¿Por qué tomarse la molestia de organizar debates?

¿Por qué tomarse la molestia de organizar debates?

En 2019, el célebre politólogo Adam Przeworski publicó un ensayo de título provocador: ¿Por qué tomarse la molestia de hacer elecciones? El intelectual nacido en Polonia en el dificilísimo 1940, y hoy nacionalizado estadounidense, funda su pregunta sobre la base de premisas críticas: los resultados de los comicios, en muchos casos, generan más disensos que consensos; su mecánica es denunciada como “injusta” para numerosas fuerzas políticas; en sociedades profundamente desiguales, la elección enfrenta obstáculos insalvables; y durante el día de la votación, los hechos están muy lejos de los ideales originarios de la práctica electoral.

Frente a semejante panorama, Przeworski no rehuye a dar una respuesta al interrogante que titula esa obra que publicó tres años después de recibir el título de Doctor Honoris Causa en la UNT: “El mayor valor del mecanismo eleccionario, que basta para que lo apreciemos, es que al menos en ciertas condiciones nos permite procesar con relativa libertad y paz civil los conflictos que surgen en la sociedad”, describe. Los comicios, dirá, previenen la violencia.

Anoche, en “Panorama Tucumano”, ese valor político se vio, a escala, durante el debate de quienes encabezan las listas de candidatos a senadores. Los cinco postulantes llevaron propuestas, reproches y posturas que entran en conflicto. Pero pudieron procesar esas diferencias en paz y con libertad.

Desde el inicio, cada uno fue con una meta. Pablo Yedlin fue a polarizar contra Germán Alfaro. El intendente de JXC acudió a polarizar contra el diputado del FDT. Ricardo Bussi (FR) concurrió a romper esa lógica binaria, planteando que uno y otro son peronistas. Martín Correa planteó otra divisoria de aguas: el FIT como lo único diferente. Federico Masso, del Frente Amplio, desplegó su estrategia de que la opción es por encima de cualquier grieta.

A la hora de los proyectos, expusieron propuestas igualmente irreconciliables. En materia de seguridad, Bussi planteó “tirar a la basura los manuales garantistas y la doctrina zafaroniana”. En materia de la reforma laboral, Correa planteó una oposición indeclinable contra la eliminación de la indemnización por despido. En cuanto a combatir la desocupación entre los jóvenes, Masso postuló una jornada educativa extendida para capacitarlos y para alimentarlos. Alfaro propuso la eliminación progresiva del impuesto a las ganancias, comenzando por los jubilados. Yedlin defendió la conversión de los planes sociales en trabajo genuino a partir de los proyectos concretos que baraja el oficialismo nacional.

Claro está, no sólo de iniciativas vive el político.

Yedlin responsabilizó de la crisis actual a las políticas económicas del macrismo y sus consecuencias sociales. Alfaro sentenció que los gobiernos provinciales del Frente de Todos convirtieron a Tucumán en la provincia más pobre del NOA. Y a sus habitantes, en los más envidiosos de la región. Bussi sostuvo que la crisis es hija del “despilfarro peronista” y cuestionó el tamaño del Estado provincial y municipal. Correa remarcó que es tiempo de que a las crisis las dejen de pagar los trabajadores y la comiencen a pagar los industriales y los empresarios y los bancos. Masso reivindicó los derechos de los trabajadores y dejó a salvo a emprendedores y Pymes.

Y después de gritarse en varios tramos, y de cruzar acusaciones sobre el financiamiento de las campañas o la pertenencia a un espacio político, se saludaron cuando todo terminó. Uno por uno.

El debate valió la pena. Acabadamente.

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