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ADVERTENCIA. “El populismo no elimina el ejercicio electoral: es la bisagra que abre su consagración popular”, dice Botana. La manipulación electoral es su herramienta, afirma. ADVERTENCIA. “El populismo no elimina el ejercicio electoral: es la bisagra que abre su consagración popular”, dice Botana. La manipulación electoral es su herramienta, afirma.
28 Noviembre 2021

El populismo hoy

Natalio Botana

El populismo se identifica con el principio mayoritario y hace de este principio un medio para perpetuarse en el poder. Siempre el populismo considera que el pueblo soberano no es un conjunto de ciudadanos dotado de autonomía individual, por lo tanto cambiante, sino una masa homogénea que constantemente presta asentimiento al líder que la representa. Esta masa es “el pueblo verdadero, auténtico” que no reconoce frente a él minorías ni disidencias. Pero si bien este atributo recorre gran parte de la historia del populismo, no representa del todo este fenómeno tal cual se presenta en la actualidad. Se impone, pues, circunscribir el tema.

El populismo es un fenómeno mundial que ha dejado de estar acantonado en las márgenes del subdesarrollo, como aconteció con la incorporación inclusiva generada por los populismos latinoamericanos en el último siglo -Vargas en Brasil, Perón en Argentina, Víctor Paz Estenssoro en Bolivia-. Al día de hoy, el populismo está golpeando con saña en el corazón de democracias altamente desarrolladas. Me atrevería a decir que este es el gran cisne negro de la segunda década de este siglo.

En segundo lugar, me parece importante destacar que el populismo conforma una transición que, al menos, puede desembocar en dos escenarios. Cuando el populismo se consolida, y logra instaurar una forma de gobierno permanente, el populismo se fusiona con una tradición histórica en América latina que llega hasta el presente. El populismo, entonces, es la antesala de la autocracia, expresión típica, con rasgos antiguos y modernos, de lo que la teoría política clásica llamó tiranía…

El autócrata Daniel Ortega, en Nicaragua, no ha descartado aún uno de los instrumentos de los que se vale el populismo. La manipulación de los procesos electorales. En el límite de la opresión, la cárcel en cadena para los opositores es la expresión más descarnada y más descarada de este método. Un método por cierto diferente, aunque los efectos sean semejantes, a los que articulan los regímenes de partido único forjados en la clave leninista del centralismo democrático. En Cuba o en China, la mascarada electoral de que se vale Ortega en Nicaragua está de más. No se la practica por razones teóricas…

¿Qué significa esto? El populismo no elimina el ejercicio electoral porque lo considera la bisagra que abre su consagración popular. Sin elecciones el populismo pierde su razón de ser. Ese pueblo homogéneo con el cual el líder se identifica, se manifiesta en todo momento, ya sea mediante la orquestación de la manifestación popular directa o mediante comicios debidamente controlados. El montaje instrumental de los procesos electorales -basta con revisar al respecto la experiencia venezolana- nos muestra que el populismo se construye bajo el supuesto de que no puede ser derrotado. El líder populista, por consiguiente, descansa en el reeleccionismo a perpetuidad. O en su defecto, en el control de su propia sucesión -Chávez ungió a Maduro-. No obstante, si repasamos lo que pasó en estos últimos años, podemos comprobar que esta reivindicación popular del mando perpetuo no prospera y puede ser derrotada. Lo fue en Ecuador, en Argentina y no es descartable que lo sea en Brasil.

Eso me lleva a considerar un segundo escenario, en el que emergen gobiernos populistas, no regímenes permanentes sino gobiernos episódicos que no logran armar ese régimen tan deseado del mando a perpetuidad con control de la sucesión. No faltarán observadores que aleguen que este escenario es más benigno que el anterior. Razones no faltan para respaldar este juicio. Pero lo que importa señalar es que, aún vencido, el populismo sigue amenazando la gobernanza de la democracia, sembrando dudas sobre las reglas de sucesión. Insisto en este concepto cardinal para medir la legitimidad de las democracias: las reglas de la sucesión pacífica de los gobernantes en comicios que no son cuestionados. Si ello es así, la democracia es un régimen que se conserva y perfecciona merced -en palabras de Felipe González- a la aceptabilidad de la derrota. O, según Julio María Sanguinetti, a la ética de la derrota.

