Manzur: “la alegría que tengo hoy como peronista es que en Tucumán nadie sacó los pies del plato”

Manzur: “la alegría que tengo hoy como peronista es que en Tucumán nadie sacó los pies del plato”

El jefe de Gabinete de la Nación recibió a LA GACETA en la Casa Rosada. Sostuvo que al Gobierno le irá mejor en los comicios del 14. Dijo que las discrepancias entre el Presidente y la vice están superadas.

ENCUENTRO EN LA ROSADA. Juan Manzur durante el diálogo con el periodista de LA GACETA, Álvaro Aurane. ENCUENTRO EN LA ROSADA. Juan Manzur durante el diálogo con el periodista de LA GACETA, Álvaro Aurane.
02 Noviembre 2021

En la Casa Rosada se vivía ayer un clima acorde con el Día de todos los Santos. Mientras el presidente Alberto Fernández les rezaba a todos los jefes de Estado con los que se cruzó durante su gira por Europa para que intercedan por el Gobierno argentino ante el Fondo Monetario Internacional, en Balcarce 50 imperaba una quietud de Iglesia. Afuera, en Plaza de Mayo, no estaba la tradicional guardia periodística de todas las mañanas y hasta la carpa instalada por las organizaciones sociales se veía mustia. Cuando los semáforos de las linderas Rivadavia e Hipólito Yrigoyen coincidían en el rojo, desde las rejas del palacio podía escucharse el trinar de las aguas de las fuentes. Del otro lado, parsimonia. No había ir y venir de vehículos en el ingreso de la explanada. No había ir y venir de funcionarios por los pasillos. Ni sobre la alfombra roja que cubre los 42 escalones de los dos tramos de escaleras que llevan hasta el corazón del edificio. Los granaderos no montaban guardia ante el despacho presidencial. Sólo estaban los dos jarrones imponentes de la entrada. Y todas las luces apagadas.

Las oficinas de la Jefatura de Ministros son contiguas a ese escritorio. En el antedespacho hay dos escritorios, tres sofás, una vistosa lámpara de caireles y un gastado piso de parqué, que se queja con cada paso. A esa oficina neurálgica entran y salen sin golpear Jorge Neme y Valeria Zapesochny para consultar la agenda de Juan Manzur con su asistente, Vanesa Demarziani. Por un instante, se parece al Tucumán del período 2015 / 2019. Pero ahora, Neme es vicejefe de los ministros nacionales. Zapesochny es la secretaria de Medios de la Nación. Y Demarziani no anota las audiencias de un gobernador sino del coordinador del Poder Ejecutivo Nacional.

“¡Bienvenido!”, exclama Manzur cuando abre la puerta de su oficina. Pide que por favor se lo aguarde unos minutos, durante los cuales entra a una oficina donde se está celebrando una reunión, sale con un teléfono que le entrega a su secretaria, para levantar otro donde hay otro llamado en espera, y finalmente invita a pasar a su oficina, monopolizada por una mesa con 12 butacas. Pero dominada por una puerta vidriada de dos hojas. Su picaporte es toda la distancia que lo separa de la Presidencia, donde la tradición dice que está el Sillón de Rivadavia aunque, en realidad, la poltrona es de otro tucumano: es que la ocupó Julio Argentino Roca durante su primera presidencia y data de 1885. La ironía es un plato preferido de la historia.

-¿Qué balance hace de su gestión como jefe de Gabinete de la Nación?

-Creo que es muy pronto para hacer un balance. Acabo de cumplir un mes de gestión en un contexto complejo y difícil. En todo sentido. Yo formo parte de un espacio político en el cual, cuando la conducción necesita uno de sus dirigentes de cualquier lugar del país, lo convoca. En ese sentido, he seguido lo que manda el manual: me llamaron y he venido. Y en la medida en que la conducción considere que soy útil, que cuenten conmigo: estoy para eso. Entonces, en cuanto a la evaluación, lo primero es darle una impronta de gestión y de trabajo que cada dirigente tiene. No es que sea mejor o peor, sino que cada uno tiene su impronta de trabajo. Yo hago aquí lo mismo que en Tucumán. Desde las 7 de la mañana estoy en contacto con cada uno de los funcionarios, haciendo un monitoreo permanente de las políticas públicas, para que vean que se instrumentan en el territorio. Siempre siguiendo las indicaciones que da el Presidente de la Nación, en la coordinación que tengo de todo el equipo nacional.

-¿Cuáles son las perspectivas en las negociaciones con el FMI, tanto a partir de las gestiones del jefe de Estado en Europa, ahora, como de las que usted realizó el mes pasado en EEUU?

-Lo primero a tener en cuenta es la decisión política del Gobierno de acordar con el Fondo Monetario Internacional. Recordemos que aquí se acordó con todos los bonistas del sector privado y ahora hay una decisión política de acordar con el FMI. Y la hay después de la toma de una deuda irresponsable por parte del gobierno de (Mauricio) Macri. Él le pidió cientos de miles de millones de dólares al sector privado. Y cuando el sector privado le dejó de prestar, fue a pedirle al Fondo Monetario Internacional la mayor deuda jamás tomada por un Estado a nivel global: casi 50.000 millones de dólares. Esta es la deuda irresponsable que tomó Macri, heredada por todo el pueblo argentino y consecuentemente también por nuestra gestión, que es la que estamos tratando de resolver. Lo único que pedimos que el acuerdo no impida el desarrollo de la Argentina. Es clave que nos permitan crecer para poder pagar. Si no nos dejan crecer, ¿cómo vamos a reunir los recursos para pagar? Entonces, aquí hay que tener en cuenta dos cosas. Primero, que queremos pagar. Segundo, que nos den la oportunidad de crecer para poder hacerlo.

-La semana posterior a la derrota exhibió tensiones entre el Presidente y la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. ¿Han sido superadas?

-Sí. En un espacio político como el nuestro siempre hay diferencias. Y son lógicas, buenas y saludables. Lo que hay que entender es que todo nuestro espacio político comparte una visión clara de qué es lo que queremos para nuestro país. Entre los dirigentes tenemos matices, que son normales. Pero todos tenemos claro adónde ir.

Entonces lo interrumpe una llamada telefónica. La atiende. Sale al antedespacho. Cuelga. Saluda a (lo que se oye) es uno de los miembros de la comitiva que lo acompañó en octubre a Nueva York. Después aparece por un instante a confirmar que un “imprevisto” lo mantendrá ocupado por un tiempo. Y que en todo caso, “cualquier cosa”, que se lo llame. Cuando depende de él, Manzur prefiere despedirse sin decir adiós.

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