Robin Wood: la aventura de haber vivido

Robin Wood: la aventura de haber vivido

El creador de Pepe Sánchez o Nippur de Lagash falleció en Paraguay a los 77 años. Su legado trasciende las fronteras y se proyecta en todo el mundo que lo venera como uno de los grandes guionistas de historietas.

Robin Wood: la aventura de haber vivido

Nadie tiene más valor que Nippur de Lagash, más astucia que Dago ni más argentinidad que Pepe Sánchez, tres de los cientos de personajes (entre protagónicos y secundarios) que legó Robin Wood a la historieta mundial en sus más de 10.000 guiones.

A los 77 años, y tras una “penosa enfermedad” como publicó su esposa y agente literario, María Graciela Sténico-Wood, en las redes sociales, el escritor paraguayo murió en su país natal. Pero la necrológica sería incompleta si se limitase a cerrar un círculo de esa manera: su vida fue tan nómade como las páginas de las revistas donde aparecieron sus creaciones en medio mundo. De su soledad de niño, de sus experiencias laborales desde adolescente, de sus penurias y de sus ilusiones nacieron historias de un marcado perfil humano, donde la solidaridad era posible aún en el contexto más brutal, como la guerra. La amistad, el amor, los deseos, la necesidad vital de las cosas simples se hacían presentes en sus viñetas, siempre ilustradas por maestros del género que no le iban a la saga en cuanto a talento.

“La historieta posee vida propia; no admito el considerarla incluida en ramas de la literatura o del arte ilustrativo, como si careciera de valor por sí misma”, reclamó, para jerarquizar un género que desplegaba sus alas a mitad del siglo pasado en una América Latina parcialmente alfabetizada, en la que sus trabajos impulsaron las ganas de aprender a leer.

En dos meses, el tucumano Daniel Ferullo lanzará un libro dedicado a su obra desde su editorial Ferullo-Burke. Conocedor de su enfermedad, esperaba que el (inevitable) desenlace no fuese tan inminente. “Fue el maestro de la aventura, el que nos emocionó y alegró por décadas, el que acompañó el crecimiento de generaciones de argentinos (y latinoamericanos e italianos). Él, que nos regaló un hermano mayor como Nippur de Lagash; sin ninguna duda, el autor más querido y más recordado por millones de lectores”, afirmó (ver “Testimonios tucumanos”).

Vivió entre 1960 y 2000 en la Argentina, pero era habitante de un mundo que recorrió físicamente y en sus obras varias veces. Luego regresó a su país, donde fue recibido con los honores que merecía por su trayectoria, con distinciones en todo el Mercosur. Desde Paraguay, el historietista Roberto Goiriz habló con LA GACETA sobre el legado de Wood. “Lo conocí hace muchos años, primero desde lejos y luego colaborando con él como dibujante en ‘Isabella, historia de un fantasma’, ‘1811’ sobre el bicentenario de la independencia nacional, ‘Warrior M’ o ‘Hijo de Nippur’. Con él aprendí mucho de las historietas, de la mirada aventurera que le daba a sus guiones y a sus personajes de un profundo humanismo, con sus fobias, sus virtudes y defectos, sus logros y fracasos: no tenía superhéroes, sino que se destacaban por alguna habilidad o por su forma de pensar”, describe.

Hay otra dimensión en la que se detiene Goiriz. “Fuimos forjando una amistad a medida que pasaba el tiempo, y su pérdida es muy sentida no solamente para mí, sino para todos los que lo tratamos y para la historieta mundial. Tenía una enorme riqueza de carácter; a veces era indescifrable pero siempre muy generoso. La tristeza que sentimos es muy grande. Sabía que estaba delicado pero la muerte siempre te toma de sorpresa. En vida le dimos nuestro agradecimiento, nuestro afecto y nuestro reconocimiento, como se lo merecía”, confiesa.

Robin Wood no era Gilgamesh, el inmortal. Pero fue más importante: este no hubiese existido sin él. La muerte, en definitiva, es una anécdota; lo trascendente es haber vivido.

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