El Mercado del Norte, un lugar que extrañamos

El edificio acompaña a los tucumanos desde más de un siglo y permanece cerrado desde marzo.

INSPECCIÓN. Lázaro Barbieri (traje) controlaba el estado sanitario del puesto INSPECCIÓN. Lázaro Barbieri (traje) controlaba el estado sanitario del puesto

Hablar del Mercado del Norte es hablar de una estructura edilicia y económica clave del centro tucumano desde hace más de un siglo. Una estructura que muchos tucumanos recorrían a diario para hacer sus compras hasta aquel fatídico 5 de marzo de 2021. En la medianoche, hubo desprendimientos de material de dos columnas que están ubicadas sobre la calle Mendoza. A partir de allí, el edificio fue cerrado preventivamente y las autoridades municipales solicitaron un informe técnico para saber el estado real de parte de la estructura del mercado. El edificio, que brindó servicio por más de ocho décadas, permanece cerrado y sin visos de solución ni de reapertura. Las autoridades sigue sin definir qué harán con esa emblemática esquina de la capital tucumana.

“Se están haciendo gestiones para conseguir la inversión necesaria. Ya presentamos un proyecto a Nación con la idea de modernizar el lugar, manteniendo la fachada, pero es una suma muy grande y nos dijeron que por ahora es difícil por la situación del país”, explicó Alfredo Toscano, secretario de Obras Públicas de la Municipalidad en octubre pasado. Estamos terminado noviembre y no se vislumbra que la solución llegue

Hace 80 años

Pero viajemos en el tiempo hacia el pasado cuando la edificación nacía. “Tucumán se transforma. Y se transforma con rapidez, con celeridad de pueblo nervioso que busca la meta gloriosa que merece su tradición, sus prestigios, y sobre todo su cultura”, así se expresaba la crónica de LA GACETA del 16 de julio de 1938 en referencia a los cambios edilicios que se producían en la ciudad entre los que se destacaba el fin del “viejo Mercado del Norte, que vivirá en el recuerdo”. Allí se hacía referencia a los cambios que se impulsaban desde la intendencia de Roque Raúl Aragón, se destacaban las tareas de pavimentación suburbana, las mejoras en los hospitales junto con las obras de higiene y salud para los mataderos ubicados en las zonas aledañas a la capital.

EN 1938. La vieja construcción del mercado iba cayendo bajo la picota de la modernidad para dejar paso al nuevo edificio que se construía. EN 1938. La vieja construcción del mercado iba cayendo bajo la picota de la modernidad para dejar paso al nuevo edificio que se construía.

En referencia al edificio de Mendoza y Maipú se decía “el centro urbano ofrecerá dentro de pocos meses otro motivo de belleza estética y de monumental realización: el Mercado Frigorífico Central, que se levantará en los terrenos ocupados hasta hoy por el ex Mercado del Norte”. Y continúa “el edificio, de auténtica factura provinciana, ha pasado ya a mejor vida” y “sólo vivirá en el recuerdo”. Para aquellos años el edificio, que tenía más de seis décadas de vida, presentaba muchas fallas y a decir del cronista las protestas de los vecinos crecían “ingratos, cuando ya las habían inutilizado a fuerza de tanto usarlas”. También tenía palabras para los niños que “no alcanzan a explicarse aún, el porqué de la rabiosa demolición...” del lugar donde muchos vivían aventuras.

El fotomontaje que dominaba la página mostraba el viejo armazón de la edificación que estaba siendo derribado para el inicio de las obras que concluirían en diciembre de 1939 con la inauguración del nuevo mercado que aún podemos ver. También se podía ver el precario e improvisado reemplazo en un baldío del pasaje Padilla para dar lugar a los trabajos de la empresa constructora y la demolición de los muros de ladrillo que rodeaban la estructura metálica que alojaba a los puestos.

Como vimos las obras se iniciaron a mediados de julio de 1938 y en apenas 17 meses las nueva estructura fue concluida y abierta al público el 10 de diciembre de 1939. Con la inauguración nuestro diario expresaba el beneplácito por la obra terminada y señalaba que “durante varios años la ciudad adquirió sus artículos de primera necesidad en un vetusto local cuya simple observación infundía una especia de repulsión, en negocios mal instalados con rincones donde se anidaban microbios peligrosos para la salud. Fresca está aún en la memoria de todos la sucia figura del viejo mercado” y en este sentido rescataba la importancia que tuvo el traslado de los puesteros al pasaje Padilla. Y agregaba como ojo avizor que “El nuevo mercado, siempre que las autoridades no descuiden su limpieza diaria, soluciona el problema de la higiene en la venta de los alimentos destinados al consumo público. Ese fue en líneas generales, el propósito que buscaron las autoridades comunales del período anterior, propósito que prestigia por si sólo, una labor edilicia de resultados eficaces para el progreso de la ciudad”. Se reconocía que las instalaciones reúnen las comodidades para desarrollar una actividad comercial de calidad y que “puede ser mayor cuando estén ocupados todos los puestos”. La limpieza y el cuidado de las instalaciones era la clave para el buen desarrollo del mercado. Destacaba además la instalación eléctrica que permitía el funcionamiento del lugar aún de noche y rescataba que la forma del techo con grandes ventanales permitía durante el día el acceso de la luz solar.

La apertura

El público, según al crónica, se mostró satisfecho con la limpieza y el aseo del lugar además de mostrarse complacidos con el atuendo que vestían los vendedores de todos los puestos “lucías cofias y guardapolvos blancos haciendo juego con los azulejos del local”. El mercado constaba de 250 locales. Llamaban la atención los locales exteriores y en especial las fábricas de pastas que trabajaban la vista del público. La obra iniciada por Aragón fue inaugurada por su sucesor el intendente José Lozano Muñóz,

Un párrafo aparte se le dio las cámaras frigoríficas que “constituyen la expresión máxima del adelanto alcanzado en la materia”.

En aquella primera mañana de funcionamiento el mercado fue visitado por unas 20.000 personas que recorrieron y compraron en los distintos locales. La jefatura del nuevo mercado estaba a cargo de Agustín Bianchi y era secundado como secretario Carlos Martínez; mientras que actuaba como inspector Lázaro Barbieri, quien casi un cuarto de siglo más tarde se convertiría en gobernador de Tucumán. La empresa de José Salmoiraghi y Juan Omodeo inicia la construcción. El diseño es de los ingenieros Julio A. Noble, Fernando Alascio y Alejandro Amoretti. El Mercado, presenta formas puras y geométricas con detalles art déco en toda su fachada, que cubre más de media hectárea. Su interior totalmente azulejado en blanco y con mármoles que eran un adelanto para la época y presentaba una mejora en las condiciones de higiene para la venta.

Al iniciar el siglo XX se realizó otra remodelación con reminiscencias medievales con paredes terminadas en almenas y pilastras terminadas en punta. Aberturas en su perímetro por las que se accedía a los locales. De la misma manera que las construcciones anteriores, quedaba definido un gran espacio a cielo abierto, dominado por un quiosco central, de considerables dimensiones y abierto en sus lados, resuelto en estilo inglés, similar a los de las estaciones de ferrocarril. Por casi cuarenta años brindó servicio a los tucumanos que se proveían allí.

El edificio acompaña a los tucumanos desde más de un siglo y permanece cerrado desde marzo

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