Se vota en 2021; se escruta en 2023

Se vota en 2021; se escruta en 2023

Hay un llamativo desfase en los tiempos de los políticos tucumnos. Enfrentan los comicios venideros teniendo en cuenta los que ya han pasado. Y, a la vez, proyectan la votación hacia el futuro. La política sin presente termina atrofiada.

Empecemos por el final. El 15 de noviembre no concluye nada. Es el inicio de los comicios a gobernador de 2023. Tucumán no descansa. La historia, las ambiciones y las trayectorias de los principales protagonistas la han puesto en este baile.

Las elecciones son el agua fresca de la democracia. La posibilidad de elegir –y por lo tanto, de decidir el futuro– hace que el ciudadano tenga, por un segundo, todo el poder. Precisamente, a eso le temen los políticos actuales, a quienes sólo les preocupa no perder ni un ápice la porción de poder que han conseguido controlar.

Entonces, el agua se enturbia. Y, aunque parezca increíble el mismísimo proceso electoral que afrontamos los tucumanos se convierte en un verdadero obstáculo para el crecimiento de la provincia. Es sorprendente llegar a esta conclusión, pero no está alejada de la realidad.

Los pensamientos, los razonamientos, las especulaciones, las ilusiones, los sueños, los hechos empiezan a hacer fila en cuanto y en tanto se vinculan a la cuestión electoral y no respecto a un proyecto de provincia.

Lo mismo ocurre con el manejo de los fondos. Es un hecho irrefutable que el presupuesto que se administra es directamente proporcional a las porciones de poder a las que se puede aspirar.

Las PASO fueron un ejemplo clarísimo. Los gastos estuvieron ajustados a los presupuestos que tienen en sus manos. Supongamos que el que sacó más votos (Manzur en este caso) invirtió 4 pesos; podríamos suponer que Jaldo hubiera puesto 2,5 pesos y, entonces Alfaro 1 peso. La hipótesis se dibuja sin ceros pero si se las proyecta pueden asustar si se piensa que el 15 comienza la carrera a la gobernación. Es que hay muchísimo dinero que se concentrará más en la cuestión electoral que en las necesidades provinciales.

Por primera vez se puede hacer la tristísima inferencia de que un acto sublime como las votación ha sido tan maltratado por la política que puede plantear incómodos obstáculos para los ciudadanos. Un viejo alfonsinista podría decir que haber reformulado la Constitución pasando el período presidencial de seis años a cuatro ha sido un error que impide pensar más en la gestión. En aquellos momentos donde los golpes de estado eran un susto de plomo, reforzar la institución del voto era fundamental. Así se consolidó el período de cuatro años de gestión.

El plan Manzur

Si damos un paso a atrás y volvemos al aún no llegado 14 de noviembre, la preocupación de todos los contendientes está atada a un mojón: los resultados de las PASO. A ninguno pareciera importarle si se va a imponer su discurso o si sus ideas ayudarán a algo. Todo se ha reducido en la comparación: sacar más o menos votos que el 12 de septiembre, esa es la cuestión.

Ni Cristina ni Alberto están tan preocupados como el Jefe de Gabinete. Es que si el Frente de Todos recupera terreno (saca más votos que en las PASO, especialmente en Buenos Aires) Juan Manzur podrá definir si alquila o compra. Por ahora las discusiones en su entorno más íntimo pasan por saber si será una casa con parque o un departamento y la zona (Belgrano sería la preferida) no pareciera ser materia de debate.

Los números que manejan en la Casa Rosada entusiasman al mismísimo Jaldo. Sostienen que la brecha de 17 puntos que dejó las PASO a favor de Cambiemos se puede reducir. Si los sondeos previos (se muestran pocos después de los papelones que vienen haciendo muchas consultoras en el último lustro) se cumplen, Jaldo puede soñar con seguir siendo gobernador y lanzarse a una carrera por ocho años más.