Esto es lo que el populismo no admite. Este principio no integra su repertorio de valores. El populismo, vuelvo a subrayar con énfasis, no puede perder. Esta actitud de radical impugnación atraviesa el continente americano de norte a sur. Enlaza, en efecto, en son de advertencia para los demócratas, los Estados Unidos con Brasil o con la Argentina, y es fuente de una intensísima polarización.

* Doctor en Ciencias políticas y sociales por la Universidad de Lovaina.

El caso Ortega

Sergio Ramírez

Fuera de los casos clásicos de populismo en América latina -el de Vargas en Brasil y el de Perón en Argentina-, tenemos un resurgimiento a finales del siglo XX en circunstancias muy particulares con Hugo Chávez. Surge como consecuencia del agotamiento del modelo de convivencia democrática, que fue fijado a raíz de la caída de Pérez Jiménez y el final de la alternancia entre la democracia cristiana y la socialdemocracia. Ese esquema se deterioró por la corrupción y la ausencia de renovación. Se produjo, así, una extraña simbiosis entre un golpe militar y respaldo popular, una de las señales más preocupantes de la historia moderna de América latina -que un golpista haya tenido el respaldo suficiente para ocupar el hueco generado por el desprestigio de la democracia-.

El fenómeno de Daniel Ortega no sería posible sin el fenómeno de Chávez. Cuando Ortega regresa al poder en el año 2006, no lo hace con la conquista de una inmensa mayoría de votos o por el clamor de un salvador. El sistema democrático recién empezaba a consolidarse con los gobiernos de Violeta Chamorro, Arnoldo Alemán y Enrique Bolaños. Ortega accede al poder a partir de una reforma constitucional, surgido de un pacto espurio con Alemán, que le permite llegar a la presidencia con apenas el 35% de los votos en primera vuelta, lo que constituía un techo electoral para sus aspiraciones. Chávez aparece en el panorama ofreciéndole a Ortega unos créditos que significaron entre 5 y 6.000 millones de dólares que le permitieron hacer políticas populistas. El objetivo de Ortega era no volver a perder una elección.

EL “CASO” NICARAGUA. “El fenómeno de Ortega no sería posible sin el fenómeno de Chávez”, analiza Ramírez. EL “CASO” NICARAGUA. “El fenómeno de Ortega no sería posible sin el fenómeno de Chávez”, analiza Ramírez.

Ortega es un dictador tradicional, al mismo nivel de los dictadores retratados en las novelas latinoamericanas más importantes sobre el tema. Es un tirano clásico, un caudillo que viene del pasado y de una tradición guerrillera, que agrega una retórica leninista a su discurso antimperialista y antioligárquico. Su concentración absoluta de poder implica poner dentro del puño de su poder a los militares, a la policía, a la asamblea nacional, a las autoridades electorales, a la Corte suprema y los jueces. No hay apoyo popular detrás. Una encuesta de Gallup muestra que, de haber podido, el 65% de los electores hubieran votado por cualquier opción diferente a la de Ortega contra solo un 19 que la hubiera respaldado.

* Premio Cervantes.

América latina enfocada desde Brasil

Roberto Teixeira da Costa

En muchos años viviendo con la región, especialmente después de la creación del Consejo Empresarial de América Latina -CEAL- luego como presidente del Capítulo Brasileño, en 1997, y entre 1998 y 2000 como presidente internacional, desde entonces nunca había pasado por un proceso de tanto aislamiento y tan poco diálogo inter e intrarregional como el actual. Ya veníamos viviendo un período de distanciamiento. Es verdad que la pandemia, provocada por la Covid-19, expandió este proceso, incluso entre aquellos países con los que estamos más cerca.

El tema ideológico nunca ha estado tan presente en nuestra región, con las presidencias de sus dos países más grandes, México y Brasil, con visiones políticas distintas, lo que hace casi imposible el diálogo entre ellos. Hay un esfuerzo de los grupos empresariales para promover el comercio entre nuestros países, pero las dificultades burocráticas no son despreciables.

Bolsonaro y AMLO son dos líderes políticos con tendencia populista, uno de izquierda y otro de derecha.

De hecho, la prioridad de AMLO es buscar entendimiento con los Estados Unidos sobre cuestiones de política comercial y migratoria. Aunque Biden mencionó que reformaría su política migratoria, hasta ahora no se la ha implementado y la cantidad de latinoamericanos que buscan ingresar indocumentados a Estados Unidos ha alcanzado cifras récord.

