Zaragoza nunca estuvo cerca

Zaragoza nunca estuvo cerca

Cuenta la historia que a fines de los 90 la fábrica de autos Opel, ubicada en la ciudad española de Zaragoza, ingresó en una crisis casi terminal que la llevaría a soportar pérdidas durante 18 años consecutivos, con suspensiones temporales de la producción, reducción de personal, entre otra batería de ajustes que buscaron evitar el cierre definitivo.

No fue sino hasta 2019 cuando logró volver a mostrar un balance positivo, luego de casi dos décadas.

Dos años antes, en 2017, General Motors le había vendido la planta de Opel a PSA (Peugeot Société Anonyme), propietario de marcas como Peugeot, Citroën, Vauxhall y DS (Different Spirit). La fábrica de Opel en Zaragoza, fundada en 1982, era el corazón productivo de esa ciudad, capital de la comunidad autónoma de Aragón. No sólo por la cantidad de empleados que tenía, unas 6.000 personas en forma directa y el triple de forma indirecta, sino porque era el principal motor de la economía aragonesa.

Si se caía Opel se caía Zaragoza, y si se caía Zaragoza se caía Aragón.

Fue entonces cuando el gobierno de esa comunidad, llamado Diputación General, comenzó a pensar en cómo diversificar la economía para reducir la dependencia de la industria aragonesa del sector automotor.

Y apelaron a un milenario potencial de Zaragoza, casi siempre desaprovechado: su posición geoestratégica privilegiada, tanto dentro de España como del suroeste de Europa.

Zaragoza está ubicada en el centro del noreste de España, en el medio de una circunferencia con un radio de 300 kilómetros que incluye a Madrid; a Barcelona y a Valencia sobre el Mar Mediterráneo; a Bilbao sobre el Océano Atlántico (Golfo de Vizcaya); a la pequeña Andorra; y a las ciudades francesas de Toulouse y Burdeos.

Ombligo logístico

Esta situación estratégica clave convertían a Zaragoza en una localización ideal para proyectar un parque logístico de distribución industrial y comercial.

Contaba con rutas y ferrocarriles que la conectaban con el resto de la península y un aeropuerto en el medio de las ciudades con las economías más fuertes de España: Madrid y Barcelona.

Sólo faltaba mejorar la infraestructura de estas vías de comunicación, ya que ninguna tenía la capacidad ni las condiciones para albergar una plataforma logística de la envergadura que se quería proyectar.

El gobierno le encomendó en el año 2000 la ejecución del plan a la empresa privada con participación estatal Plaza SAU (de allí que la Plataforma Logística de Zaragoza se conoce también como PLAZA).

En 2002 comenzaron las obras y 36 meses después, en 2006, fue inaugurada la primera fase.

Para abreviar. Con tropiezos e idas y vueltas en su desarrollo, hoy Zaragoza cuenta con una red vial y ferroviaria al nivel de las mejores de Europa y tiene el segundo aeropuerto de carga de España, después de Madrid.

En 2015 fue reconocida como la 5ª plataforma logística de Europa y la 1ª de España, en un ranking formado por 90 plataformas de toda Europa, realizado por la consultora alemana Deutsche GVZ-Gesellschaft.

Actualmente trabajan en ese parque logístico casi 90.000 personas y poseen hangares y depósitos grandes empresas como Nike, Adidas, Amazon, Inditex, Decathlon, BSH o General Motors, entre muchas otras multinacionales.

Al norte del sur

Ahora bien, ¿por qué debería importarle a los tucumanos lo que hicieron exitosamente los aragoneses y los zaragozanos? Porque Tucumán y Aragón, o San Miguel de Tucumán y Zaragoza, tienen demasiadas coincidencias.

Son provincias mediterráneas, neurálgicas del norte de sus países, por donde atraviesan las principales vías ferroviarias y viales que unen el norte y el sur del país, el este y el oeste (Atlántico y Pacífico) y están en el centro de una circunferencia industrial, comercial, demográfica y logística (en el caso de Tucumán más amplia que Zaragoza), que va desde La Paz y Santa Cruz de la Sierra en Bolivia (al norte), hasta Córdoba (al sur), y desde Chile y el Pacífico (al oeste), hasta Asunción de Paraguay y ciudades de Brasil y el Atlántico (al este), como Porto Alegre, Florianópolis o Curitiba.

