A no bajar la guardia en la defensa de la democracia

A no bajar la guardia en la defensa de la democracia

15 Septiembre 2021

Allá por 2008, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió que cada 15 de septiembre se celebraría el Día Internacional de la Democracia. Pero no sólo se lo atornilló en el almanaque de las efemérides; también se lo dotó de contenido, en el afán de evitar lo que sucede en estos casos: fechas rimbombantes que se convierten en cáscaras tan bonitas como vacías. Por eso, cada año se elige un tema de reflexión y de trabajo, orientado a fortalecer esos valores democráticos que tan amenazados lucen hoy en día. Este año la ONU propone “fortalecer la resiliencia democrática para afrontar futuras crisis”.

Mientras el mundo sale a duras penas de la pandemia -sin certezas más allá del alivio proporcionado por las vacunas-, hablar de resiliencia suena apropiado. Desde marzo de 2020 nos vimos obligados a incrementar nuestra capacidad de superar circunstancias traumáticas. Esa resiliencia en el plano individual fue una mancha de aceite que lubricó a la sociedad, sometida por culpa del coronavirus a un desafío colectivo que no padecía desde hace largo tiempo. La ONU agrega a esta mesa un nuevo componente: la resiliencia democrática.

El concepto sintetiza ese esfuerzo extra que se le pide al sistema participativo, precisamente cuando los países adoptan medidas de emergencia para afrontar la crisis sanitaria. En un contexto tan complejo, la democracia debe encontrar las herramientas para seguir defendiendo el estado de derecho, las normas internacionales y los principios básicos de legalidad. Ese es el contundente mensaje que las Naciones Unidas colocan hoy en la agenda de la ciudadanía.

También se recuerda -y se subraya- en este Día de la Democracia que hay límites bien definidos. “Los Estados tienen que respetar y proteger, entre otros derechos, la libertad de expresión y de prensa, la libertad de información y la libertad de asociación y de reunión. Vista la práctica de muchos países en el contexto de la covid-19, parece que esto no ocurre necesariamente”, remarcó el documento firmado por el secretario general, Antonio Guterres. Al mismo tiempo, la preocupación por la proliferación de noticias falsas, otra clase de pandemia que el mundo afronta, puede llevar a medidas extremas, como la censura. La ONU es cuidadosa en ese sentido y aconseja: “la respuesta más eficaz es la información precisa, clara y fáctica de fuentes en las que la gente confía”. En otras palabras, educar antes que suprimir.

Esta construcción permanente que es la democracia -a la que la ONU define como un ideal universal- sólo es posible con la participación integral de los Gobiernos, de la sociedad civil y de los individuos. Si flaquea alguna de estas tres patas las alarmas se encienden y no queda margen para activar motores tan necesarios como el de la resiliencia. Entonces hay cinco pasos que sirven como hoja de ruta e invitan a poner manos a la obra:

1) Desarrollar la alfabetización mediática y la seguridad digital.

2) Luchar contra la desinformación y los discursos de odio.

3) Capacitar a la prensa para informar sobre el impacto de la pandemia con una cobertura profunda y real.

4) Empoderar a las mujeres contra la violencia de género, disparada a causa de los cierres, de las cuarentenas y de las presiones económico-sociales potenciadas por el coronavirus.

5) Visibilizar la desigualdad y la deficiente prestación de servicios, con un enfoque específico en las necesidades y derechos de las mujeres, de los jóvenes, de las minorías y de otras poblaciones marginadas. Es la manera de ayudar a que los Gobiernos rindan cuentas.

Desde que se instauró el Día Internacional de la Democracia fueron variando los ejes de la discusión. Temas como educación, participación ciudadana, la voz de la juventud, desarrollo sustentable, desafíos culturales, prevención de conflictos, cuidado del medio ambiente y fortalecimiento de las ONG fueron algunos de los elegidos. El año pasado se trató de “atender a la democracia durante el covid”. Ahora nos convoca la necesidad de pensar en el día después, ese que todavía no ha llegado pero asoma cercano. Es trascendente recibirlo parapetados en instituciones fuertes y sanas, y para eso contar con una democracia resiliente es imprescindible.

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