Fútbol de débiles, y de poderosos

Fútbol de débiles, y de poderosos

Gabriel Milito, entrenador de Argentinos Juniors. Gabriel Milito, entrenador de Argentinos Juniors. FOTO TOMADA DE TNTSPORTS.COM.AR

“Gaby” Milito fue fácil presa de muchos, porque su descripción reciente sobre las taras del fútbol argentino fueron dichas después de una derrota (Argentinos Juniors eliminado el miércoles en semifinales de la Copa Argentina, 0-1 contra Boca). Y porque además buena parte de su crítica partía de un hecho en el que no tenía razón (el gol de Boca que él protestó fue válido). Una pena que nos hayamos quedado con la superficie, fácil de ver para todos. Y no intentar rascar un poco la olla para analizar qué dijo Milito mucho más allá de un resultado y de un gol bien o mal concedido. Una pena porque Milito habló profundo de lo que significa el escenario cuando los más débiles deben enfrentarse contra los poderosos. Y más todavía cuando el hoy DT de Argentinos incluyó la responsabilidad del periodismo en esa lucha que, inevitablemente, siempre será despareja.  

Fue muy tentador titular eso de que “Boca es un imperio” y que los imperios tienen todo a su favor, como efectivamente dijo Milito. Fue una definición con gancho y eso atrae a los lectores. Genera clicks. Más complejo hubiese sido graficar qué quiso decir Milito sobre las ventajas naturales que tienen los más poderosos cuando se miden contra los débiles. Y más aún sobre cómo el discurso mediático termina siendo funcional a ese desequilibrio. Es cierto, las ventajas del poderoso contra el débil son moneda corriente en la vida cotidiana y en todos los escenarios. Y el periodismo deportivo dista de ser el responsable central de ese desequilibrio. El fútbol, además, debe ser uno de los pocos escenarios que, cada tanto, alteran esa regla casi natural de que siempre debe ganar el más fuerte. Dicho todo esto, el periodismo futbolero perdió acaso una gran ocasión para debatir sobre el oficio. Como si la catarsis de Milito quedara para alimento de los memes.  

¿Pero acaso no sabemos todos los periodistas que hay colegas que extorsionan al protagonista exigiéndole exclusividad a cambio de su buena crítica? Milito recordó el caso de un periodista que, cuando él dirigió en su primera etapa a Estudiantes de La Plata y los resultados lo acompañaban, el informador igualmente lo seguía criticando porque el DT se negaba a anticiparle sólo a él cómo formaría el equipo. Hace varias décadas, Luis Artime (padre), el ex formidable goleador que luego fue DT, contó el caso ya no de un periodista, sino de la sección entera de un importante diario vespertino porteño que le pidió que exigiera la contratación de determinados jugadores que pertenecían a determinado representante. Y como él no les hizo caso, en esa sección Artime era desestabilizado continuamente.  

El miércoles por la noche Milito contó también de qué modo un periodista (tampoco dio el nombre) cambió su mirada abiertamente “projugador” por una “antijugador” simplemente porque cambiaba el tono del nuevo programa que le tocaba dirigir. Y Milito se enojó inclusive con muchos de sus colegas porque, pese al cambio, evidente, los jugadores siguieron yendo a ese nuevo programa del periodista.  

Lo más interesante que le escuché a Milito ese miércoles por la noche no fue igualmente nada de esto, sino la descripción de cómo la estructura del discurso mediático no hace muchas veces más que fortalecer la brutal diferencia entre poderosos y débiles. Cómo ese discurso consume horas y horas para hablar casi siempre del más poderoso y casi nunca del más débil. Seguramente se puede discrepar con algunos puntos y hasta marcar eventualmente contradicciones del propio Milito. El mismo aceptó que también él es parte del juego y hasta recordó que inclusive en España supo lo que significa jugar en un equipo chico (Zaragoza) y en otro grande (Barcelona), es decir, que el problema no es exclusivamente argentino. Pero pocas veces escuché a un protagonista (Milito en este caso) buscando describir tan bien la complejidad de ese mundo. Y decirlo dentro del ring ajeno. Decirnos a nosotros, los periodistas, lo inútil que puede resultar cualquier otro debate si primero no se apunta a modificar ese discurso que, por momentos, hasta casi celebra tanta desigualdad. Será siempre más fácil titular que “Boca es un imperio”. Y reírse porque Milito “llora porque perdió”. Solemos ser jueces, policías y hasta sacerdotes de los demás. Eso sí, no nos gusta que los demás nos miren a nosotros.

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