Recuerdan el suplicio de su viaje de egresados

Recuerdan el suplicio de su viaje de egresados

Alumnos de la promoción 1980 de la escuela de Comercio N° 2 se reencontraron. Uno de los primeros grupos estudiantiles estafados.

EMOTIVO REENCUENTRO. Los ex alumnos se reunieron para evocar lo vivido en la secundaria; ahora se acuerdan con humor los días varados en Río. EMOTIVO REENCUENTRO. Los ex alumnos se reunieron para evocar lo vivido en la secundaria; ahora se acuerdan con humor los días varados en Río.

El viaje más esperado de la secundaria es, sin dudas, el del último año. Irse con compañeros y disfrutar de unos días lejos de casa, a pura diversión, es el anhelo de todo estudiante. Con esa ilusión, hace 41 años, partieron desde Tucumán 28 alumnos de la promoción ‘80 de la escuela de Comercio Nº 2. El destino era Río de Janeiro. Cuando llegaron al hotel donde debían alojarse, el sueño se convirtió en una verdadera pesadilla. Fue uno de los primeros grupos estudiantiles tucumanos estafados por una agencia de viaje. Más de cuatro décadas después, se reencontraron en una cena que tuvo de todo: anécdotas, risas y demasiadas emociones.

“La idea de juntarnos surgió el año pasado. Pero con el tema de la pandemia y la cuarentena, decidimos posponerlo. En el medio, fallecieron dos compañeros por covid, así que pensamos en reencontrarnos sí o sí este año”, cuenta Graciela Martín Ruiz, quien vino especialmente desde Buenos Aires para la reunión, que se realizó en el Club Avellaneda Central, el sábado a la noche.

“Queríamos rendir un homenaje a este grupo tan lindo que formamos. Vivimos momentos muy angustiantes en nuestro viaje, pero en el fondo nuestra amistad se fortaleció”, confiesa.

La odisea

Los ex estudiantes contaron cómo fue la odisea que les tocó vivir en julio de 1980, cuando se subieron a un colectivo que los llevaría desde Tucumán hasta Río de Janeiro, pasando primero por Foz de Iguazú y San Pablo. En total eran 220 alumnos de distintas instituciones que abordaron cinco colectivos.

“Estábamos tan felices. Planificamos ese viaje con muchísimo esfuerzo. Y todo fue bien hasta que llegamos a Río. Gran sorpresa nos dimos al bajar en el hotel, donde no había ninguna reserva para nosotros”, recuerda Graciela, que en sus años de alumna era presidenta del Centro de Estudiantes. El colectivo que los trasladaba quedó estacionado frente a la playa. Allí durmieron los siete días, mientras esperaban que alguien les diera respuestas a su reclamo. Pero la asistencia nunca llegó. La crónica que publicó LA GACETA el 28 de julio de 1980 detalla que el grupo estudiantil tuvo que hacerse cargo hasta de las comidas mientras estaba varado.

“Compartíamos un almuerzo de tres pollos y tres gaseosas entre 36 personas que formaban parte del contingente”, relataron. Algunos días, no les alcanzaba para el desayuno y la cena. No hubo excursiones ni pudieron hacer todas las actividades que estaban programadas.

Los alumnos denunciaron, además que el consultado argentino no les dio soluciones. La policía brasileña no les quiso recibir la denuncia de estafa por tratarse de una empresa extranjera.

Aunque hubieran querido volverse cuando antes, no podían hacerlo ya que no tenían el dinero suficiente para afrontar los gastos de transporte si decidían adelantar la fecha prevista para el regreso.

Pasaron por momentos muy duros. Los varones, por ejemplo, contaron que se bañaban en lavaderos de autos. “La empresa que nos trasladó en territorio de Brasil fue muy solidaria con nosotros, siendo que a ella también la estafó la agencia de viajes de Tucumán, que según recuerdo se llamaba Arco Iris”, contó Roberto Lencina, de 58 años, otro de los ex estudiantes que asistió a la reunión el sábado.

El camino para regresar a Argentina también fue una pesadilla para los alumnos, y para los padres, quienes angustiados recibían mensajes a cuentagotas de lo que estaba sucediendo con sus hijos en el país vecino.

Cuando llegaron a la frontera con Argentina, el colectivo en el que regresaban fue demorado 24 horas porque no estaban autorizados a pasar a nuestro país. “Quedamos varados otra vez. Al día siguiente decidimos cruzar el río en balsa. Ya en suelo argentino, fuimos recibidos por el Ejército y Gendarmería, que nos dio alojamiento y comida. Recuerdo que nos arrodillamos y besamos el suelo de nuestro país”, rememora Graciela, y todavía se le pone la piel de gallina.

“Nuestros padres hicieron los correspondientes reclamos. Pero todo quedó en la nada”, explicó Martín Ruiz.

Cerrando historias

“Creo que lo más lindo de este tipo de reuniones es que uno va completando anécdotas que tenía a medias y así van cerrando historias”, comentó Lencina. “Fuimos una de las primeras promociones estafadas en su viaje. Tal vez en su momento no vivimos con tanta conciencia el peligro que corríamos”, añadió

El relato, según Roberto, se fue trasformando y hoy lo recuerdan con humor a pesar de que vivieron situaciones dramáticas y de mucho riesgo. Por ejemplo, cuando fueron atacados por una patota que rodeó el colectivo y los amenazó con armas blancas. “Si no fuera gracias al chofer, nos prendían fuego el ómnibus o lo daban vuelta. Todo comenzó por otros argentinos que se burlaron de un grupo que estaba haciendo un ritual en la playa. Salieron corriendo y se metieron en nuestro micro”, rememoró, ante la mirada atenta de sus ex compañeros, entre ellos César González, Juan Morillo, Ramón Díaz, Mirta Ceballos, Margarita Gauna, Silvia y Sara Vallejos, Julio Robles, Rolando Soria y Hugo Coronel.

Para el reencuentro prepararon carteles y souvenires. “Muchos recuerdos los tenía borrados y los reviví cuando me lo mencionaron”, señaló Graciela.

Entre brindis, selfies y torta, afloraron también las anécdotas sobre profesores y romances típicos de adolescentes. Y alguna lágrima corrió por los que ya no están. “El secundario nos dejó un buen título y grandes amigos”, concluyeron.

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