La madurez para debatir sobre Facebook o el kimchi

La madurez para debatir sobre Facebook o el kimchi

En los últimos días, los argentinos pudimos ampliar nuestro horizonte culinario. Por todos los medios conocimos las particularidades del kimchi, un plato de origen coreano preparado a base de la fermentación de la col asiática o repollo brassica pekinensis. Si bien la mayoría nunca degustó ese sabor, al apreciar su color rojizo notamos el gusto picante de su receta. El kimchi no sabe de grietas ideológicas y está presente en la mesa de los habitantes de Corea del Sur y Corea del Norte.

El kimchi tampoco conoce de fronteras y la semana pasada fue calificado como un “tesoro” por la senadora misionera Magdalena Solari Quintana (Frente Renovador), quien impulsó un proyecto de ley que obtuvo media sanción en el Senado con el que instituirá cada 22 de noviembre como el Día Nacional del Kimchi en Argentina. La iniciativa giró ahora a Diputados y pretende “conmemorar a los inmigrantes coreanos”.

Mientras la agenda legislativa local celebra exquisitos sabores, el senado norteamericano por estos días está preparando uno de los tragos más amargos que conoció Facebook desde su creación. “Facebook pone sus astronómicas ganancias antes que las personas”, ha denunciado Frances Haugen, una ingeniera en computación de 37 años que trabajó en la compañía hasta principios de este año. La ex empleada se presentó esta semana ante los congresistas estadounidenses, luego de que se conocieran una serie de reportajes publicados por The Wall Street Journal a partir de información filtrada por Haugen. Entre ellos se conoció un estudio en el que se certifica que la compañía sabía que Instagram podía ser tóxica para los adolescentes, a partir de un análisis en el que el 32 por ciento de las adolescentes mujeres sostuvo que dicha red social las hizo sentirse peor respecto de sus cuerpos. Pero por estos días, las advertencias de Haugen fueron más lejos: indicó que la empresa no es transparente, alienta las divisiones, promueve el extremismo y además debilita la democracia. La ex empleada de Facebook rogó entonces que el congreso norteamericano actúe al respecto.

La respuesta del creador de la red social más importante del mundo no ha tardado. A través de su perfil, Zuckerberg sostuvo que “muchas de las afirmaciones (de Haugen) no tienen ningún sentido”. En su mensaje dirigido a todos sus trabajadores, el fundador de Facebook consideró que las investigaciones internas se usaron “fuera de contexto” y que se pintó “una falsa imagen” de la empresa. “Nos preocupamos profundamente por temas como la seguridad, el bienestar y la salud mental. Es difícil ver coberturas que tergiversan nuestro trabajo y nuestros motivos”, indicó el empresario.

Pero el propio Zuckerberg se hizo eco además de uno de los temas centrales que llegó a los senadores estadounidenses a coincidir sobre la necesidad de regular las redes sociales. Es decir, tanto el sector político como el corporativo ya no discuten si es necesario legislar los alcances y funcionamiento que tienen las tecnológicas en la vida social, política y económica de los países en los que se las utiliza. Ahora discuten cómo hacerlo. El CEO de Facebook sostuvo en su mensaje público que siempre ha sido partidario de actualizar las regulaciones para el uso de internet y que de hecho así lo demostró en su anterior exposición en el Congreso. Sostuvo además que está de acuerdo en la regulación sobre el contenido político, la privacidad y los debates sobre la competencia. Mientras tanto en el senado ya existen posiciones más duras como la idea de partir a las empresas para debilitar su poder o bien crear agencias reguladoras que tengan como misión controlarlas. Hagen sostiene que la regulación no será suficiente, pero se muestra optimista y sostiene: “es posible crear redes sociales más seguras, respetuosas con la libertad de expresión y más agradables”.

En Argentina esta discusión aún no tuvo trascendencia en el sector político. La madurez del debate sobre la regulación de las tecnologías que nos informan, entretienen y nos interrelacionan aún es ajena para nuestros parlamentarios. El sabor del kimchi, en cambio, es tan potente que es capaz de concentrar la atención de oficialistas y opositores. Sin embargo, la diversidad de la agenda legislativa de nuestro Congreso todavía nos sorprende, aunque también nos ilusiona.

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