Necesidad de recuperar los espacios públicos

Necesidad de recuperar los espacios públicos

27 Septiembre 2021

Plazas, parques, jardines y espacios deportivos, así como bosques y otros ecosistemas constituyen componentes urbanos imprescindibles. No es novedad que los árboles generan oxígeno y que ayudan a filtrar la contaminación dañina del aire. De igual manera, los cuerpos de agua, sean arroyos, lagos, lagunas o ríos, e incluso las fuentes, moderan la temperatura. Los espacios verdes poseen un rol central en el enfriamiento de las ciudades y constituyen un refugio contra el ruido.

Ratificar estos conceptos es relevante luego de la difusión de un nuevo baremo (tabla de cálculos) por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Según estos datos, nueve de cada diez personas en el mundo respiran aire con altos niveles de contaminación. Las estimaciones indican que siete millones de personas mueren cada año por los contaminantes del aire ambiente (de exteriores) y doméstico.

Y repetir estos preceptos cobra dimensión si se lo relaciona con los déficits que muestra Tucumán en materia medioambiental. Las cifras oficiales, por ejemplo, dan cuenta de que San Miguel de Tucumán acarrea un atraso significativo en materia de espacios verdes. El promedio en la capital es de unos 6,5 metros cuadrados de espacios verdes por habitante, menos de la mitad de lo que recomienda la Organización Mundial de la Salud: 14,2 m2 de espacios verdes por habitante y un mínimo de 10 m2. Actualmente la ciudad tiene sólo 400.000 árboles.

De ahí la importancia de que las autoridades presten atención a la recuperación de espacios públicos y a la creación de otros, como ocurrió con el parque El Provincial en la zona de avenida Roca. Las plazas y los parques facilitan la actividad física, la recreación y relajación de los habitantes de las ciudades, al proporcionar áreas para caminar o circular en bicicleta, así como para la interacción social asociada a valores esenciales, como identidad y pertenencia. Sin dudas, estas áreas, aptas para pasear o simplemente para sentarse a leer o a conversar, mejoran las relaciones sociales y crean una cada vez más necesaria conciencia ecológica. Más aún luego de este más de año y medio de pandemia, de aislamiento y de tanta tristeza.

Los estudios son contundentes: la actividad física en un entorno natural contribuye a remediar la depresión leve y a reducir los indicadores de estrés. Como contrapartida, la inactividad física, vinculada con la escasa capacidad de caminar y la falta de acceso a áreas recreativas, representa el 3,3% de las muertes globales.

En este contexto, dos buenas noticias se dieron en el Gran San Miguel de Tucumán en las últimas semanas. La más reciente, que el parque Percy Hill de Yerba Buena acaba de transformarse en el cuarto jardín botánico tucumano, luego de superar un proceso de evaluación. Son 2,8 hectáreas en el corazón de esa ciudad que resguardan una colección de 34 especies de árboles nativos identificados, algunos de más de 150 años, además de arbustos, enredaderas, epífitas, helechos y hongos. La otra noticia, el inicio de un plan para plantar 1.000 árboles en la capital. Son fresnos, tarcos, bahuinias y lapachos en distintos espacios públicos de la ciudad.

La crítica realidad socioambiental del mundo y las dificultades que afronta Tucumán nos interpelan como sociedad. El proceso, obviamente, no es sencillo ni mucho menos rápido. El ejemplo está aquí cerca, en Brasil. Tras 25 años de planeamiento, la ciudad de Curitiba ha logrado convertirse en un modelo de superación de conflictos urbano-ambientales sin resignar el desarrollo urbano e industrial. Pasaron de una relación de 1 metro cuadrado a 50 metros cuadrados por habitante de espacios verdes.

En ese sentido, la educación “verde” desde las aulas para concientizar a las futuras generaciones puede resultar fundamental para revertir la tendencia: el cemento está ganándole la batalla a la naturaleza y ello es, por cierto, preocupante.

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