Marta Minujín: “me gusta producir con mi arte, lo mismo que produce el fútbol”

Marta Minujín: “me gusta producir con mi arte, lo mismo que produce el fútbol”

La popular artista que estuvo en nuestra ciudad, quiere hacer nuestra Casa Histórica con cañas de azúcar. “Hago un arte que también puede ser para gente que no sabe leer”.

Marta Minujín: “me gusta producir con mi arte, lo mismo que produce el fútbol”

Transgresión. Creatividad. Humor. Ansiedad. Vértigo. Osadía. Pasión. Llama encendida. En el alma. En el corazón. Sus palabras corren enhebrando reflexiones, experiencias. Es desde hace muchos años, una de las figuras mediáticas de mayor proyección internacional en las artes visuales, multipremiada, popular, sorprende constantemente con sus happenings, intervenciones, performances. Marta Minujín cerró ayer con un conversatorio en el teatro San Martín, la 2º Semana de Artes Visuales, organizada por el Ente Cultural de Tucumán. Su imaginación, por cierto, no descansa. Uno de sus proyectos tiene que ver con el principal ícono tucumano y de los argentinos.

- ¿Qué le atrajo de nuestra Casa Histórica de la Independencia?

- Yo siempre voy por los países haciendo algo emblemático de ese país. Por ejemplo, inventé para Brasil el Pan de Azúcar acostado con su comida típica la feijoada; la estatua de la Libertad en Nueva York acostada con hamburguesas falsas, la gente las sacaba y las cambiaba por verdaderas. Eso hice en varios proyectos, como el Obelisco de pan dulce de Buenos Aires. El proyecto de la Casa de Tucumán siempre lo tuve, a mí me interesa mucho el tema de la caña de azúcar, primero, porque el azúcar es algo que se usa en el mundo entero, se exporta y también le dio trabajo a la gente -ahora con las máquinas, no sé- y también hay un tema con el trabajo esclavo. Todo eso me interesa. Por eso, quiero hacer la Casa de Tucumán, así, un poco inclinada, pero levantándose colgada de una grúa en una parte: la estructura de hierro de la Casa, del frente, de la entrada y las dos ventanas, con alambre tejido afuera y después van todas cañas de azúcar. Lo haría acá, hay que buscar el lugar. Y también la financiación, calculá cuánta cantidad de cañas en todo el plano de arquitectura… va a ser una obra grande y aparte muy simple, como todo lo que hago yo. Acabo de hacer el Big Ben en Inglaterra pero con libros y después la gente se llevó los libros. El Lobo Marino de alfajores en Mar del Plata, gigantesco, era con alfajores falsos, la gente los sacó y los cambió en Havanna que financió eso. Entonces ahora me tienen que dar la caña de azúcar para que la gente se lleve una.  

- ¿Por qué hace cosas inclinadas?

- Ahora todo está inclinado, el mundo cambió. La visión de lo que pasó en el mundo, mitad del siglo XX hasta ahora, cambia el punto de vista de la gente. Todo es multidireccional. Las estructuras no son tan fijas. Todo cambia. Por ejemplo, nosotros mismos los argentinos, somos fragmentados porque tenemos que cambiar: una vez no podemos salir del país porque no sé qué… otra vez es muy caro acá y más barato afuera; ahora es tan caro afuera que no podemos salir de la Argentina, vivimos en la cuerda floja. Toda la vida fue así.

- El suyo es un arte en movimiento.

- El mío es un arte que moviliza a la gente. Salvo el lobo marino que quedó para siempre porque se transformó en un mito. Antes los abuelos iban y todos llevaban alfajores. Mar del Plata era el lugar donde uno iba a ver el lobo marino y se sacaba una foto. A mí me interesan los mitos populares y la Casa de Tucumán es uno de ellos y también la caña de azúcar y la voy a hacer inclinada que quiere decir todo cambia el punto de vista. Por ejemplo, Van Gogh era un fracasado en vida y un éxito en la muerte. Jesucristo era un fracaso en vida y un éxito universal en muerte. Todo cambia según el punto de vista.

- ¿A qué se debe?

- Ahora estamos en un mundo en donde las estructuras no son tan fijas, antes las religiones dominaban todo, ahora dominan menos, uno puede ver una cosa que es blanca la puede ver negra, y otro negro que es blanco, y hay que admitir que somos seres diferentes y multidireccionales.

- ¿Este arte efímero es como vivir siempre el presente?

- No, porque queda en la memoria, ahora todo queda en la memoria. El arte digital es tan increíble… Usted tiene los coleccionistas que son gente muy loca, pero quieren aprisionar, a mí no me gustan; yo quiero venderles obras a los museos o crear monumentos efímeros que no son de nadie pero quedan en el recuerdo de los contemporáneos. Por ejemplo, todas las obras que hice, quedan en el recuerdo, no existen, pero la gente va a decir: “hay una estatua de la Libertad recubierta de hamburguesas que después se cambian…”

- Pero el ser humano quiere trascender a través de cosas materiales.

- Pero ahora que todo es digital, ya está todo en online, y dentro de 50 años va a ser todo tridimensional.

- Capaz que lo que hoy es, mañana ya no se lo puede ver porque los formatos tecnológicos han cambiado.

- Pero lo va a recordar, está en la historia de la humanidad, en la memoria…

- Pero el libro, en cambio, va a quedar siempre.

