Ministros que valen 100.000 votos

Ministros que valen 100.000 votos

La unidad del PJ en la provincia tiene una finalidad que se traduce en una cifra: 27.000 votos. Es la cantidad de sufragios que debería conseguir el PJ el 14 de noviembre por encima de los obtenidos en las PASO para concretar lo que Manzur deslizó el viernes en Simoca -aunque con otro número engañoso-: la tercera banca de diputados. Pero, cuidado, esto siempre y cuando se repitan los valores de las PASO también para la oposición. Porque si Juntos por el Cambio mejora lo hecho las primarias (336.567 votos), el oficialismo deberá conseguir tres adhesiones más por cada boleta nueva que sume la coalición adversaria para que se verifique la pretensión bastante optimista del Jefe de Gabinete.

El objetivo político quedó claro cuando el gobernador de licencia para animar a los peronistas -a los primos manzuristas y jaldistas que se recelan- les aseguró entusiasmado que están a tan sólo 7.000 votos de lograr tres bancas para la Cámara Baja (Rossana Chahla, Valentín Fernández y Alejandro Melo). Un intento para inyectar ánimos, pero más que nada para tratar de asegurar la unidad, hoy muy poco convincente entre los compañeros, a partir de realizar un esfuerzo extra para llegar a ese número.

No se podrá saber qué consultora le pudo haber entregado esa cifra, menos en base a qué estimaciones; pero si nos atenemos a los resultados de la votación del 12 de septiembre surgen claras las diferencias en cuanto a los valores reales que necesita el Frente de Todos. Los cálculos matemáticos resultan cansadores, aburridos y engorrosos, pero en este caso son necesarios, como los de la proporcionalidad del sistema D’Hont. Las proyecciones de las PASO dicen que le corresponderían dos bancas al Frente de Todos y dos bancas a Juntos por el Cambio.

Ahora bien -aquí viene lo complicado del análisis-, la oposición llega a la cuarta banca con 168.283 votos (cifra resulta de dividir el total obtenido por dos), superando los 159.929 del oficialismo (la división del total de sufragios -479.786- por tres). Los separan 8.355 votos, cifra más o menos parecida a la que arrojó Manzur a la mesa en Simoca. Nueve mil para redondear. Como esa cifra debe multiplicarse por tres, el peronismo debería sumar a lo obtenido en las primarias casi 27.000 adhesiones más, o sea: trepar a 506.784. Con esos miles, Melo adentro, afuera Paula Omodeo. Reiterando que eso sería así, siempre y cuando el frente opositor sólo repita su performance, o la empeore.

Al margen de las especulaciones, lo que interesa es el mensaje dirigido a los peronistas con el que bajó Manzur a la provincia: la obtención de la tercera banca está a mano. Se entiende que así quiera animar a la tropa a a que transpire un poco más la camiseta en la batalla, codo a codo, manzuristas y jaldistas; si están ahí, cerquita, tal como lo pinta. Para él, que tiene proyección nacional, la victoria importa, pero hacerlo por tres a uno implicaría otra cosa. En ese marco hay que tener en cuenta que el dirigente que tiene votos se convierte en jefe de un espacio, pero el que los tiene y además triunfa, lidera; máxime en el peronismo. Cristina tenía los votos de Buenos Aires, pero perdió en las PASO con su alfil Kicillof a la cabeza.

Por esa razón para varios referentes del oficialismo la elección que viene tiene un especial interés, porque va a proyectar a algunos, a consolidar a otros y a sacar de la cancha a los que fracasen en las urnas. Para lo que se viene, en el Frente de Todos, casualmente, todos van a necesitar nuevas cartas de presentación de cara a 2023. A revalidar títulos, o a ganar nuevos. Manzur lo reveló al bajar línea; si consigue su meta lo más seguro es que no retorne a Tucumán. Jaldo ampliaría su sonrisa. ¡Cómo no aceptar el desafío de luchar por los 7.000 votos que dice el jefe de Gabinete!, aunque en realidad se requieran 27.000, o muchos más ya que depende de Juntos por el Cambio. Luche y no vuelve, se podría  parafrasear.

Sin embargo, hay algo más para analizar detrás de esta aseveración del funcionario nacional: si es que está manejando datos o encuestas sobre el posible alcance electoral de la oposición. Porque así como necesita tres votos propios por cada uno de los adversarios, así también tal vez contemple que la oposición empeore su votación, lo que a los fines de los cálculos matemáticos lleva al mismo resultado. Al margen: si el oficialismo apunta a consolidar la unidad como estrategia electoral, ¿estará haciendo lo mismo la dirigencia de Juntos por el Cambio para potenciarse hacia el 14?

