Cartas de lectores V: tangos en Tucumán, en 1910

Cartas de lectores V: tangos en Tucumán, en 1910

17 Octubre 2021

Carlos Páez de la Torre (h) relató en una crónica publicada en LA GACETA hace algunos años que, en su breve estada en Tucumán, en 1910, el pintor y literato catalán Santiago Rusiñol asistió a una sesión de tango en las afueras de la ciudad. Como lo cuenta en “Un viaje al Plata” (1911), “el lugar era mitad taberna, mitad boliche, casa bastante sospechosa, bastante rancho o conventillo, en una palabra, casa de juerga a la americana. Un patio con un gran árbol al centro, mostrador, veinte mesas con gente bebiendo y cuatro músicos con acordeón, guitarra, bandurria y clarinete. Primero, los parroquianos y las compañeras bailan una danza criolla. Después viene el tango, ante el cual todos se conmueven y se arrebatan como si llegase un viento encendido. Es el momento en que empieza a mecerse todo el mundo. De cada rincón salen parejas que se estrechan. Los pies se mueven en silencio, adelantan, retroceden, resbalan como si buscasen ardid para hacer suya a la bailadora. Hay momentos en que parece que se atacan y entonces cambian de camino, y ellas que lo saben y están advertidas, retroceden, seduciendo y concediendo, se detienen luego y huyen a un tiempo, y los ojos, y los pies, y los brazos, y todo el cuerpo se vuelven de goma voluptuosa, y todo ello silenciosamente, pausadamente, como quien cumple un acto de vida; la invitación al amor sensual con los respetos y la cadencia de quien cumple un destino y comulga con la raza”.

Luis Salvador Gallucci

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