Wilcock, según Bioy

Wilcock, según Bioy

Reminiscencias de un personaje talentoso y perturbador.

“LÚCIDO E INSENSATO”. “De joven fue un excelente escritor argentino y de grande, un excelente escritor italiano”, predicó Silvina Ocampo -con generosidad y con justicia- acerca de su amigo Juan Rodolfo Wilcock.  “LÚCIDO E INSENSATO”. “De joven fue un excelente escritor argentino y de grande, un excelente escritor italiano”, predicó Silvina Ocampo -con generosidad y con justicia- acerca de su amigo Juan Rodolfo Wilcock.
12 Septiembre 2021

MISCELÁNEA

WILCOCK

ADOLFO BIOY CASARES

(Emecé – Buenos Aires)

De los inagotables papeles personales de Adolfo Bioy Casares que quedaron al cuidado de Daniel Martino, el editor del monumental Borges, entre otros títulos, llega este nuevo libro, un riquísimo material centrado en la figura de Juan Rodolfo Wilcock, quien tuvo el raro privilegio de participar de ese triángulo literario que formaron Borges, Bioy y Silvina Ocampo, alrededor del cual circularon muchos de los principales escritores de la época y que se reunían todos los miércoles en casa del matrimonio Bioy-Ocampo.

Por sus salones desfilaban, cada semana, además de Borges y Wilcock, Estela Canto, Eduardo Mallea, Manuel Peyrú, José “Pepe” Bianco (secretario de redacción de Sur durante casi treinta años), Ricardo Baeza, las hermanas Norah y Haydée Lange y un largo etcétera que incluía a algunos pocos plebeyos como el fotógrafo Pepe Fernández o la periodista Marta Mosquera. Con la literatura como tema principal, estas tertulias también fueron el lugar donde circulaban los chismes maliciosos sobre los escritores ausentes y se despotricaba contra Perón y sus seguidores, celebrando el triunfo de la autodenominada “revolución libertadora”.

Pero la “mesa chica”, una suerte de pléyade que se mantenía a una distancia relativa y en tensión con la figura de Victoria Ocampo y el grupo Sur, brillaba con luz propia y conformó una de las sociedades intelectuales más productivas del campo literario argentino del siglo pasado. Durante algunos años, el grupo compartió encuentros, discusiones, viajes y proyectos literarios con Wilcock, un personaje contradictorio y talentoso, incómodo y perturbador que entró al grupo bajo el ala de Silvina Ocampo (juntos escribieron la pieza de teatro Los traidores) y después de muchas visitas a la casa familiar -donde lograba exasperar al padre de Bioy- llegó a convertirse en un amigo entrañable de aquél y en el mayor difusor de su obra en Italia, el país donde se instaló, en una suerte de exilio lingüístico, a partir de 1957.

En Italia

Inteligente y sensible, critica la conferencia que da Victoria Ocampo sobre el género historieta al advertir el desconocimiento profundo de la oradora sobre el tema y demuestra ser un gran lector de la vanguardia, en clara oposición al tradicionalismo de Borges, Bioy y Silvina.

Y frente al estupor que le genera al selecto grupo constatar que muchos de los más destacados escritores argentinos desconocen a los grandes escritores universales, Wilcock descubre que, hasta la llegada de los exiliados españoles por la Guerra Civil, no había en nuestro país narrativa extranjera traducida al español.

En Italia desarrolló una carrera que lo distinguió dentro del medio cultural italiano, al punto de convertirse en un influyente crítico y en una amenaza para figuras como Calvino o Moravia, y fue el lugar donde publicó una obra compleja, muestra de su independencia intelectual y donde afianzó su trabajo como traductor en el que ya se había destacado en Buenos Aires, traduciendo algunos títulos de la colección “El séptimo círculo”.

En su país de adopción se dedicó a difundir la obra de Bioy y de Silvina, abriéndoles el camino al mundo cultural italiano al conectarlos con las editoriales Adelpi y Bompiani. Así comienza un riquísimo tránsito cultural entre ambas orillas que lo encuentra a Wilcock empeñado en lograr un premio de poesía para Borges traduciendo contrarreloj sus poemas que luego publica en los medios donde colabora; traduce además las antologías de cuentos y poesía argentina y latinoamericana que habían compilado Borges y Bioy; traduce toda la obra de Bioy al italiano junto a su hijo adoptivo, Livio Bacchi e introduce la cuentística de Silvina en ese país.

Su muerte, en marzo de 1978, a consecuencia de un infarto mientras leía El infarto cardíaco, le hace honor a un personaje “lúcido e insensato”, como lo calificó su amiga Silvina, y en esa puesta en abismo, la cifra perfecta de aquel que “de joven fue un excelente escritor argentino y de grande, un excelente escritor italiano.”

Wilcock

Daniel Martino, el editor de los papeles privados de Bioy, esta vez convirtió en libro lo que parece haber sido un proyecto inconcluso de ABC al momento de enterarse de la muerte de Wilcock: la publicación de sus reminiscencias sobre este gran amigo de Silvina que terminó formando parte del selecto grupo de pares al que incomodó con sus exabruptos, sus flagrantes contradicciones y una vida personal que le ganó el mote de pederasta.

Las opiniones, sin filtro, de Bioy y su desprecio por la falta de clase de su amigo, por la cultura popular, por lo nuevo en todas sus formas, junto con sus opiniones políticas conservadoras y golpistas -compartidas por sus ilustres amigos, “pedantes bizantinos”, como sus enemigos ideológicos los llamaban- hablan más del narrador que del objeto narrado y son de lo mejor del libro.

Durante los larguísimos viajes que compartieron por Europa (en los que el excéntrico Wilcock simula no entender el español) Bioy relata escenas que parecen salidas del film Titanic en las que, como un auténtico dandy, se lamenta de las deplorables condiciones en las que viaja su amigo en tercera clase y de los restaurantes baratos donde come, cuando, por otro lado, estaba invitado por la distinguida pareja que viaja cómodamente en primera clase.

En sus notas quedan al descubierto las tensiones que el ego provoca en estos escritores, y a pesar de las molestias que el carácter arbitrario y provocador de Wilcock le generaban, estas opiniones negativas, que con el tiempo se fueron matizando, jamás hicieron mella en el respeto por su inteligencia que mutuamente se profesaron.

Pero si hay algo en lo que coinciden es en las diatribas dirigidas a todos los escritores de su entorno y en la devoción unánime por Borges a quien consideraban el único ciudadano digno de vivir en “la Atenas de América”, un lugar del que Wilcock se sintió ajeno, pero que, muchos años después de su muerte, desde este lado del mundo, los lectores empiezan a descubrir.

PERFIL

Adolfo Bioy Casares (1914-1999). Publicó 24 libros. Diez en colaboración con Jorge Luis Borges. Entre sus títulos más conocidos se cuentan La invención de Morel, Diario de la guerra del cerdo y La trama celeste. Ganó el Premio Cervantes en 1990. Wilcock es un libro póstumo publicado este año.

PERFIL

Juan Rodolfo Wilcock (1919-1978). Fue autor de 19 libros. Escribió en castellano e italiano y cultivo la poesía, el cuento, la dramaturgia y la novela. Entre sus títulos, pueden mencionarse El estereoscopio de los solitarios, El templo etrusco y El libro de los monstruos.

© LA GACETA

Por María Eugenia Villalonga

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