Abuso sexual infantil: estar atentos a las señales y acompañar

Abuso sexual infantil: estar atentos a las señales y acompañar

La confesión del hijo de joven actor Tomás “Toto” Kirzner, hijo de Adrián Suar y Araceli González, víctima de abuso en su infancia, puso en el tapete esta otra “pandemia” mundial.

QUÉ HACER. “Los adultos que están cerca del niño deben estar atentos a las señales”, dijo un especialista.  QUÉ HACER. “Los adultos que están cerca del niño deben estar atentos a las señales”, dijo un especialista.

En el final del programa Podemos Hablar (Telefé) del sábado 9 de octubre, el joven actor Tomás “Toto” Kirzner, hijo de Adrián Suar y Araceli González, decidió contar que fue víctima de abuso sexual cuando tenía siete años. En 10 minutos resumió lo que le sucedió 16 años atrás.

El actor contó delante de los presentes -Cecilia Roth, Tiago PZK, Mauricio Dayub y María Belén Ludueña y el conductor, Andy Kusnetzoff- cómo una persona que conocía “de vista” y trabajaba en una casa del barrio privado donde vivían, abusó de él en dos oportunidades. Lo contó uniendo sus recuerdos, emociones y pensamientos como un rompecabezas. Con mucho trabajo de terapia por detrás, conversaciones con sus amigos y familiares, “Toto” pudo sacar todo eso afuera. “Era una persona conocida en el barrio y, después de lo que había pasado me saludaba afectuosamente. Me sentía perseguido por él, fue una pesadilla”, recordó y agregó que cuando sucedió todo salió corriendo, llorando y no sabía con quién hablar.

Según su propio relato fue el año pasado, durante la cuarentena por la pandemia y mientras veían en familia un noticiero en la TV que Toto comenzó a sentir un ataque de pánico, una crisis de ansiedad. “Me desmayé y mi mamá me dijo: ‘te pasó algo’ ”, contó y agregó: “Cuando le conté a mi familia hace un tiempo, mis viejos se unieron nuevamente para ver qué hacíamos. Yo estoy bien con el tema, decirlo acá es mucha exposición pero hoy estoy tranquilo con el tema”, les contó a sus compañeros de programa y concluyó: “yo recomiendo que se hable el tema con quien uno se sienta más cómodo. En mi caso, hablé primero con mi familia, que me resguarda, y después empecé a contarlo a mis amigos a quienes les agradezco porque se acordaban cosas que yo no, como que, por ejemplo, cada vez que pasaba por esa casa quería hacer una “carrera” para pasar lo más rápido posible por ahí”, relató.

“Es otra pandemia”, dijo Toto que le expresó su psicólogo en una de sus sesiones de terapia. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, en todo el mundo uno de cada 13 chicos es abusado sexualmente y una de cada cinco chicas.

Las señales

“Hay señales pero hay que pensar ¿para quiénes son? ¿Quiénes las pueden leer? Los adultos que están cerca del niño son quienes deben estar atentos a esto pero, por supuesto, dependen la edad del niño. En un niño de siete años la familia y la escuela tienen que poder leer esas señales que pueden ser: un cambio notable de conducta o de estado de ánimo, principalmente”, explicó el psicólogo y escritor Martín Alomo. “El chico empieza a hacer cosas que antes no hacía: en la escuela se cambia de banco, de grupo, se transforma en alguien hostil si no lo era, varía el rendimiento. Mientras que en la casa se modifica el hábito del sueño, del juego y el humor”.

Todo esto va ligado al estado de mayor o menor vulnerabilidad del niño. Los abusos infantiles, quedó demostrado en esta situación también, son un problema transversal a la sociedad, atraviesa a todas las clases sociales. “Un chico que vive en un barrio privado, también puede estar en situación de vulnerabilidad. Reducirla, hacer una especie de ‘tratamiento preventivo’, es mantener de cerca el vínculo con el chico, ver qué le pasa; si no cuenta mucho, observarlo. Lo ideal es que haya una buena comunicación entre padres y chicos. Si se distancia el vínculo y se corta el feedback -por lo que fuera-, es caldo de cultivo para que los predadores hagan desastres. Cuando le ocurre un hecho así a un niño, lo peor que le puede pasar es quedarse solo con eso”, insistió el psicólogo.

El camino de una persona que sufrió abuso está lleno de incertidumbre y sentimientos encontrados. En este contexto, la familia y el círculo íntimo de la persona que vivió el abuso se vuelve imprescindible. “La asistencia y acompañamiento dependerá del momento en el que esto sale a la luz. Por lo general, esto suele ocurrir tarde, después de que el hecho esta perpetrado, días, semanas o años más tarde. El acompañamiento terapéutico que siempre es bueno, llegará como asistencia ante la urgencia o como un tratamiento postraumático”, indicó el autor de “Vivir mejor”.

Cada persona, explicó el especialista, va a tener consecuencias diferentes ante un caso como este. “Dependerá de cómo lo haya afectado. Un tratamiento psicológico comienza con un diagnóstico y luego hay un pronóstico. En el primero se evalúa el aspecto dañado en determinado perfil de personalidad. Hay personas que son muy fuertes en determinadas situaciones y ante la misma situación otras son más endebles”.

Culpa de padres e hijos

Ante una situación de abuso, es inevitable que la víctima y quienes se supone que deben cuidarlo o protegerlo se sientan culpables de lo que pudieron haber hecho. “Puedo decir generalidades pero la culpa se vive de manera diferente en cada persona. La parte más difícil es la culpa del niño o niña abusado por un adulto porque se basa en lo siguiente: ser abusado quiere decir que su participación en el hecho fue sumisa. En un abuso, las estimulaciones sexuales de las zonas erógenas confunden y genera culpa. El consejo desoído de los padres, el sentir ‘qué van a pensar de esto mis padres’ y el goce generan culpa”, explicó el profesional. “Con respecto a los padres, lo ideal sería que puedan tener capacidad de reflexión y autocrítica. Es necesario que podamos estar a la altura de este tipo de circunstancias”, concluyó Alomo.

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