Aquí en Brasil, tenemos la infelicidad de tener como representante supremo a un personaje totalmente descalificado que ocupa la Presidencia de la República, con un comportamiento inaceptable. En la historia republicana brasileña, no hemos encontrado nada parecido a lo que viene haciendo Jair Bolsonaro en estos casi 3 años en el cargo, con una actuación errática y negacionista.

Asumió posición de apoyo al presidente Trump, a quien consideraba su amigo personal. Brasil fue uno de los últimos países en reconocer la victoria de Joe Biden, y Bolsonaro dejó en claro que, como su ídolo, tenía dudas sobre la equidad de la elección.

Hasta el momento, no ha tenido contacto personal con Biden, quien ha dejado claro su desaprobación del comportamiento del líder supremo brasileño.

EL “CASO” BRASIL. En la historia brasileña no hay nada similar a lo que hace Bolsonaro, denuncia Texieira da Costa. EL “CASO” BRASIL. En la historia brasileña no hay nada similar a lo que hace Bolsonaro, denuncia Texieira da Costa.

En el caso de Argentina, apoyó sin reservas la reelección de Macri, haciendo predicciones negativas sobre el país si Fernández resultaba elegido, creando un ambiente muy negativo para la relación entre nuestros países.

En Bolivia, se colocó en una posición política contra Luís Arce, quien terminó siendo electo. Cabe recordar que Brasil tiene 3.423,2 km de frontera con Bolivia.

En los demás países de la región, el tema ideológico no tuvo tanto peso y, en un principio, Bolsonaro buscó una relación más cercana con Sebastián Piñera, con quien se identificó por su posición conservadora. Sin embargo, la crisis chilena tuvo repercusiones inesperadas.

Chile, que era visto como un país modelo, ha atravesado una gran crisis institucional con varias manifestaciones callejeras que llevaron al presidente Piñera a convocar una asamblea constituyente. Ha sufrido una caída en su popularidad, y también está teniendo que afrontar el proceso de impeachment.

El cientista político Fernando Naddal comenta que su país atraviesa una transformación tecnotónica y tiene un fuerte impacto en las próximas elecciones. Kast, candidato pinochetista, lidera las encuestas: antiglobalista y antiinmigración.

En otros países de la región, el tema ideológico no tiene tanto peso, pero sin duda hemos tenido mejores días en el diálogo con Colombia, Perú, Ecuador y Chile.

En Perú, tuvimos la sorprendente elección de Pedro Castillo, un profesor de izquierda desconocido que lucha por formar un gobierno que funcione. Recientemente, con el apoyo de la izquierda, logró formar un segundo gabinete. El caso Odebrecht dejó un legado muy negativo entre nuestros países.

En Ecuador, el expresidente Rafael Correa asegura que existe un plan para destruir a los líderes progresistas, apoyado por la justicia y por lo que él menciona como “grandes monopolios de la comunicación”. La presidencia la ejerce Guillermo Lasso, de centro derecha, quien también viene enfrentando dificultades para gobernar el país con graves crisis financieras y humanitarias. Crisis en el sistema previsional por disputas entre grupos de narcotraficantes que ahora utilizan  Ecuador como centro de actuación.

En cuanto a Venezuela, con total desprendimiento, seguimos recibiendo una afluencia de venezolanos que ingresan a Brasil por la frontera de Pacaraima, donde instalamos un comité de bienvenida. Se estima que cerca de 300 millón de venezolanos han ingresado a Brasil desde que se intensificó el problema humanitario en Venezuela.

Existe una actitud hostil entre los países de la región contra los inmigrantes venezolanos.

Nuestros vecinos tradicionales, Uruguay y Paraguay, están sufriendo las consecuencias de la situación económica de Brasil y Argentina, por su dependencia en gran medida del comercio y turismo.

Uruguay viene presionando desde hace algún tiempo para obtener un ‘waiver’ (autorización) que le permita hacer acuerdos comerciales individuales con otros países, “sobrepasando” así el acuerdo del Mercosur que no contempla esta posibilidad.

Esta breve presentación acerca de nuestra región destaca la baja relevancia de nuestros países en el contexto mundial.

Debo señalar que una de las características de muchos países de nuestra región es la persecución de la prensa, a la que se le ve como responsable de la imagen de sus países interna y externamente. En el caso específico de Brasil, nuestro presidente no concede ni recibe entrevistas con Grupo Globo y Folha de São Paulo.

* Fundador del Consejo Empresarial de América latina.

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