Turismo electoral

Tucumán, otra vez, está en el centro de la escena nacional. La puja entre el oficialismo y la oposición se ha instalado en el territorio gobernado por Juan Manzur, aunque el sanitarista esté en uso de licencia por haber asumido la Jefatura de Gabinete. No es casual que el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, haya incluido a la capital tucumana como parte de su gira por el interior del país. La provincia es uno de los núcleos en la puja electoral con vistas a los comicios del 14 de noviembre. Cascotearle el rancho a Manzur es tocarle la puerta del despacho al presidente Alberto Fernández, cuya imagen se debilitó tras el resultado de las PASO. Juntos por el Cambio lo sabe. Y, por eso, el alcalde porteño salió a federalizar su imagen por el norte profundo. Sabe que pegándole al jefe de Gabinete, al dueño de los anuncios oficiales de “chau pandemia, hola platita en el bolsillo”, será un duro golpe a las aspiraciones electorales de repuntar el resultado en el turno de noviembre. Además de apoyarse en los gobernadores, Manzur sigue tejiendo alianzas con los barones del conurbano bonaerense y con la cúpula de la CGT. Ellos aspiran a mejorar el resultado para que el Presidente tome aire en los dos años de gestión que aún le quedan. Alberto Fernández ha venido a Tucumán a recibir un poco de calor, en medio de tantos cuestionamientos y sinsabores de gestión. Algo así como un turismo electoral en un fin de semana XXL.

Para Rodríguez Larreta 2023 todavía está lejos. Es presidenciable y seduce a gran parte del empresariado tucumano, que lo ha recibido con los brazos abiertos. El peronismo no ha logrado penetrar en el sector privado. Las medidas que ha tomado a lo largo de las gestiones justicialistas han ahuyentado a ese capital privado que sigue promoviendo un cambio, pero que aún no ha encontrado a un líder opositor que los contenga. Mauricio Macri ha sido una luz de esperanza que se fue apagando a medida de que no hubo derrame de la economía para esta parte del país. Las provincias norteñas siguen pidiendo acciones que tiendan a devolverle la competitividad frente a otras zonas más cercanas al puerto. Sin embargo, la centralidad ha dominado (y todavía domina) las decisiones nacionales. No hubo un político que no haya prometido, en campaña, la reparación histórica para el Norte Grande.

Los indicadores socioeconómicos son la clara muestra del fracaso de las acciones gubernamentales. En el Norte Grande hay 144.000 desocupados y 349.000 habitantes que, teniendo un empleo, no lograr llegar a fines de mes y, por eso, buscan otro para mejorar su situación socioeconómica. En el mientras tanto los persigue la pobreza. Las tasas más altas están, precisamente, en el NOA y en el NEA, con un promedio del 45% y un ejército de 1,9 millón de pobres. La reactivación económica tarda su tiempo en llegar a esta región cuando las grandes urbes tienen la oportunidad de mostrar cierto despegue. En muchos casos no llega. Las provincias norteñas son altamente dependientes del Estado. En Tucumán, por ejemplo, hay tantos empleados públicos como privados (cerca de 120.000 en cada actividad). Y lo que es peor, la informalidad también se ubica en esos mismos guarismos. El proceso de reconstrucción socioeconómica demandará su tiempo. Tal vez una década, siendo optimistas, o 20 años si es que la Argentina se estabiliza y crece a un ritmo del 3% anual en promedio y de forma constante, sin crisis recurrentes. Parece mucho pedir.

En las jurisdicciones, a su vez, tampoco hay coordinación de acciones. La inflación se llevó puesto el poder adquisitivo de todos los asalariados. Y hablar de reapertura de paritarias suena utópico con un gasto público que no termina de acomodarse. A más de un técnico del Poder Ejecutivo le ha hecho ruido la decisión adoptada por el gobernador de la vecina provincia de Santiago del Estero, Gerardo Zamora, que ayer anunció el pago de un bono de $ 90.000 en tres cuotas para todos los empleados de la administración pública provincial, como también un aumento salarial del 57% que se empezará a cobrar en enero.

El beneficio a los empleados estatales se da a menos de un mes para las elecciones legislativas nacionales de medio término, aunque en Santiago del Estero también se elige gobernador (Zamora irá por otro mandato), vicegobernador y diputados provinciales. Según el anuncio santiagueño, el pago a los casi 55.000 estatales (la mitad de los que tiene Tucumán, por ejemplo) se dará en tres cuotas de $ 3.000 cada una y la primera se pagaba este jueves, mientras que los dos restantes serán el 10 de noviembre y el 9 de diciembre. Es verdad: los sueldos de los estatales santiagueños son de los más bajos del país, pero en tiempos electorales, todo vale. Incluso el reconocimiento oficial de un kirchnerista de que la inflación ha tirado por tierra el ingreso de los argentinos. De todas maneras, Zamora ha puesto en aprietos a sus pares de otras provincias que, a partir de este ejemplo, despertarán la reacción de los respectivos gremios estatales. Hay quienes consideran que la medida es inoportuna porque no hay dinero para repartir sin que ello implique más gastos y, por ende, más impuestos. De todas maneras, todos quedan entrampados por ese mantra peronista de que “con un poco de platita se revierten resultados electorales”.

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