A 200 años de la urbanización de San Miguel de Tucumán

A 200 años de la urbanización de San Miguel de Tucumán

Recién a partir de 1821, con el famoso Plano Regulador creado por el ingeniero Felipe Bertrés, comenzaría en San Miguel a sustanciarse una conciencia urbanística, una concepción cabal de las necesidades prácticas de convertir la aldea en un sitio planificado.

07 Noviembre 2021

Felipe Bertrés sugería la conveniencia de rectificar algunas calles y de abrir o de cerrar otras. Proponía también, de acuerdo con los estilos de vida y los hábitos de consumo, la habilitación de espacios para mercado de abastecimiento y playas de carretas; auspiciaba la creación de sistemas prácticos para la provisión de agua directamente en los domicilios, por parte de aguateros, debidos controles en el uso de las acequias comunes y sugería, además, crear la concientización vecinal ante esos y otros objetivos, como única manera de consolidar la idea de hacer de ese gran caserío una auténtica ciudad.

A pesar de su enorme riqueza hídrica, el agua en esta ciudad, a lo largo de su historia, resultó una constante preocupación para sus gobernantes. Desde su primer gobernador intendente, el coronel Bernabé Aráoz hasta nuestros días, todos los mandatarios, sin excepción, tuvieron sus respectivos apurones para proveer de agua potable o suficientemente límpida a la población. Recién por 1860 se dispuso la construcción de un surtidor, al que alimentarían las aguas de las sierras del oeste, desde Tafí Viejo hasta Caínzo.

Años más tarde, el doctor Benjamín Aráoz, creyendo dar una solución definitiva a tan afligente problema, encaró otro sistema de provisión de agua, que ejecutaría el ingeniero Cipolleti y que inauguraría el gobernador Lucas Córdoba, muchos años después. El servicio consistía en tomar el agua de siete pequeños arroyos de la sierra de San Javier y trasladarlos a filtros instalados en Villa Muñecas.

La magia del telégrafo llegaría a la ciudad en 1872, permitiendo la comunicación entre los pueblos, a través de un fluido intercambio de mensajes e informaciones entre los distintos puntos del país.

La iluminación pública, que hasta entonces se efectuaba con enormes velones, a partir de 1874, se modificó, comenzando a usarse el kerosene; un fluido hidrocarburo no muy conocido por entonces que, a diferencia del aceite, producía menos humo y hollín; y su manejo resultaba bastante más práctico y económico.

Hacia 1876 llegaría a la ciudad de San Miguel de Tucumán el ferrocarril, otro adelanto de importancia vital en el terreno de las comunicaciones y en el transporte de mercancías. El tren, salvando distancias a velocidades nunca conocidas, permitió un intenso tráfico de comercio interior y exterior, al menos con los países vecinos, lo que permitía a las provincias ubicar sus producciones sin depender ya más de los tortuosos convoyes de carretas. Además, la intercomunicación entre los distintos poblados favorecía considerablemente el desarrollo cultural.

En 1881, se habilitaría el primero y revolucionario servicio de barrido y limpieza, mediante un contrato que se celebró con el concesionario Carlos Palma.

Miedo a la nueva luz

Muy poco después, en 1889, se iniciaron en la ciudad las primeras instalaciones eléctricas. Es de imaginar, colocándonos en la época, la sorpresa y el temor que tal sistema produciría en la población, más allá de la conveniencia o no de reemplazar con él al kerosene. Este misterioso flujo invisible parecía resultar un elemento altamente peligroso que, diariamente producía estragos si no se lo manejaba con prudencia; pero, según pasaba el tiempo los vecinos se iban acostumbrado a él, asumiendo los riesgos que representaba el poder alumbrarse con luz clara y diáfana con sólo apretar una simple perilla.

Los desagües pluviales constituyeron en San Miguel de Tucumán un problema indisoluble hasta nuestros días y que se viene manejando técnicamente desde el año1897. A pesar de los múltiples estudios que se efectuaron y de los planes y contraplanes que se realizaron, hasta la fecha no se pudo arribar a una solución radical y definitiva.

Considerando entonces la evolución de San Miguel de Tucumán como ciudad, entre el periodo del asentamiento, luego de Ibatín, como un primer ciclo, que se extendería hasta 1820, y tomando como segunda etapa desde 1820 hasta 2021, es notable entonces la vertiginosidad desarrollista con que se beneficiara San Miguel en esos últimos 150 años, en relación a los siglos anteriores, desde su fundación, en que se transitaba en una calma de afligente quietismo, auspiciado, obviamente por nuestra condición de súbditos de segunda clase del Reino Español-

© LA GACETA

Abel Novillo – Historiador y escritor.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios