Violencia sin autocrítica

Violencia sin autocrítica

Violencia sin autocrítica

Los incidentes que provocó en el vestuario tras la eliminación de la Copa Libertadores contra Atlético Mineiro en Belo Horizonte hacían presagiar sanciones duras, pero los números igualmente impactan, más aún a un Boca todavía golpeado por la dura derrota del domingo en el Superclásico del Monumental contra River. Escribo estas líneas horas antes del partido de anoche contra Lanús, pero no hay que ser mago para adivinar uno de los cantos preferidos de La Bombonera. Ese que dice que “la Conmebol, la Conmebol, se va a la …”.  

No hay que ser mago porque Boca ya lo cantó en muchas ocasiones anteriores (las más recordadas acaso la sanción por el gas pimienta y la final que la Conmebol llevó a Madrid, siempre con River en el medio). Y no hay que ser mago porque hace apenas días Juan Román Riquelme, la voz más poderosa del club, reiteró eso de que Boca le ganó sus dos partidos al Mineiro, en referencia a los dos goles que le anularon en ambos partidos que terminaron cero-cero. El primer gol por una falta que nadie vio salvo los árbitros (que la Conmebol suspendió luego por tiempo indeterminado y jamás volvió a designar) y el segundo por un offside milimétrico (es decir, por offside). Para Boca será más fácil decir que le ganó al Mineiro e insultar a la Conmebol. Más difícil será admitir su responsabilidad.

Supongamos que Boca no sancionó a sus jugadores por aquello de “reaccionaron en caliente porque se consideraron robados” (Cristian Pavón y Sebastián Villa, seis partidos de suspensión cada uno; Marcos Rojo, cinco; Carlos Izquierdoz, cuatro; Diego “Pulpo” González, tres y Javier García, dos). Pero Boca desnudó su cero autocrítica al mantener en su cargo como si nada hubiese sucedido a Raúl Cascini, el ex jugador y miembro de Consejo de Fútbol que, lejos de su rol, fue justamente quien inició los desmanes en la zona de vestuarios. Recibió sí la sanción más justa de la Conmebol (dos años sin ir a los estadios,  misma pena para Marcelo Delgado, también miembro del Consejo). Cascini no entendió su nuevo rol, como sí lo hizo el “Patrón” Bermúdez (por algo no fue sancionado). Una buena cantidad de hinchas de Boca consideró lógica la furia del plantel. “Con Boca no se juega”, parecían decir.    

El Departamento de Legales de Boca inició ayer mismo el estudio del caso para recurrir primero ante la Comisión de Apelaciones de la propia Conmebol y luego, eventualmente ante TAS de Lausana. Acaso podrán bajar algunas penas, pero las imágenes no dejan mucho margen para la discusión. Ni tampoco para ciertas protestas algo infantiles, como alguna provocación previa y posterior al partido del presidente del Mineiro, Sergio Coelho. Si salimos del Mundo Boca, podríamos escuchar eso de que la Conmebol (“la “Corrupbol”) es probrasileña (el presidente de la Comisión de Arbitros, Wilson Seneme, es brasileño).  

Pero también deberíamos recordar entonces que la Selección argentina viene de jugar en Asunción (la casa de la Conmebol que lidera el presidente paraguayo Alejandro Domínguez) y que una terna de árbitros brasileños no sancionó en su contra un brazo-penal clarísimo del “Cuti” Romero, al interpretar que el defensor había sido desplazado en el salto por un rival. Si hubiese dicho lo contrario no había mucho espacio a la protesta. ¿Y, además, acaso la Selección no viene de ganarle la Copa América a Brasil en el mismísimo Maracaná con un arbitraje uruguayo que estuvo lejos de perjudicarla? El victimismo suele servir como excusa formidable, más en el mundo muchas veces infantil del fútbol. Se puede comprender en la tribuna y tal vez en ciertas reacciones calientes de jugadores. No en la dirigencia, por mucha sospecha histórica que, sabemos, susciten ciertos fallos y ciertas protecciones a los más poderosos.    

Boca todavía no está clasificado para la próxima Libertadores. Si logra el boleto ya está claro que debería jugar la primera fase con muchas bajas (especialmente su zaga central, el punto más fuerte del equipo, y el ataque Pavón-Villa). Riquelme, distinguido por la Conmebol en diciembre de 2019, parecía querer iniciar una nueva relación entre Boca y el organismo, tras algunas rispideces de la era Daniel Angelici. Pero, a la hora del desastre, también Riquelme justificó la reacción violenta y dijo que la Libertadores no era “seria”. Es cierto que protestar contra los reales o supuestos abusos del poder forma parte no solo del fútbol. También en el Camp Nou escuché más de una vez a los hinchas de Barcelona cantar, al ritmo de Guantanamera, que “la UEFA es una mafia”, como volvemos a escuchar ahora en La Bombonera que la Conmebol se vaya a cierto lugar. Pocas veces escucharemos en cambio alguna autocrítica. Alguna disculpa. Son palabras no incluidas en el diccionario de la pelota.

Temas Buenos Aires
Tamaño texto
Comentarios
Comentarios