¿Puede la ficción destruir una pareja?

¿Puede la ficción destruir una pareja?

La remake de “Secretos de matrimonio” vuelve a sembrar la duda. El rol de las obras multimedia en nuestra estabilidad e intimidad afectiva.

REMAKE. La adaptación de “Secretos de un matrimonio” ofrece un vistazo al microcosmos de dudas y conflictos que existen en el matrimonio. REMAKE. La adaptación de “Secretos de un matrimonio” ofrece un vistazo al microcosmos de dudas y conflictos que existen en el matrimonio.

Aunque no aparezca el cartel de “basada en hechos reales”, hay instancias en las cuales la pantalla chica nos muestra situaciones que tranquilamente podrían ser una cámara oculta a nuestros peores demonios cotidianos.

Bajo ese fundamento, la leyenda detrás de la producción sueca “Secretos de un matrimonio” (dirigida por Ingmar Bergman) es que fue capaz de generar una ola de divorcios un año después de su estreno. Con su reciente adaptación en miniserie (homónima y transmitida por HBO) resulta conveniente plantear si aquello que consumimos a través de la ficción puede influenciar nuestra perspectiva de las relaciones.

La respuesta es afirmativa, pero con un montón de claroscuros. En las consultas o en la rutina, el psicoanalista Enrique Cardoso destaca que resulta frecuente ver a las parejas usar “catalizadores externos” para expresar malestar o quejas.

“Esto se debe a que a la mayoría nos cuesta hacernos cargo al 100% de lo que sentimos, y hablar de frente por vergüenza, falta de confianza o miedo a desembocar en grandes peleas. Entonces, recurrimos a experiencias externas con las que nos sentimos identificados en algún punto para intentar que el otro vea la falla o poner algún tema en discusión”, explica.

Por ejemplo, comentando lo que le ocurrió a algún amigo, algo que oímos al pasar, leímos en un artículo o vimos en determinado producto multimedia.

De ese contraste con la realidad propia muchas veces brotan reflexiones profundas y necesarias para alcanzar el bienestar sexoafectivo. “Es muy humano pensar que somos los únicos que sentimos o creemos tal o cual cosa. En especial con aspectos referidos al amor, vejez y búsqueda de un propósito. En este aspecto, las series, películas y literatura nos muestran lo contrario”, comenta el terapeuta.

Esa iluminación de “a todos nos pasa” o “es normal” transmite tranquilidad y puede ser un impulso clave para el cambio y toma de decisiones. “Obviamente agarrar Netflix y ver una semana entera de maratones en conjunto jamás va a mejorar una relación ni evitarnos o iniciar crisis maritales. La influencia del entretenimiento en nuestra esfera afectiva alude más bien a estimular dudas o incomodidades previas que ya existían. Cuando un tema nos perfora la cabeza, vemos señales en cualquier lado”, aclara.

Amor de Hollywood

Al cavilar en las influencias negativas, la sexóloga Agustina Quirós argumenta que la industria del espectáculo es una máquina creadora de estereotipos e idealizaciones permanentes.

“Desde chicos y por distintos medios formales e informales absorbemos un bagaje de creencias y mandatos sobre cómo deberían ser nuestras relaciones y la importancia del romance, entrega y sacrificio. Eso lleva a que en terapia muchísimas tucumanas (el género condiciona en este caso) le reclamen a la pareja la ausencia de esos componentes en su intimidad o de grandes gestos de amor (cartas, peluches, declaraciones a viva voz)”, detalla.

En el plano sexual, el cine ha sabido darnos escenas eróticas memorables y sembrar fantasías.

“Hay tendencias que despiertan nuestra curiosidad y nos llevan a probar nuevos juegos o roles en la cama. Recordemos por ejemplo el boom del BDSM y el swinging con la cantidad de contenido que se produjo o tomas conocidas por los desnudos, bailes hot o la manipulación de comida durante el sexo”, agrega Quirós.

Tu falta de querer

Al margen de la infidelidad, uno de los principales detonantes que conducen a los divorcios o separaciones es la monotonía y la pérdida de aquella primavera llamada pasión.

“En matrimonios ya asentados es lógico que tras tantos años juntos merme la atracción, desaparezca el impulso de conquista y haya hastío. Lo crítico en estas circunstancias es que desatendemos la crisis porque no se trata de hallar en el otro defectos o transitar un hecho negativo, sino de ser sofocados por la cotidianidad y rutinas asfixiantes”, argumenta Cardoso.

El resultado queda recabado en testimonios de parejas que perdieron el sentido del disfrute, ven su relación estancada o ya se olvidaron de las instancias y virtudes que los llevaron a estar unidos en primer lugar.

A nivel personal también se repite la noción de sentir que no existimos como seres individuales y que hace tiempo dejamos de hacer actividades solos o tener espacios personales.

“Un error es querer regresar al pasado y volver a exigir lo que en su momento implicó la relación. Las personas crecemos y evolucionamos y con los vínculos sexoafectivos pasa igual. Habrá etapas en las cuales el eros (la pasión o deseo) será intenso y otras en que primará la ternura (Ágape) o la amistad, respeto y compañía (Philia) para subsistir”, remarca la sexóloga.

De esta forma, según la especialista la verdadera superación es atesorar sin culpas el ayer y construir sobre el presente (con quienes somos y es el otro ahora) y mediante hábitos diferentes una relación que permita sentirnos plenos.

“De resultar insuficiente cualquier esfuerzo, otra confusión es ver la separación o divorcio como un fracaso. ¿Realmente es una derrota terminar una unión después de décadas de malestar y conflictos?”, reflexiona.

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