Los Colombres mantienen vivo el legado del inolvidable Obispo

“Todo lo hizo en el marco de la sencillez y de la autoridad que impartía con su ejemplo. Y eso se proyecta en su obra”, destaca Alejandra Rodríguez Colombres. El recuerdo del gran encuentro familiar concretado hace cinco años.

Los Colombres mantienen vivo el legado del inolvidable Obispo

José Eusebio Colombres, padre de la industria azucarera, fue un patriota de la primera hora. También un hombre de Dios, no sólo por su condición de Obispo sino por su compromiso apostólico con la sociedad. Hombre clave de la vida pública, cívica, espiritual e industrial de los tucumanos, fue asimismo un emprendedor, que supo sentar las bases de un proceso extendido hoy hasta la producción moderna.

Fue él quien en 1821 plantó cañas en su quinta de El Bajo y, con un trapiche de palo, extrajo el jugo y fabricó azúcar en un rudimentario proceso. También fue su firma la que quedó plasmada en el Acta de la Independencia, cuando participó como congresista en representación de la provincia de Catamarca.

Sus familiares y descendientes indirectos tienen por su figura un sentimiento de admiración sostenido y compartido. Y reconocen en su obra valores que los atraviesan, en especial su compromiso con la libertad.

Algunos viven en Tucumán y otros están más lejos, como el caso de Alejandra Rodríguez Colombres. Ella reside en Buenos Aires, es profesora en Derecho Constitucional y una ciudadana del mundo. Por su trabajo y el de su marido ha viajado por diversos países y en ocasiones también visita la provincia. Sin dudas, la más significativa fue el encuentro por el bicentenario de la patria que volvió a reunir a los Colombres en un homenaje. Los descendientes del Obispo se habían encontrado por primera vez en 1978, aunque en aquel entonces la convocatoria no fue tan concurrida como la del 24 de junio de 2016. Ese fue quizás uno de los días más fríos del año: amaneció gris y lluvioso. “Pero el espíritu de la reunión fue especial”, cuenta Alejandra.

Según la abogada, el Obispo Colombres fue un hombre justo. “Todo lo hizo en el marco de la sencillez y de la autoridad que impartía con su ejemplo. Y eso se proyecta en su gran obra. Marcó la senda y la importancia de su acción fue reconocida en innumerables ocasiones -reflexiona-. Los hombres y mujeres de la familia nos sentimos orgullosos de su nombre y comprometidos con el país”.

Jesús Roberto, dignísimo heredero

Durante su paso por la provincia, Alejandra conoció a “primos” que no había visto antes y descubrió en ellos la huella de sus antepasados. Teresa, por ejemplo, quien ese día fue acompañando a su papá, Jesús Roberto Colombres. “Veía en Jesús muchos atributos del Obispo, la humildad sobre todo”, cuenta Alejandra.

Jesús falleció por covid hace algunos meses, mientras viajaba desde Mar del Plata a Tucumán. Durante el trayecto empezó a sentir falta de aire y no quiso parar (manejaba su camión), para evitar poner en riesgo a otras personas. Aunque todavía no sabía si era positivo, prefirió llegar a Santiago del Estero, desde donde fue derivado e internado de urgencia. “Murió trabajando. Siempre fue una persona comprometida y responsable, y hasta en ese momento pensó generosamente en los demás. Creo que esa condición es una herencia de familia”, dice Teresa.

Hace poco, Teresa fue madre y su hijo lleva por nombre Eusebio, en honor al ilustre familiar. Ella vive en Las Talitas junto a su familia y sueña concretar una serie de proyectos que mantiene en mente. “El campo representa toda mi vida y me conecta con mis antepasados”, menciona Teresa, que por el momento cuida de su familia pero planea desarrollarse en ese ámbito.

La cultura del encuentro

La experiencia de reunir a una familia numerosa, cuyos miembros están distribuidos por los más diversos puntos del país -y hasta en el exterior-, planteó un desafío para los organizadores de “la reunión de los Colombres”. Coincidir no fue tarea sencilla y llevó mucho tiempo de trabajo. Solana Colombres fue una de las que se puso al hombro la tarea junto a una comisión de trabajo, que sigue siendo un nexo en la familia.

Solana destaca el valor de unirse. “Yo resalto dos cosas. Por un lado la importancia de la memoria. Es decir, recordar quiénes somos y de dónde venimos nos ayuda a tener presentes nuestras obligaciones y a transformar nuestra realidad como país desde el lugar que nos toca”, explica.

