimientos sucedidos hace 70 años. Hoy, con 89, se mantiene tan activo como siempre. Sigue ejerciendo y además es docente e investigador. No bastaría una hoja entera del diario para enumerar sus logros, premios y reconocimientos. Bastará decir entonces que es uno de los médicos más prestigiosos de Argentina, cardiólogo, piedra basal de técnicas como la angioplastia y el stent, amigo dilecto de René Favaloro, médico de cabecera de ex presidentes argentinos. Y además, hoy, el hombre al que desde la Universidad de La Rioja impulsan para el Nobel de Medicina. Una eminencia. Y cuando se dice eminencia no sólo se habla de su sabiduría sino, sobre todo, de su humildad. “Aquí el que se la cree, pierde”, dice con tonada riojana a pesar de sus años por el mundo. Bastó un mensaje para que accediera a hablar con LA GACETA. Lo hizo durante 52 minutos sin perder nunca la amabilidad ni el humor. Este es el diálogo:

¿Cómo llegó a Tucumán? ¿Qué recuerda de esa época?

- Yo me recibí en el secundario en La Rioja a los 17 años, y rendí para entrar en el Colegio Militar. Pero cuando me dijeron que me tenía que tender la cama todos los días dije ‘esto no es para mi’ (se ríe). Así que pedí salir. Fue un escándalo. Estaba en el cuadro de honor. No me querían dar los documentos, pero yo ya estaba decidido. Quería ir a Tucumán, donde vivía una tía mía, a estudiar medicina en Tucumán. Era 1951 y la carrera recién se había creado. Estuve tres años allí estudiando. Hice grandes amigos, los mejores años de mi vida los pasé en Tucumán. Y de ahí pasé a Buenos Aires. Perón, que era el presidente, quería unificar los años de la carrera. En Tucumán eran siete. Y en la UBA, en Rosario y en La Plata eran seis. Así que me fui y me recibí. De ahí me fui a Estados Unidos y ahí comenzó mi carrera. Nos hicimos amigos con Favaloro y después volvimos. Y de ahí lo que ya se conoce, el by pass, las intervenciones cardíacas y todo lo otro. En Tucumán tuve muy buenos profesores, hice enormes amigos. Había un compañerismo muy grande. Cuando llegué a Buenos Aires tenía el mismo nivel que los alumnos de allá. Tucumán no tenía nada que envidiarle a la UBA ni a ninguna otra universidad. Pero la bondad de la gente de Tucumán, la alegría de estar con mis amigos era única. Cuando llegué a Buenos Aires había otros estudiantes tucumanos. Nos recibimos juntos y a los pocos meses me fui a Estados Unidos a comenzar mi trabajo.

Imagino entonces que esos años en la provincia lo marcaron profundamente.

- Mucho. Vivía en calle Rivadavia 567, en la casa de una tía por parte de padre que era presidenta del Cottolengo en Tucumán. Al principio en mi familia había resistencia a que yo estudiara medicina. Todos eran abogados, jueces, magistrados. Y yo era el ave negra (sic) de la familia. No era fácil venir de otra provincia a Tucumán. Pero me acogieron con tanto cariño… Para mí era como estar en mi verdadera casa. Cuando Perón quiere unificar los años de estudio mi papá me mando a Buenos Aires, a un departamento en Caballito. Yo me sentía tan solo… Era otra vida totalmente distinta. Cuando tenía vacaciones me volvía a Tucumán, a lo de mi tía. Me considero tucumano. La cantidad de amigos que dejé es impresionante. Tuve el honor de ir de visita con Favaloro. Nos dieron una distinción. Me hicieron ciudadano ilustre. Me declararon Doctor Honoris Causa, con todos mis compañeros sentados en la primera fila. Me sentí otra vez en casa. No hay dudas, es mi segunda casa.

¿Cómo vivió todo lo que no pasa desde el año pasado, con la pandemia?

- Para la medicina fue un freno al principio. Estábamos todos adentro de la casa. Fue un año y pico muy largo. Ahora nos estamos reconstituyendo. Pero fue muy bravo el trabajo en clínicas, sanatorios y hospitales, donde no había lugar para los enfermos. Yo estoy encargado de Cardiología del Instituto de Diagnóstico y de la clínica Suiza Argentina. Y no había lugar para poner pacientes. Estaba todo lleno por el virus. Para nosotros era muy complicado por la especialidad que tenemos. Uno no le puede decir a un paciente que tiene un infarto ‘vuelva más tarde porque no hay lugar’. Los que tenían problemas de corazón necesitaban hacerse chequeos, y no podían venir. Fue realmente un tiempo muy malo. Por suerte, aparentemente, estamos saliendo de a poco.

¿Cómo conoció a Favaloro?

- Era noviembre de 1965. Los dos vivíamos en Estados Unidos pero nunca nos habíamos visto. Y me llaman de Argentina para dar una conferencia en un congreso de Cardiología. En la mesa estaba yo y otros tres médicos que era cirujanos. Y en medio de la charla veo a un señor alto, sentado en primera fila, que levantaba la mano para hablar y los que estaban conmigo no le daban importancia. Pero era tan insistente que al final pedí que lo dejaran hablar. Se levantó, todo así, grandote, y con esa voz dijo ‘estoy completamente de acuerdo con lo que dice el doctor De la Fuente’. Yo no entendía nada. Él era cirujano, y los que estaban conmigo eran cirujanos. y él me daba la razón. Les pregunté quién era y me dijeron ‘Favaloro’. Él se había graduado en La Plata, después se fue 11 años al campo, y después a Estados Unidos. En ese mismo congreso después me vino a buscar. Y ahí me empezó a querer convencer de volver a Argentina. Él era desconocido aquí. Y ese día nos juramentamos que íbamos a volver. Un año y medio después él hace el by pass. Yo tenía en ese momento 30 años y me acababan de dar el cargo de subjefe del Servicio de Cardiología en Portland, donde yo estaba trabajando. Ahí dejé de correr la liebre. Aprendí a atender gente importante.

