El monumento a Atahualpa Yupanqui, en pronunciado deterioro

El monumento a Atahualpa Yupanqui, en pronunciado deterioro

La obra fue inaugurada a un año de la muerte del artista. Varias de las calles del pueblo que fueron bautizadas con el nombre de sus zambas, están sin las nomenclaturas.

EN RACO. Arriba los restos recientes de un asado en uno de los laterales del monumento. Abajo, un solitario cartel de una zamba da aún nombre a una calle del pueblo. EN RACO. Arriba los restos recientes de un asado en uno de los laterales del monumento. Abajo, un solitario cartel de una zamba da aún nombre a una calle del pueblo.

Los yuyos sonríen entre las piedras. Los corazones de Nacho y Mili saludan desde una roca. Restos de una fogata o de un asado sobreviven aún. Un pedazo de la laja original yace como estaca en un extremo. La pirca luce destartalada, a punto de convertirse en cualquier momento en un “hormiguero patiao”. “Tú que puedes, vuélvete, me dijo el río llorando, los cerros que tanto quieres, me dijo, allá te están esperando…” La copla que acompaña el rostro desde hace 28 años, siente tal vez cómo el monumento se desdibuja en el paisaje. La arribeña luce solitaria en lo alto del poste. Las chapas con los nombres de las zambas que bautizaban las calles de Raco, parecen ser recuerdo. Da la impresión de que Atahualpa Yupanqui fuera, desde hace tiempo en esos pagos, un forastero.

Yo soy gaucho curtido mato las penas cantando igual que las charrascas en el sunchal de mi campo.

“Ha sido una idea de don Ramón Paz Posse, él me encargó el monumento. Tenía tres partes: una pirca alta que iba creciendo hacia el norte, y a la par tenía una piedra larga clavada que era como una unión entre lo celestial y lo terrenal: la pirca era por el sistema de construcción y después por el corral de pircas que zumba en mi lazo. Y en la punta, había una apacheta con una piedra grande que estaba quebrada, abierta al medio. Jugué con la idea del libro de la naturaleza abierto al medio, puesto como dos planos con un surco que marcaba el rostro de Atahualpa y había un cañito que venía del río que salía por la apacheta; había un morterito que le daba sonido de arroyito de montaña”, dice el escultor Guillermo Rodríguez, cuya obra se inauguró en mayo de 1993, en el primer aniversario de la partida al silencio de don Ata.

Desde entonces, la falta de mantenimiento de la obra fue una constante. “La diferencia que veía entre los pobladores era el respeto de la gente del campo, los lugareños pasaban, tocaban la piedra y le decía: ‘cumpa’ y se persignaban, una cuestión de respeto; la otra muchachada se subía con las motos a la pirca para sacarse fotos, ahí se veían las diferencias del respeto de uno y de otro, la civilización y la barbarie. Lo han destruido bastante al monumento, hay gente que me pidió que lo arreglara, armó una comisión y nunca más se habló, también me dijeron que el club de veraneantes se iba a ocupar y después no pasó nada”, afirma el destacado artista tucumano.

Cuando voy a la loma se me hace que subo al cielo, a buscar una estrella, vidita, para tu pelo.

La sonrisa de Rocío Pistán tiene 14 años y asiste a la Escuela de Comercio de Raco. “Se sabe muy poco de Atahualpa, no lo nombran mucho, algunos saben quién es, otros no. En la escuela no nos enseñan nada de él y deberían enseñar porque Atahualpa ha sido un gran cantor y todos deberían saber la historia de él… del monumento, sí se sabe. Bailo folclore en la academia que se llama Atahualpa Yupanqui, y hay dos más, Don Ata y La Raqueña. Lo que más me gusta bailar es chacarera, gato y zamba”, asegura.

Cuando yo pase cerca de tu ranchito, raqueña, aunque pase al galope, vidita, haceme seña…

Oscar Valverde, comerciante del lugar, sostiene que es un orgullo que don Ata haya estado en Raco y representa para ellos el folclore, la tradición, el acervo cultural. ¿El descuido del monumento y la ausencia de las nomenclaturas de las calles reflejan la indiferencia raqueña por el cantor de las artes olvidadas? ¿Se podría explotar turísticamente su figura? “El monumento tendría que estar mucho más cuidado, es un descuido de los gobernantes no del pueblo. Le cuento que en la comuna están todas las chapitas de las calles, nosotros mismos, como comerciantes y cualquier persona que viene… eran un punto de referencia: bajamos por La Añera, subimos por La Arribeña… Mi mamá, nativa de aquí, lo conoció a Yupanqui, contaba que él iba mucho a lo de don Ernesto Ruiz Huidobro, eran ahí las guitarreadas e incluso nacieron muchas canciones de la zona, no solo La raqueña. Me parece que Turismo no puso las fichas acá. Piense que en otras provincias como Córdoba, cualquier cosa es motivo para hacer turismo. Me han pasado casos de gente que vino y no manejaba bien el idioma... no tenemos nada de él para mostrar…”, manifiesta.

En el corral de pircas zumba mi lazo así me zumba el alma, vidita, cuando te abrazo.

Gerardo Alvi, comisionado rural de Raco, dice que “no he llegado todavía a trabajar en el monumento a Atahualpa. Le he pedido a Martín Ruiz Torres, presidente del Ente de Cultura, que me dé una mano con el monumento porque para hacer una chanchada prefiero no tocarlo”. El funcionario explica: “no lo he tocado hasta darle una definición, lo veo complicado porque quiero hacer algo lindo, que llame la atención, el simple hecho que venga un turista y se saque una foto... Hacer un cúmulo de piedras nuevamente… yo sé que cuando fue creado tenía un sentido importante, hoy es un cúmulo de piedras, la idea es sacar eso y hacer otro monumento, un enfoque distinto. Tal vez podamos llamar a un concurso, darle una participación a todos, pero no quiero que quede a medias, si no, empezar y terminar. Por eso no lo he tocado, te entristece verlo como está. Es una materia pendiente que tengo con este lugar”.

Dicen que por las madrugadas, en esa plazoleta que lleva el nombre de don Ata, donde yace su monumento, el viento arrima una copla vestida de zamba: “en mi pago de Raco y en el campo de la zanja, cuando se siembran penas se cosechan esperanzas…

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