Manzur trató mejor de lo que pueden y quieren esperar algunos de sus halcones al vicegobernador en ejercicio del Poder Ejecutivo. Jaldo es el gobernador, recalcó, como para que se dejen atrás rencores, resentimientos y diferencias entre manzuristas y jaldistas. Un gran esfuerzo si se piensa en las heridas que dejó la interna del PJ. Fue una carnicería, comentó un protagonista de la disputa por el liderazgo interno del peronismo tucumano, como para reflejar lo que sintieron los que no se guardaron nada a la hora de enfrentarse.

En la unidad que se pregona y busca consolidar el PJ, ganan los socios que renovaron sus votos, por lo menos en la acción política que llevan adelante en conjunto, quién sabe hasta cuándo. En el marco de ese entendimiento mutuo, en medio de este proceso electoral y a causa de lo que exteriorizó Jaldo en la interna partidaria -atacando la política de seguridad en la persona de Maley y a la educación apuntando a Lichtmajer-, hay que detenerse en la salida del ministro de Seguridad. Con ese agresivo discurso de barricada, de contrincante interno, el tranqueño cosechó casi 200.000 votos de peronistas que respaldaron su pensamiento respecto de la gestión del médico sanitarista. Pero, la derrota nacional del Frente de Todos alteró tableros y protagonistas, donde la mayor ironía es que ahora Jaldo gobierna en reemplazo de Manzur, pero con el gabinete del mandatario licenciado.

La contradicción fue festejada por la oposición, que rápidamente salió a reclamar y a seducir a ese electorado “opositor” interno que se desconcertó con los reacomodamientos sorpresivos posteriores. Se consideró que eran votos antimanzuristas que Jaldo no podría retener como administrador del gobierno de Manzur. Era natural el discurso y la pretensión política, así como la incomodidad del vicegobernador de tener al alcance de su mano el cumplir sus palabras de campaña pero sin poder romper con su viejo socio, menos en un tiempo electoral. La ida de Maley fue una salida salomónica para que ninguno de los dos quede mal parado, y para cuidar aquellos votos. Para que no se fuguen a otros espacios.

Se menciona en los pasillos de la Casa de Gobierno que Manzur no le soltará la mano al ex ministro de Seguridad, por quien tiene consideración, y al que posiblemente refugie en la Nación. Ahora bien, si Jaldo atacó a dos ministros manzuristas y logró 200.000 votos -recurriendo a las matemáticas para las interpretaciones políticas-: Maley entonces es un ministro que vale 100.000 votos. O es lo que suponen que no se perderán con el alejamiento de la persona responsable del área más cuestionada por la sociedad. ¿Matemáticamente implica que Lichtmajer también deberá alejarse para cuidar la otra mitad de los sufragios? Algunos responden que ahora está haciendo bien las cosas. Pero, hay que evaluar seriamente cuántos de esos votos descontentos se escaparán del espacio. Después del 14 se verá cómo viene la mano. Por el momento lo que se quiere mejorar en imagen, dando señales de que se atiende a los cambios exigidos por un sector del peronismo, se daña a causa de las heridas que dejo la interna del PJ, porque hay adversarios que se han convertido en enemigos; como en Tafí Viejo, donde el intendente manzurista está distanciado de concejales jaldistas.

Manzur y Jaldo hicieron su parte para que la calma se imponga en ese territorio. Una muestra fue, por ejemplo, la foto de Noguera con Jaldo, tras el mensaje de los 7.000 votos del jefe de Gabinete. Aunque se redujo el conflicto institucional a una pelea comarcana sin incidencia en la votación que viene, todo se observa con preocupación.

Casi lo mismo se dijo del entredicho en el Concejo Deliberante de Concepción a causa de la elección de autoridades: que se trataba de una situación política reducida a los límites de la ciudad, sin implicancias en la sociedad de Juntos por el Cambio. Sin embargo, cuando en el medio aparecen las siglas de los partidos en pugna no se puede pensar en que los estertores no tengan alcance provincial. Porque ya se juega el 23. Campero y Sánchez se enfrentaron a Alfaro en la interna de septiembre y salió una lista integrada por ambos lados, un sector que quiso al bussismo dentro de la  coalición pero que no pudo concretarlo y otro que le pide a Fuerza Republicana que se baje de los comicios. En Juntos por el Cambio también deberán hacer un esfuerzo mayúsculo para repetir y mejorar los números de las PASO, tanto los que ganaron como los que perdieron. El que juegue para atrás perjudicará la posibilidad de convertir a la coalición en un polo de poder político fuerte para competir contra el PJ dentro de dos años. Lo que las urnas juntaron se pondrá a prueba de nuevo, y en este caso habrá que esperar los resultados del 14 para saber cómo jugaron dentro del frente opositor. Por caso, en el oficialismo pregonan la unidad como objetivo propio pero deslizan que en la oposición algunos andan fomentando cortes de boletas; lo que también es una forma de tratar de dañar o de debilitar al oponente. Tienen miedo, apuntan desde la oposición.

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