Elogio de la sordera

“Dicho de dos o más personas: discutir un tema con opiniones diferentes”. Con esos términos define la Real Academia Española el verbo “debatir”. Y la definición, tan sencilla en su formulación, plantea un dilema complejo: anoche, las candidatas a senadoras en segundo término que acudieron a debatir a LA GACETA, finalmente, no debatieron.

Con los atriles vacíos de Beatriz Ávila (la diputada de Juntos por el Cambio tuvo sesión y manifestó que no consiguió pasajes para volver a Tucumán) y de Paula Mercado (la postulante del Frente Amplio indicó que por razones de salud de sus padres no podía asistir), lo más parecido a un “debate” entre Gabriela Gramajo (Frente de Izquierda y de los Trabajadores), Liliana Leiva (Fuerza Republicana) y Sandra Mendoza (Frente de Todos) fueron sus monólogos. Es decir, el minuto durante el cada una habló, sin interrupciones, de los planes sociales, de la reforma laboral, de si debe gravarse la renta financiera, de la negociación con el FMI, de cómo combatir la inseguridad, de la reforma tributaria, y de alentar el empleo y la educación para los jóvenes. Durante esos espacios, cada cual brindó propuestas. Claro está, eran exposiciones. Pero fueron los únicos momentos en que daban “opiniones diferentes sobre un tema” y cada una escuchaba a las demas.

Otro fue el cantar (o, más bien, el gritar) en los tres segmentos denominados -nada menos- “Debate Libre”. Ahí ninguna escuchó a la otra. No es una metáfora: era imposible que pudieran oírse porque las tres hablaban simultáneamente.

El primer segmento arrancó con Leiva inquiriendo a Mendoza acerca de cómo pensaba el oficialismo convertir los planes sociales en puestos de trabajo. La diputada del FDT respondió exponiendo algunos trazos del proyecto de ley oficialista. Pero Leiva planteó que el costo impositivo de poner en blanco un empleado tornaba imposible la propuesta; mientras Gramajo denunciaba que sólo buscaban generar trabajo precarizado; y Mendoza intentaba rebatir esas afirmaciones, pero sin hallar una pausa en la cual hablar. Leiva levantaba la voz para decir: “en el país hay 1 millón de planes sociales”; mientras Gramajo gritaba que ni el PJ ni FR generaron empleo genuino cuando fueron Gobierno. Leiva subía más el tono para cuantificar que los planes sociales “nos cuestan $ 529 millones por día”. Gramajo vociferaba: “cómo se nota que ustedes no han pasado hambre”. Y Mendoza le retrucaba “vengo de una familia humilde”.

“Hay que fomentar la inversión”, arrancó Leiva en el segundo bloque, pero fue tapada por Gramajo que gritaba “hicieron mierda el país”. Y recriminaba que el Estado no diera de comer a miles de tucumanos; mientras Mendoza respondía: “el Gobierno estuvo (asistiendo a los pobres), no sé dónde estuvo usted”. Leiva no alcanzó a oír esto porque machaba con la presencia de niños pobres en los semáforos. Pero tampoco la escuchaban porque Gramajo preguntaba: “¿dónde va.la plata (pública)? No pueden decir que tienen un plan económico”. A lo que Mendoza contestaba: “¿y qué plan tiene la izquierda?”.

El último segmento se consumió entre chicanas sobre la inseguridad, otra vez con voces superponiéndose hasta el paroxismo.

Las candidatas, entonces, no se escucharon. Lo cual parece, a microescala, una muestra de lo que ocurre en el Congreso de la Nación. Si en eso consiste hoy el parlamentarismo, lo de anoche configuró, acabadamente, un elogio de la sordera.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios