Para que no se aburra, lleva el sillón

Para que no se aburra, lleva el sillón

El manzurismo debería estar celebrando sin reparos el logro trascendente que significa alcanzar la Jefatura de Gabinete de la Nación. Sin embargo, está obsesionado con el jaldismo. Las hegemonías no oyen el mensaje de las urnas.

Por segunda vez en su vida pública, Juan Manzur recibe una caricia del destino. Fue ministro de Salud y obtuvo un lugar privilegiado entre los tucumanos que triunfan. Ahora tiene la oportunidad de convertirse en uno de los protagonistas más importantes del presente. Desde hace varias décadas un comprovinciano no consigue ascender hasta esas alturas. No hay muchos que hayan conseguido ni tanta responsabilidad ni tan importante distinción. Tampoco en este reparto hay muchas provincias que accedieran a un lugar como el de la Jefatura de Gabinete. La Constitución de la Nación le da un rol fundamental en la vida de la Argentina. Específicamente, también es quien se encarga de coordinar el rol de los demás ministros.

Manzur y todos los “sijuancistas” que lo rodean deberían estar orgullosos de lo obtenido. Podrían estar saboreando el convite que les sirvió la historia. Sin embargo, ¿en qué andan los manzuristas y su mismísimo líder? ¿Cuál es la preocupación principal de la mayor fuerza de la provincia, avalada por los tucumanos hace exactamente siete días? Cinco letras responden al mismo tiempo ambas preguntas: Jaldo.

Las copas de los seguidores del gobernador no se llenan de champán para brindar por la alegría del nuevo desafío. Se llenan de veneno para ver cómo hacen para que el vicegobernador beba la cicuta que lo deje fuera del escenario provincial, que lo vacíe de poder. Manzur está obsesionado. No con la Jefatura de Gabinete, sino en cómo sacarle la silla a quien fue su compañero de cruzada en 2015 y en 2019.

Anoche, un ilustre hombre de la cultura tucumana al que le gusta presumir también de sus conocimientos de deportes sintetiza esta increíble situación de la siguiente manera: “Te acaba de dar varios locales para vos vendas tus productos en las Galerías Pacífico y tu única preocupación es ver cómo atender el puestito de la feria de San Pablo”. La exagerada, irónica y desproporcionada metáfora de este ingenioso hombre que alguna vez leyó también El Gráfico, define el estado de desubicación de Juan y su pandilla.

Cuando el “Canciller” recibió la oferta de ocupar el despacho más importante del gabinete de la Argentina, antes que nada, dudó. No se lo contó a nadie. Enigmático, como es su costumbre, se guardó el “notición” y empezó a cavilar cómo hacer para sacarse de encima a Jaldo. Lo primero que se le ocurrió fue que lo tentaran de tal manera al vicegobernador que no pudiera decir “no”. Su primera acción como Jefe de Gabinete fue ordenarle al presidente de la Cámara de Diputados que convenza a Jaldo. Y el siempre obediente Sergio Massa intentó en buenos y malos términos seducir al vicegobernador... y fracasó. Se le escapó la tortuga diría el erudito que leía El Gráfico. Manzur insistió y fue el virtual ministro de Seguridad quien intentó torcerle el brazo al titular de la Legislatura. También fracasó Aníbal Fernández.

Jaldo resiste a la espera y manda su mejor traje a la tintorería. Manzur sigue eufórico tratando de conseguir que alguien le firme el certificado de defunción política de su compañero de fórmula. “Se tiene que ir”, repite a quien lo escuche. De eso habla antes que de cualquier cosa. Por eso hasta avisó en Buenos Aires que el próximo gobernador de Tucumán será el legislador Sergio “la Burra” Mansilla, como si la Constitución y la vida institucional fueran una novela.

Mientras Jaldo no ceda nada puede cambiar el destino gubernamental. Por eso anoche en la propia casa del gobernador alguno de sus hombres de más confianza le sugerían que acepte las reglas de juego: al fin y al cabo el poder del Jefe de Gabinete era tal que Jaldo no podría hacer muchas trapisondas en su contra. Es más, un fotógrafo de alto rango institucional del vicegobernador mandaba mensajes de que el respeto hacia la gestión manzurista no iba a faltar.

