Aprendamos a festejar sin ensuciar espacios públicos

Aprendamos a festejar sin ensuciar espacios públicos

02 Diciembre 2021

La graduación universitaria es un momento trascendental en la vida de cualquier estudiante. Se trata de la culminación de una etapa que suele demandar mucho tiempo, esfuerzo y sacrificio. Por lo tanto, es una ocasión que amerita ser celebrada. Sin embargo, el derecho a festejar -como cualquier otro derecho- no es absoluto. Está limitado por los derechos de los demás. Y uno de esos derechos es a la limpieza de los espacios públicos.

El tema no es nuevo: las “recibidas” vienen siendo tema de debate desde hace bastante tiempo, sin que se haya encontrado una solución. El ritual de arrojarle huevos, harina y otros productos orgánicos a los estudiantes que se reciben suele dejar como huella veredas y espacios verdes repletos de desperdicios, que con el paso de las horas -sobre todo en épocas de calor y humedad como esta- comienzan a desprender un olor difícil de soportar.

Por ese motivo, varias universidades solicitaron a sus alumnos no llevar a cabo ese tipo de prácticas en sus instalaciones. Los festejos se trasladaron entonces a otros espacios, como parques o plazas. Si bien no existe una legislación específica para estos casos, sí pueden encuadrarse en los supuestos previstos en leyes y ordenanzas de higiene pública. A los fines prácticos, no hay diferencia entre quien ensucia una plaza en ocasión de un festejo de graduación y entre quien arroja en ella una bolsa de basura.

“Más que por una cuestión legal, pasa por una cuestión de consciencia y respeto. Los espacios públicos son de todos y no se los debe ensuciar. Y no me refiero solo a la gente que se recibe, sino a todo aquel que utiliza un espacio público”, indicó Jorge Pérez Musacchia, director de Higiene Urbana de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán, sección que se encarga del mantenimiento de las plazas y parques de la capital.

El problema no es exclusivo de Tucumán. Celebraciones de este tipo son comunes en establecimientos universitarios de todo el país. En algunos se resolvió prohibirlos de manera tajante, mientras que en otros se optó por medidas alternativas. Por caso, habilitar un espacio destinado específicamente a alojar los festejos de graduación, denominado “festejódromo”, que puede estar dentro de la propia Facultad o facilitado en otro lugar por el propio Estado, interesado en evitar que se siga ensuciando la vía pública.

Otra propuesta fue la que se implementó en la Universidad de La Plata con el lema “Festejos responsables”: entregar un kit de cotillón (espumas, serpentinas y polvos de colores biodegradables y fácilmente lavables) a cambio de huevos, harina y otros alimentos, que luego son donados al Banco de Alimentos de la ciudad. Esta iniciativa apunta a solucionar otro de los problemas que traen aparejados estos festejos: el desperdicio de comida. Según estimaciones del Banco Alimentario de La Plata, en cada recibida se derrochan en promedio cuatro kilos de comida, equivalente a 12 platos.

Otro problema que va de la mano con este es que las caravanas de autos que acompañan estos festejos a los bocinazos suelen rondar el microcentro en horas pico, contribuyendo al embotellamiento.

Insistimos en que no se trata de condenar los festejos de graduación. Al contrario, ojalá que las universidades de Tucumán sigan desarrollando cada vez más profesionales en todas las áreas, y que estos puedan celebrar la culminación de su etapa académica, porque se lo merecen. Simplemente instamos a que se lo haga de la manera más limpia, consciente y respetuosa posible.

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