- Siempre, por eso yo hago obras con libros. Hice el Partenón de libros argentinos que habían prohibido los militares; después hice el otro Partenón en Alemania gigante, del mismo tamaño que el verdadero, pero con libros prohibidos de todas partes del mundo en distintas épocas.

- ¿Siempre ha sido una transgresora, desde el comienzo? ¿Le sale naturalmente?

- Sí, lo soy, me sale naturalmente. Aparte no quiero matar a nadie, quiero hacer cosas que hagan reflexionar y también que la gente se lleve una parte de mi obra, eso me gusta. Por ejemplo, el Big Ben de libros políticos de Inglaterra, un poco inclinado, es una alegoría brutal porque Manchester era la ciudad industrial por excelencia y cuando mueren las fábricas, muere el trabajo manual de la gente por la electricidad, entonces Manchester cae. Entonces llevé la punta del Big Ben verdadero, pero la mitad, la acosté y la gente se llevó todos los libros.

- ¿Un artista debe ser siempre transgresor siempre? Hay muchos que no los son y sin embargo…

- Yo lo soy, no todos son. Yo sí, porque me gusta el arte vivo, el arte con la gente, el arte de la comunicación. Busco llegar a lo popular, hago un arte que también puede ser para gente que no sabe leer.

- Además tiene muchos seguidores en la juventud.

- Sí, pero por sobre todo, no me gusta venderles a los coleccionistas: agarran una obra la poseen, la esconden y tienen 3.000 obras que ni las ven porque están en los sótanos escondidas y a duras penas las prestan para que la gente las vea.  

- ¿Producir arte popular ha sido uno de sus objetivos?

- A mí me gusta producir con mi arte lo mismo que produce el fútbol, que es un fenómeno popular brutal que se mantiene desde tiempos inmemoriales, pero cuando la gente grita: ¡gol!, hay una energía brutal ahí, también hay cosas malas, pero ese es un grito fantástico.

- ¿Se ha propuesto representar ese grito alguna vez?

- Yo inventé la pelota de fútbol de dulce de leche gigante, que es una pelota de 15 metros de diámetro que se hace en una cancha de fútbol y las grúas juegan al fútbol, se la pasan y está toda recubierta de dulce de leche sólido.

- ¿Cómo es su proceso creativo?  

- No sé, invento todo en el aire. Tengo ciertas ideas de los mitos populares, esos mitos los acuesto. La Casa de Tucumán es un mito.  

- ¿Qué le atrae de los mitos?

- Para remitificarlos, porque haber entrado en el tercer milenio, no puede ser que la gente vaya a ver las pirámides de Egipto y estén derechas, que la torre Eiffel esté derecha, sino que tiene que estar inclinada para cambiar el punto de vista de la gente.

- La Torre de Pisa está inclinada…

- Bueno, a esa la enderezo, claro, todo hay que cambiar los monumentos públicos.

- Su arte popular, es también es social porque le deja algo a la gente, desde un libro a un alfajor, algo que no se olvida.

- Los libros tienen un sello mío, por ejemplo, el del Partenón decía: Homenaje a la democracia, porque entraba Alfonsín, esos libros quedaron en las bibliotecas populares o andan por ahí.

- ¿Ha tenido problemas por ser transgresora en el mundo del arte, dominado por los hombres?  

- Nunca tuve ningún problema porque fue tan fuerte mi vocación que desde los 10 años, soy artista, nunca estudié, soy autodidacta, entonces no podía nadie conmigo. Inclusive cuando llegué a Nueva York a las mujeres estaba prohibido exhibirlas en los museos, en el Whitney prohibían a las mujeres estar en la bienal, entonces, cuando llegué a los 24 años fui a la puerta a piquetear y había una hija millonaria de todos esos Whitney que compró el museo para poder estar en la bienal.

- Lola Mora seguramente no se propuso ser transgresora, lo fue para abrirse camino en el mundo de los hombres y buscar apoyo para subvencionar sus obras.

- Pero lo era. Era fantástica. Yo nunca tuve problemas. Al principio, los tuve por ser argentina y sudamericana, viví muchos años afuera. Un artista famoso del pop me dijo: “¿Hay artistas en la Argentina?” Hay artistas en todo el mundo, no puede ser que porque sea un país pobre no haya artistas.

- Cuando era changuito y escuchaba su apellido, pensaba que era hija del violinista Yehudi Menuhin. ¿Algún parentesco?

- Nada. Menuhin parece que era pariente de mi abuelo, pero debe ser un mito.

- ¿Hacia dónde va el arte?

- La verdad es que no sé. A mí me quedan pocos años de vida, voy a tener 80 años, entonces estoy dedicada a hacer mi obra y listo. No pienso más, hago.

De visita en el ingenio La Florida

Ayer, Marta Minujín recorrió la Usina La Florida de la Compañía Sucroalcoholera Los Balcanes, donde se interiorizó de las etapas de producción de azúcar. El directorio del ingenio se comprometió a apoyar una idea que tiene la artista y que prometió realizar en la provincia en los próximos meses. Al finalizar el encuentro, el rector de la Universidad de San Pablo-T la distinguió como “Visitante Ilustre” de la Casa de Altos Estudios y le anunció que el Consejo Superior aprobó días atrás distinguirla con el título de Doctor Honoris Causa, máxima distinción que otorga una Universidad.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios