Por qué hace daño podar los árboles

Por qué hace daño podar los árboles

Una problemática en ascenso a pesar de su importancia contra el cambio climático. ¿Qué tendría que cambiar para cuidarlos?

MENOS OXÍGENO. Cada árbol que se retira perjudica la salud del aire que respiramos. MENOS OXÍGENO. Cada árbol que se retira perjudica la salud del aire que respiramos.

La realidad lo pone en evidencia: cada vez se talan más árboles en Tucumán. No hace faltar ir a estadísticas, basta con mirar a nuestro alrededor. ¿Notaste que en todas las calles hay, al menos, un “hueco” donde alguna vez supo haber vida? Estamos hablando de asesinato. Literalmente estamos matando nuestro oxígeno.

Mientras las tendencias mundiales hablan de la importancia de plantar árboles contra el cambio climático, en nuestra capital cada vez más vecinos deciden quitarlos de su casa.

“La causa principal es por la seguridad. La gente tiene pánico de que otros se escondan en los árboles o en la oscuridad para asaltarlos -explica a LA GACETA Jorge Atilio Boggiatto, a cargo de la subdirección de Arbolado Urbano de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán-; también los sacan porque interfieren con la vivienda o con otros servicios, cuando las ramas avanzan hacia los techos de la vivienda o hay conflictos con cables de luz, telefonía o internet”.

“Y el perjudicado siempre es el árbol”, resume el funcionario. Boggiatto comenta que todos los días se reciben denuncias por tala o poda de manera ilegal.

“Pero no se refieren sólo sobre el arbolado público. También los parques, accesos, plazas y demás paseos públicos, permanentemente, son víctimas de agresiones desmedidas por parte de vecinos inescrupulosos. Acá reina una falta de respeto por el bien común (el arbolado es un servicio público). Estamos sujetos a una cuestión de intereses personales particulares: resuelvo mi situación, como yo creo que tiene que ser, y no me interesa lo que dicen las normas, qué opinan los vecinos... nada”, asevera.

En efecto, el desrame (no poda) y/o tala, en caso de ser necesario, corresponden a la Dirección de Espacios Verdes. Ningún particular puede hacerlo por sus medios. Y quien lo hace incurre en un delito.

“Los árboles deben ser podados cuando hay necesidades que los justifican, y cumpliendo las normas de poda, si no, hay que dejarlos. Cada corte es una herida que da pie a que entren microorganismos y el árbol se enferme. Además, con la poda se empieza: el primer paso es cortarles la copa, luego las ramas, y luego se lo poda”, explica el ingeniero Raimundo Pedro Buiatti, presidente de la Sociedad Amigos del Árbol.

Responsabilidades

Boggiatto dice que los grandes podadores son los comercios. “Quieren que se vea la vidriera o la fachada del negocio y los cortan -cuenta-; todo eso se sanciona y las multas se aplican de acuerdo con la ordenanza. Se evalúa el daño, la especie, los años, la importancia en la comunidad y se multa, pero el monto lo fija el Tribunal de Faltas”.

El arbolado público -sigue- es un servicio ambiental y, como elemento, es un servicio público que tiene la particularidad de ser un ser vivo. Y muchas veces, la carencia que tiene el vecino de otro servicio lo lleva a tratar de resolver situaciones de manera personal sin los medios necesarios y eso se transforma en daños, perjuicios y agresiones al arbolado.

Aclara Buiatti: “la multa es un sistema que sirve de persuación y es efectiva únicamente cuando forma parte de un sistema integral de gestión. Tomada de forma individual, tiene el justificativo de recaudación, pero es irrelevante la suma que se pueda recaudar, prácticamente no apunta nada a apuntalar la gestión”.

MULTA. Hay sanciones para quienes poden árboles. MULTA. Hay sanciones para quienes poden árboles.

Hace falta gestionar

¿La culpa es de los ciudadanos que no respetan un bien común? Buiatti considera que hay algo más profundo. “El problema es que hay una gestión insuficiente y caduca para el cambio de paradigma que estamos viviendo en términos ecológicos. La mirada que teníamos sobre el arbolado, que era visto de manera ornamental, ahora es ambiental”, resume, y sigue: “vamos a un ejemplo: el vecindario no interviene en el sistema público de alumbrado porque se sabe que eso está administrado por un sistema integral de gestión -comenta-; pero con el arbolado no pasa eso. Sería bueno que tengamos un presupuesto establecido y una empresa que atienda arbolado y tenga especialistas en el tema. Es esa la cuestión; no le pidamos a la gente que respete el arbolado si no hay una gestión medioambiental”.

Buiatti explica que esta gestión del arbolado debe ser la norma en una ciudad como Tucumán.

“El nuevo paradigma es el de la naturalización de ciudades, es decir, selvatizar la ciudad, volver al estado primitivo. Y lo que urge en los municipios es trabajar y crear conciencia, como gobierno, de esa naturalización. Esto es participativo y educativo, ahí sí entra toda la sociedad, pero se trata de gestión, tiene que ser una política de estado”.

Un cambio

Buiatti explica que, para pasar de un sistema como el que tenemos ahora a uno de gestión con un criterio ambiental se debe considerar en primer término la naturalización de las ciudades como servicio público y ser gestionado como un servicio público, en igualdad con los demás”.

Y será necesaria, por supuesto, la participación de toda la sociedad: “para transitar de un sistema a otro, , deberá haber una transición con participación ciudadana. Esta transición se tiene que hacer con un pacto ciudadano de respeto al arbolado urbano”, advierte. El ingeniero, que también fue responsable de la Dirección de Espacios Verdes, advierte: “mientras la naturalización no sea una política de estado, en el arbolado de Tucumán todo seguirá igual, con los mismos criterios, con una mirada únicamente ornamental, dónde los árboles son relativos y punto... algunos le darán la importancia que tienen que tener, y la mayoría los seguirá mirando con indiferencia”.

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