Aquí vale la pena dar algunos datos sobre De la Fuente, que él no cuenta seguramente por humildad. Mientras el prestigio de Favaloro crecía a nivel mundial, el de él crecía a un ritmo similar. Al tiempo que Favaloro desarrollaba en Cleveland el by pass, De La Fuente, en Portland, trabajaba en la dilatación de las obstrucciones arteriales con catéteres. Ahí se inventó la angioplastia en miembros inferiores. Y luego el stent (“recibe ese nombre por el apellido del dentista de la Reina Victoria, que hizo avances asombrosos en su área”, explica el entrevistado) . Y luego del stent, el stent con medicamentos. En todos estos logros, De la Fuente estuvo entre los principales investigadores. Volvamos a sus palabras.

¿Y cómo surgió la idea de trabajar juntos? ¿Cómo volvieron a la Argentina?

- Es que cuando al siciliano este se le ponía algo en la cabeza no había nadie que se lo sacara. En el 70 estábamos en un congreso mundial de cardiología, que se hacía en Londres. A él lo hacían operar un paciente con decenas de personas viéndolo. Y después de eso dijimos, ‘tenemos que volver’. Y volvimos. Pasamos 22 años juntos, desde las 6 hasta las 11 de la noche todos los días. Peleábamos mucho. Pero nuestra principal preocupación eran los pobres, los que no tenían dinero, los que no podían pagar una intervención. Jamás le cobramos un peso. Favaloro no quería poner su nombre a la Fundación. Y yo lo convencí. Él era una estrella mundial y creí que así íbamos a conseguir fondos. Me equivoqué. Nadie nos ayudó, excepto un paciente que puso plata. Comenzamos en el Sanatorio Güemes, armamos tres salas. Yo veía a los pacientes y se los pasaba a Favaloro. Le dimos prioridad al interior, porque yo era del interior. La gente del interior no tenía a nadie en Buenos Aires. Queríamos ayudarlos. Nos encantaba ayudar. La muerte de René fue muy dura para mí. Todavía no lo creo. Peleábamos. El se enojó porque yo lo apoyé con lo de la Fundación, pero no quise ser parte. Era calentón. Él me llamaba todos los días para mi cumpleaños. Yo cumplo el 29 de julio. Ese día (del año 2.000) me llamaron por teléfono. Yo estaba en Stanford. Y me dicen ‘Se mató Favaloro’. Yo había creído que era él para desearme feliz cumpleaños. Se mató el mismo día de mi cumpleaños.

¿Qué les dice hoy a quienes quieren comenzar a estudiar medicina?

- Lo primero que les diría es que es una hermosa carrera, pero tienen que estudiar. Mucho. Y lo segundo, es que todo se puede. Yo vengo de la nada, con una familia de abogados. Pero hay que hacerse preguntas. Hay que ser curioso, estudiar, estudiar y estudiar. Después, todo se puede hacer

¿Cómo tomó que lo hicieran una presentación para nominarlo al Nobel?

- Para mi fue una sorpresa total. No lo merezco, hay mucha gente que hace cosas mucho más importantes. Me considero un trabajador. No me gustan estas cosas. No creo estar a la altura de tantos investigadores que hay ahora. Yo todos los días les digo a los alumnos que no se la crean. La vida es dura y hay que estudiar hasta el último día. Es lo que yo hago. Sigo estudiando. Es lo único que sé hacer, es mi vida. No hay nada más lindo que formar a la gente. Necesitamos tener buenos médicos. Yo todo lo que logré fue con el estudio. Lo que hicimos con el grandote Favaloro fue después de estudiar, seguir estudiando y trabajar, trabajar mucho. No hay otros secretos. Hay que ser humilde. Aprender todo el tiempo. Desconfiar del que dice que sabe todo.

Ya le he sacado mucho tiempo, le agradezco enormemente.

- ¿Me permite que yo le haga una pregunta a usted?

Por supuesto

- ¿De qué equipo de fútbol es usted allá?

De San Martín

- Ya me parecía. Yo también. Soy de San Martín. Me encanta el fútbol de Tucumán. Mucha pasión. Por su intermedio le mando un abrazo enorme a todos los tucumanos. Me siento uno más de ellos. Yo maduré en Tucumán. Nunca me voy a olvidar de esa provincia.

Y cortó. Luis de la Fuente, el hombre que puede llegar a ser premio Nobel. Pero que no se la cree.

Biografía

Nació el 29 de julio de 1.932 en La Rioja. Está casado y tiene dos hijos.

En octubre de 1958 ―terminó la carrera de Medicina y se recibió de médico en la Facultad de Medicina de la UBA.

Tiene cuatro títulos Honoris Causa, uno de ellos otorgado por la UNT.

En 1970 implementó el cateterismo coronario diagnóstico a nivel mundial en el infarto agudo de miocardio.

Codescubrió la angioplastia con los stents coronarios con y sin medicamentos.

Cofundador de la Fundación Favaloro.

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