Superclásico: un baile monumental

Superclásico: un baile monumental

Con show y doblete de Julián Álvarez, River dominó de punta a punta el Superclásico y le ganó 2-1 a un Boca que quedó paralizado desde el primer tiempo, tras la expulsión de Rojo.

Superclásico: un baile monumental

BUENOS AIRES.- “Álvarez, Álvarez”, gritaba Alberto Olmedo al entrañable personaje encarnado por Javier Portales en el recordado sketch del programa humorístico “No toca botón”, en la década del 80.

Sí, Álvarez, Álvarez. Julián Álvarez, goleador por partida doble, fue el héroe de una tarde inolvidable para todo River, ni hablar para los miles de hinchas (hubo casi 20.000 más de los habilitados) que estuvieron en el Monumental disfrutando del menú prohibido de la pandemia: ver fútbol en vivo.

La paloma que sacó de su botín derecho el delantero para que la pelota cayera detrás de Agustín Rossi y rompiera el cero da fe de su presente de Selección y de su probable futuro europeo.

En su tarde consagratoria, Álvarez, de 21 años, no se quedó en eso, metió un toque exquisito de nueve de área para sellar su doblete personal y darle al “Millonario” la punta provisional de la Liga Profesional y su primer triunfo en casa sobre Boca por un torneo local en 11 años.

Momento clave

Caballero Rojo fue un personaje de Titanes en el Ring. En realidad, quien abrió el partido no fue Álvarez, sino Marcos Rojo, habituado a contar con cierta condescendencia arbitral. No fue el caso de Fernando Rapallini, quien lo amonestó dos veces en dos minutos y dejó a Boca rengo cumplido el cuarto de hora.

Quizá la segunda amarilla podría haber sido obviada (o demorada), pero es cierto que Rojo, al igual que su homónimo personaje de lucha libre, le hace sentir el rigor a sus adversarios y suele jugar al límite y más. Esta vez, el juez le cantó “piedra libre”.

Y pagó Edwin Cardona, sustituido de inmediato por Carlos Zambrano. La decisión de Sebastián Battaglia para barajar y dar de nuevo dejó a Boca sin generación de juego. Con Aaron Molinas suplente hasta cerca del final, la visita volvió a parecerse a versiones superclásicas previas.

Pronto, la supuesta igualdad futbolística entre ambos oponentes se convirtió en falacia. El “Xeneize”, refugiado en una doble línea de cuatro, apenas si probó un par de veces desde afuera del área. Y River fue dueño a voluntad del trámite.

La batalla táctica y estratégica entre el entrenador que ya tiene estatua (Gallardo) y el técnico que recién hace sus primeras armas (Battaglia), la ganó ampliamente el primero desde el minuto cero.

El juvenil Santiago Simón rindió bien como ladero del gran Enzo Pérez. “Seba” Battaglia, en cambio, se decantó por la experiencia y no le fue bien: tal vez deba volver a apostar por los más chicos, sin tantas vueltas.

Capítulo aparte

“Olé, olé…”, cantaba la gente ilusionada por una goleada que nunca llegó. Las más claras: el tiro en el palo de Fabrizio Angileri y el sombrerito de Jorge Carrascal.

El colombiano, un capítulo aparte. Gallardo lo puso por el lesionado Braian Romero y media hora después los plateístas le imploraban al entrenador que lo sacara. El técnico les hizo caso: afuera Carrascal y adentro “Leo” Ponzio para su último baño de multitudes en un Superclásico.

Fue toda una rareza: prácticamente en el único centro al área de Boca en todo el partido, Zambrano descontó de cabeza. El 2-1 fue súper mentiroso, la verdad estuvo en el trámite y en la fiesta que se armó entre ese ramillete de jugadores en el campo y el delirio de la gente en las gradas.

A un costado, Marcelo Gallardo, con su corbata de homenaje a “Angelito” Labruna, sonreía satisfecho: fue su primera victoria sobre Boca como entrenador a nivel local. Ahora, más que nunca, irá por el esquivo cetro de la liga.

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