El dilema de Manzur

Las elecciones pasaron, las secuelas quedarán. El escenario nacional ha sido más que desconcertante para el Frente de Todos. No sólo no alcanzó el resultado deseado, sino que además tendrá que remar en dulce de leche hasta el 14 de noviembre, el próximo turno electoral. Alberto y Cristina Fernández están preocupados. Inquietos. Concentraron todo su arsenal en la provincia de Buenos Aires y perdieron de vista el resto del país. El federalismo suele desdibujarse cuando hay un monstruo grande, que pisa fuerte y que puede dar vuelta una elección sin depender de lo que pase en el resto de la Argentina. La realidad le asestó un duro golpe a la Casa Rosada. El descontento y el malhumor por la falta de políticas para salir de la crisis trascendió la avenida General Paz. Llegó a La Quiaca, pasó por Cuyo; también por el Litoral y se instaló en la Patagonia.

¿Cómo es posible que el país haya cambiado de signo transcurridos dos años de gestión, con una recesión heredada y una inesperada pandemia que frenó el aparato productivo global? El Gobierno nacional no ha encontrado el piloto de tormenta capaz de capear semejante temporal. Se enfrascó en sus internas y terminó estampillado contra una de las paredes del cuarto oscuro. Ahora abre el juego, a menos de dos meses de la próxima batalla electoral.

En el círculo rojo del poder justicialista varios miran al “negro” Juan Manzur. Ese es el mote con el que el kirchnerismo de pura cepa le puso, cariñosamente, a quien fuera ministro de Salud en otra pandemia, la de la Gripe A. “No está en mis planes; me quedo en Tucumán”, cuentan que respondió a varias llamadas que venían desde Buenos Aires. Esa negación es relativa. El Gobernador tiene contactos con todos sus pares. Alberto y Cristina necesitan que rearme la liga de gobernadores justicialistas para intentar revertir el inesperado resultado. El Frente de Todos abandona la idea de contar con mayoría en el Senado. La vicepresidenta se resigna a no alcanzar su objetivo. Sin embargo, hay mucho más en juego que eso; la continuidad de un Gobierno que se debilita en la medida que pasan los días. Una primera acción en el estado de shock en el que se encuentra la gestión nacional es la presentación de un proyecto de ley con el fin de permitir, por decreto, un incremento del salario a todos los trabajadores públicos y privados en relación de dependencia. La medida apunta directamente a cambiarle el humor a la clase media. La pregunta que gira en torno de esa iniciativa es: ¿están las arcas públicas y las finanzas de las compañías privadas en condiciones de otorgar reajustes que igualen a la inflación? Ayer el Índice de Precios al Consumidor (IPC) ha mostrado otra tendencia hacia la desaceleración. Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la inflación de agosto fue del 2,5%, llevando a un acumulado del 32% transcurridos ocho meses de este año electoral. Es una buena señal para la coyuntura, pero las demandas salariales no girarán en base a esa desaceleración sino a la anualización del reajuste inflacionario, que ha sido de casi un 50%. Con las paritarias iniciales, la recomposición se hizo en base a un promedio de 30%. Los otros 20 puntos son los que preocupan al sector privado, porque ninguna actividad está en condiciones de igualar esa performance inflacionaria. Allí entra a jugar la muñeca de Manzur. De diálogo fluido y permanente con los principales secretarios generales de gremios convocantes en el país, el gobernador también está en la discusión de lo que será la nueva conducción de la CGT, pronta a renovarse. El Presidente necesita de la experiencia del tucumano para calmar los ánimos y pedir a los cegetistas que contribuyan a mejorar el resultado electoral. Paralelamente, el Gobernador habla con varios empresarios del establishment argentino para sondear acerca de las medidas que necesitan en el corto plazo para terminar el año de la mejor manera posible. Manzur, a su vez, ya está hablando con los gobernadores justicialistas. Arrancó con Sergio Uñac (San Juan), Jorge Capitanich (Chaco), Raúl Jalil (Catamarca) y Ricardo Quintela (La Rioja). Continuará con los otros mandatarios que han quedado más heridos tras las PASO. Es posible que se esté organizando una cumbre de mandatarios peronistas, sin sede fija por el momento, para dentro de las próximas dos semanas, a más tardar. No hay tiempo que perder. La campaña será más corta de lo previsto. También es una alternativa que Manzur acompañe al Presidente de la Nación a una gira por el exterior.

“Es la hora de ordenar, seguir haciendo lo que estábamos haciendo, hacer lo que debimos postergar y corregir lo que hicimos mal”, ha dicho ayer el jefe de Estado nacional durante un acto en Burzaco.

El nuevo clima posPASO ha puesto a Manzur entre la espada y la pared. ¿Podrá decirle que no a Alberto Fernández y a Cristina Kirchner en caso de que sea convocado para integrar el gabinete nacional? ¿O seguirá gestionando encuentros entre empresarios y sindicalistas por fuera de la agenda oficial? ¿Manzur dejará temporalmente la conducción del Poder Ejecutivo si es que la respuesta es afirmativa al primer interrogante? ¿Quién quedaría a cargo de la Provincia si se profundizan las diferencias con Osvaldo Jaldo? Nación y/o provincia. Ese es el dilema que se le presenta hoy al Gobernador de Tucumán.

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