“Distancia de rescate” conquista al público en EE.UU.

“Distancia de rescate” conquista al público en EE.UU.

La película basada en la novela de Samanta Schweblin se aparta de los clichés del género terror y atrapa con su atmósfera siniestra.

PROTAGONISTAS. La española María Valverde y la argentina Fonzi. PROTAGONISTAS. La española María Valverde y la argentina Fonzi.

No tengo casa, no tengo zapatos / No tengo dinero, no tengo clase / No tengo faldas, no tengo suéteres / No tengo perfume, no tengo amor / No tengo fe

La canción de Nina Simone (“Aint got no / I got life”) que se escucha en “Distancia de rescate” parece reflejar la entidad de los personajes y su destino trágico.

La escritora argentina Samanta Schweblin y la directora peruana Claudia Llosa lograron que la película sea fiel a la novela. En la última semana se ubicó como la más vista en Netflix por el público de Estados Unidos.

La novela de Schweblin fue publicada en 2014, premiada, traducida a varios idiomas, muy vendida y muy celebrada por la crítica. Llosa, por su parte, es autora de “La teta asustada”, una película de 2009 nominada al Oscar que indaga en la mente de las mujeres que fueron violadas durante el conflicto entre el Estado peruano y las agrupaciones armadas.

“Distancia de rescate” presenta a Amanda (la española María Valverde), que pasa las vacaciones en un tranquilo pueblo argentino donde conoce a Carola (Dolores Fonzi). Siempre preocupada por el bienestar de su pequeña hija Nina, Amanda calcula constantemente la distancia de rescate necesaria para protegerla. Va descubriendo que las cosas que la rodean no son como parecen.

EN RODAJE. La actriz Dolores Fonzi junto a la directora Claudia Llosa, preparan la filmación de una escena. EN RODAJE. La actriz Dolores Fonzi junto a la directora Claudia Llosa, preparan la filmación de una escena.

El filme no responde a los códigos más frecuentados por el cine de terror y a sus clichés, tal como lo esperarían los aficionados al género. No se trata de un cine de miedo concebido para asustar, sino para inquietar mediante una fusión de géneros que lo vuelve menos clasificable y lo ubica entre el thriller psicológico, el suspenso y hasta el realismo mágico. Su atmósfera opresiva es comparable a clásicos como “El bebé de Rosemary”. Todo es enigmático desde el inicio y el público debe ir armando el cuadro, que no es difícil de completar, a pesar de algunas ambigüedades e ideas que quedan sólo sugeridas.

Schweblin forma parte de una nueva generación de escritoras argentinas que trabajan con el terror, lo fantástico y la violencia, a menudo de género. Temas ligados a lo social, con una perspectiva femenina. En este caso, por ejemplo, no es casual que los personajes masculinos tengan poca gravitación en la trama.

Con la escritora como co-guionista, es lógico que la película sea muy fiel al libro. La diferencia está en que el texto narra todo desde la conciencia de Amanda, entregando retazos de realidad y voces que van componiendo a su ritmo el tejido, sin dejar de seducir e intrigar al lector con herramientas literarias. El cine, aunque pueda manipular la imagen, volverla ambigua o fragmentaria, es un código diferente que a veces prefiere introducir algunos cambios al relato original. Aquí se lo respetó a rajatabla.

Uno de los personajes más atractivos de la novela es el de la curandera que interpreta con su habitual carisma Cristina Banegas. En la película está desaprovechado.

Lo maligno tiene que ver con el ambiente, que ha sido pervertido por el ser humano, y con el miedo a perder lo más querido. Pero no sólo por la muerte sino por una transformación en otro, a cambio de la vida. Lo monstruoso y lo extraño parece encarnado en el personaje del niño, cuya fisonomía y comportamiento lo señalan como el responsable de las desgracias que vendrán.

El filme es muy recomendable por su calidad artística en todos los rubros cinematográficos y porque mantiene la tensión dramática con su desafío a desentrañar un misterio. Si bien no está en sintonía con el espectáculo convencional, abundante en fórmulas de probada eficacia, la presencia en Netflix de esta clase de relatos “diferentes” representa una saludable política de la plataforma al impulsar productos de autor.

Hay que reconocer que una novela como “Distancia de rescate” no es fácil de adaptar al cine. La literatura de Schweblin es una experiencia particular diseñada por el lenguaje. Su materia, muchas veces misteriosa y oscura, se desliza entre las grietas de lo cotidiano. Hay que leer sus libros de cuentos “Siete casas vacías”, “Pájaros en la boca” o “El núcleo del disturbio”, que están entre lo mejor de la narrativa contemporánea.

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