No se entiende la obsesión anti-jaldista del mandatario provincial. Casi por un principio físico está claro que Manzur no puede estar en dos lugares al mismo tiempo. No podrá ser jefe de Gabinete y gobernador de Tucumán al mismo tiempo. Sólo esa actitud hegemonista que supo enseñarle el senador José Alperovich, en uso de su proceso de extinción, justifica su proceder.

Sueños compartidos

Manzur sueña con llegar a la Presidencia de la Nación. Viene rindiendo una a una las materias necesarias para obtener ese título. Además, sus compañeros de estudio son nada menos que encumbrados empresarios e influyentes gremialistas. Este acceso a la Jefatura de Gabinete es un escalón más en pos de su sueño presidencial. Por su parte, ¿cuál era el gran anhelo de Jaldo? Llegar a la gobernación. Manzur avanza en su objetivo y con este cargo se le abre una gran oportunidad. Jaldo, en tanto, recibe tiempo de entrenamiento sentado en el mismo despacho al que aspira ocupar. Todo a pedir de boca. Sin embargo, la ambición hegemónica los traiciona.

Invitación al diálogo

El mensaje más claro de los comicios del domingo pasado fue que los tucumanos no quieren más gestiones como las de Alperovich. A él le dieron todo el poder y más (llegó a ganar elecciones casi con el 80%) y no sirvió para nada. Tucumán no creció ni progresó. Habiendo aprendido de esa experiencia, los tucumanos le dijeron a Manzur: tenés nuestro apoyo, pero si gobernás con otro peronista mucho mejor. Y le dieron 180.000 sufragios a Jaldo para que lo controle y lo acompañe. Indudablemente, no escucharon la voz de las urnas.

El mensaje de la sociedad es que está harta de la grieta y de las discusiones estériles y egoísta de los dirigentes. Al repartir de esa manera los votos oficialistas (lo mismo ocurrió en la oposición), la orden de los ciudadanos es: siéntense a dialogar y gobiernen. Sin ese acuerdo tampoco le será fácil gobernar a Jaldo. Varios intendentes figuran en la lista de los enemigos y también hay ministros que van a tener que entrar con los ojos cerrados al despacho principal porque no lo pueden ver al vicegobernador.

Manzur, en cambio, se pondrá su traje de canciller, que es el que más le gusta, y empezará a tejer con paciencia. El primer examen será el 14 de noviembre. Tres objetivos (aparte de la exterminación de Jaldo) dan vuelta por su cabeza.

1) Achicar las diferencias de votos en todo el país para no perder el control del Congreso.

2) En el supuesto de no conseguir el anterior objetivo. lograr que quien menos se vea afectada sea la Jefatura de Gabinete.

3) Hacer los deberes suficientes para que dentro de dos años él sea visto como un posible candidato a Presidente.

La tarea más complicada para el canciller va a ser cumplir con Cristina y con Alberto al mismo tiempo. A priori, se trata de un imposible.

La última cena

Anoche, el futuro jefe de Gabinete presidió su última cena como gobernador ante sus apóstoles. Su sermón dio vueltas alrededor de dos temas: uno fue elogiar el logro de que la Jefatura de Gabinete conseguida era un pedido de una decena de gobernadores, lo que le daba una responsabilidad federal. Cada vez que un hombre del interior llegó a la Rosada y a sus alrededores se repitió ese mensaje. Y, al mismo tiempo la amnesia se apoderó de ellos.

El segundo tema, inevitablemente, fue Jaldo. Ahora, el jefe de Gabinete le dio esa misión al Presidente de la Nación. ¿Cumplirá con el objetivo? ¿Jaldo le podrá decir “no” a Alberto? La respuesta ya es tema de apuestas en la política tucumana. No importa lo que conteste, Manzur insistirá para que la Legislatura ponga a Mansilla como presidente subrogante de la Cámara.

Puede que Jaldo resista, pero por las dudas, Manzur apuesta a su paciencia infinita. Por eso quiere tener todo listo para que no se le eche “la Burra”.

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