“Pero además, creo que instalar la cultura del encuentro es todo un trabajo que nos ha servido como ejercicio para replicar ese modelo a la sociedad -sostiene-. Unir a las personas en torno a un interés común”.

La antigua silla: el peregrinar de una reliquia que hoy no se exhibe

En noviembre de 1998, Pablo Colombres y su nieto, Agustín Peña Colombres, ofrecieron como donación a la Casa Histórica la silla que había pertenecido al Mbispo, monseñor y congresista de 1816.

La antigua reposera, una pieza del siglo XIX de enorme valor, había sido adquirida en remate público por Pablo Colombres (le costó 900 pesos, unos $162.000 a valores actuales) con el fin de recuperarla y darle un mejor destino.

En una nota dirigida a la entonces directora del museo de la Casa de la Independencia Nacional, Sara Peña de Bascary, donaron la reliquia con el objetivo de acrecentar el patrimonio cultural de la provincia.

“Lo hicimos en memoria de mi abuelo, Héctor Colombres. Era para la familia un objeto de muchísimo valor afectivo, por haber pertenecido a un antepasado de la familia y por lo que significa para la historia. Por eso, pedimos que en caso de no estar exhibida sea depositada en un lugar seguro y bajo los cuidados correspondientes”, cuenta Agustín.

“No todos consideran que hay objetos que dejan de ser propiedad de uno y pasan a ser de la historia. Su lugar son los museos, donde son apreciados por la Nación a la cual sirvieron como próceres”, decía Peña de Bascary en aquel momento.

La reposera estuvo expuesta por un tiempo en La Sala de las Guerras de la Independencia, junto a otros objetos personales del congresal, pero hoy no está a la vista.

Para la familia es una pena y hasta incluso piensan en recuperarla. “La silla está guardada en algún depósito, por criterio del museo. Aquella fue una donación con cargo. Es una lástima que no esté a la vista”, menciona Agustín Peña, quien participó del acto de entrega junto a su familia hace 23 años atrás. Cecilia Guerra, directora actual de la Casa Histórica, explicó: “está guardada en el área de reserva. No está exhibida porque no tiene que ver con la museografía que tenemos actualmente”.

La obra de Baz: el cuadro que lo inmortalizó

Además de integrar la Junta de Estudios Históricos de Tucumán, Elena Perilli conoce muy de cerca la vida y la obra del ilustre Obispo. Su marido, Clementino Colombres Garmendia, atesoró por mucho tiempo una de las reliquias más significativas de la familia: el óleo original con la figura del Dr. José Eusebio Colombres, pintado por el artista Ignacio Baz. “Lo recibimos de José Eusebio Colombres Garmendia, mi suegro”, cuenta Perilli. Esta rama de la familia desciende del hermano menor del Obispo, Ambrosio Colombres.

“Cuando Ambrosio muere la pintura pasa a manos de los sacerdotes Ignacio y Estratón Colombres, quienes a su vez educaron a Clementino Colombres Garmendia (abuelo de mi marido), que había quedado huérfano. Así, la obra llegó con el tiempo a manos de la familia Colombres Garmendia”, explica Elena.

“Cuando llegó a casa le dimos un lugar central, lo colocamos en la sala donde permaneció por más de 30 años. Esa obra es la única que muestra la real expresión del obispo. Baz ha logrado captar la serenidad de su mirada, profunda y tranquila, proyectando siempre más allá de su tiempo”. agrega la historiadora.

Hoy el cuadro está expuesto en comodato en el Museo de Arte Sacro, donde además se exhiben otros bienes del Obispo.

Perilli remarca la vida del obispo como austera y de mucho sacrificio. No fueron años fáciles para el prelado. En 1840, ocupó un importante rol en la Liga del Norte contra Rosas. “Era un hombre preocupado y comprometido con los problemas cívicos de su tiempo. Fue ministro general de Bernabé Piedrabuena y desde ese cargo propició la creación de una Sociedad de Agricultura, para dar impulso a esa actividad, ya que ansiaba la prosperidad de Tucumán”, destaca Perilli.

Al ser derrotado el bando unitario tras la batalla de Famaillá, se exilió en Bolivia en un pueblo de indios, donde continuó sus funciones. Posteriormente se embargaron sus bienes en Tucumán. Pero ya había plantado la semillo de la industria y del progreso.

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