Pero el vicegobernador tiene una luz amarilla que titila en Tucumán. Los cálculos de otros sondeos que también se muestran en la oscuridad afirman que se viene notando una fuga de votos del Frente de Todos en favor de Juntos por Cambio, que oscilaría entre los dos y los cuatro puntos.

Entonces, ocurrirá a la inversa que en Buenos Aires y la oposición sería la que recuperará algunas papeletas respecto de las conseguidas en las PASO, obviamente. Esto implicaría que el 50,4% obtenido en las urnas el 12 de septiembre en favor del oficialismo se reduciría a un 47% y esos puntos los podrían cosechar Germán Alfaro y Roberto Sánchez, dos que ya están en la línea de largada para la gobernación de 2023.

Empujar en lugar de frenar

Salvo la desesperación por poner plata en el bolsillo de los electores, el discurso ha cambiado. Incluso llega a tener ribetes irrisorios. Basta con escucharlo a Jaldo que aportó 20 puntos de los 50 del Frente de Todos. Es difícil explicar que antes había que pararlo a Manzur y ahora hay que empujarlo a Manzur para que siga, para que gane y hasta para que se proyecte a nivel nacional. “Cosas veredes Sancho…”, repetiría un experimentado político tucumano recordando a Don Quijote. Para disimular les viene bien la corriente nacional que apuntan en centrar toda la campaña en atacar a Mauricio Macri, incluso más que a su gestión. No deja de ser un error cuando el ex presidente no es candidato y cobra un protagonismo que ni en el mismo Juntos por el Cambio le están dando. Algo parecido ocurrió durante el gobierno anterior cuando el ex jefe de Estado se ensañaba con poner como enemiga a Cristina, cuando verdaderamente no lo era.

Debatiendo

El debate del miércoles que ya nunca más volverá dejó algunas señales que también permiten tener como centro el venidero 2023. Un hipotético candidato a ocupar el sillón de Lucas Córdoba es Pablo Yedlin: fue tal vez el más sólido de los postulantes a senadores durante todo el debate. En sus intervenciones demostró especial preocupación por lanzar sus golpes contra Germán Alfaro. Y hasta tuvo momentos para chancear con Ricardo Bussi, que estaba a su lado, y que también tenía como centro de sus ataques a Alfaro.

El intendente de Capital, en tanto, exageró su mesura. Estuvo muy medido respecto de otros debates. Indudablemente, encuestas en mano, la estrategia de Alfaro fue arriesgar lo menos posible y esa actitud refleja conformidad con los guarismos que le adelantan los resultados del domingo 14.

En la Casa de Gobierno miran con atención al principal rival. Especulan con que el corte de boletas podría ayudar y sin empacho sugieren que otro intendente, el de la ciudad sin veredas, es el díscolo en ese equipo. Obviamente que Mariano Campero, quien ya no sonríe como antes de las PASO, asegura que trabaja y bregará por el triunfo de Juntos por el Cambio sin tijeras.

La especulación es que si Sánchez como candidato a diputado de la Nación consigue más sufragios que Alfaro, que se postula para el Senado, tendrá más nafta en la línea de largada gubernamental. ¿Y Bussi? También su perfomance respecto de las PASO será importante para saber si puede ser parte de una coalición o si seguirá por el sendero de la soledad por el que tan mal no le ha ido.

Según algunas encuestas, en el Frente de Izquierda también le auguran una mejor perfomance a la candidata a diputada Alejandra Arreguez que al postulante al Senado Martín Correa, quien expuso el discurso más estructurado en el debate último de LG Play.

El Frente Amplio de Federico Masso junto al Socialismo espera ansioso el veredicto de las urnas para saber si las PASO fueron una verdadera rampa de lanzamiento o una simple acción testimonial.

Para terminar, tal vez sea bueno volver al principio. La ansiedad por llegar a 2023 atrofia la política de los próximos dos años y pone en riesgo el crecimiento de la provincia. En el debate, los candidatos y principales referentes de la política tucumana supieron enderezar y ordenar sus deslices. Algunos sugirieron la necesidad del diálogo y del acuerdo. Tal vez esa es el camino antes del diluvio.

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