Parte de esto se planteó en un viejo proyecto, nunca concretado pero reflotado en cada gobierno provincial que asume, promete y luego decepciona, denominado Corredor Bioceánico, ferroviario, vial y aéreo, que pretendía unir el Atlántico y el Pacífico, en una especie de gran canal de Panamá sin agua.

La capital del norte

Más allá de estos sueños y planes ambiciosos, lo cierto es que Tucumán, con todas sus desgracias políticas a cuestas, actuales y anteriores, sigue siendo el centro industrial, financiero y comercial del norte argentino.

El Gran Zaragoza tiene una población de 700.000 habitantes y es la quinta ciudad más poblada de España, detrás de Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla.

El Gran Tucumán, con poco más de un millón de habitantes, también es la quinta ciudad más poblada de Argentina.

A nivel de estados, Aragón, con 1,4 millones de habitantes, es la quinta economía española, al igual que la provincia de Tucumán, con poco más de 1,8 millones de habitantes, posee el quinto PBI argentino.

Tucumán también posee un parque logístico, denominado PLOT, ubicado en el sur este de la capital, en la intersección de la Avenida de Circunvalación (Ruta 38) y el Canal Sur, que comenzó a desarrollar en 2013 la empresa TIUN SA.

Cuenta con un centro multimodal de cargas, que incluye el acceso vial a la autopista, un ramal del tren Belgrano Cargas que ingresa al parque, y la proximidad al aeropuerto, cuya pista fue remodelada en 2017 y es hoy la más larga del país, con capacidad de recibir a los aviones más grandes del mundo.

Sólo hay seis aeropuertos en la Argentina que pueden recibir o enviar transportes de carga de esas dimensiones.

La empresa TIUN SA es la misma que construyó y administra desde 2008 el Parque Industrial Tucumán (PIT), ubicado al noreste de la capital, sobre ruta 9, donde operan decenas de empresas nacionales y está en constante expansión. Ahora mismo se están construyendo más galpones para albergar a nuevas firmas.

Siempre hay un pero…

Hasta aquí las coincidencias entre tucumanos y aragoneses. Incluso cuando decidieron que Zaragoza sería el centro logístico del noreste de España, estallaron hechos de corrupción (como sucede en casi todo el mundo), mala praxis en las construcciones y otras falencias que demoraron la concreción del proyecto.

La gran diferencia con Tucumán es que allá siempre hubo un Estado presente, quizás demasiado presente, según una mirada más liberal.

Acá el Estado, salvo en la remodelación de la pista del Aeropuerto con perspectiva exportadora, ostentó y ostenta una ausencia pasmosa.

No es una opinión, son datos. Por ejemplo, el parque logístico (PLOT) espera desde hace ocho años que el Concejo Deliberante de la capital (está dentro de la jurisdicción de San Miguel de Tucumán) apruebe las ordenanzas que habiliten su funcionamiento. Igual está funcionando, pero las empresas que operan allí no pueden escriturar sus predios.

La construcción de la red de energía, pese a que el gobernador Juan Manzur prometió que la provincia colaboraría, finalmente fue costeada por los empresarios. Toda una red eléctrica que implicó una inversión de 30 millones de pesos, hace varios años.

Lo mismo con los impuestos. Difícil que haya empresas que quieran operar e instalarse en la segunda provincia con más carga tributaria del país.

Igual con el estado de las rutas que ingresan y salen de la capital, o la iluminación y la seguridad en la Avenida de Circunvalación. Otra vez el Estado ausente.

Aunque parezca una nimiedad, un parque logístico conlleva una importante descongestión del tránsito, porque implica que cientos de camiones de gran porte dejan de ingresar a la ciudad.

En 2008 estimaban -o deliraban- que el PIT podría llegar a generar una inversión de 100 millones de dólares. Doce años después esa cifra fue superada.

Hoy suponen que la inversión en el parque logístico, en un contexto favorable, podría superar esa inversión.

Tucumán cuenta con todas las condiciones para ser un polo regional de operaciones, distribución y exportaciones. Tiene más industria, más agricultura, más comercio y más consumo que Zaragoza, y con similar ubicación geoestratégica.

La provincia también tiene los empresarios y las empresas dispuestas a invertir, no por generosidad ni altruismo, sino porque entienden las ventajas de montar en esta ciudad su base de operaciones.

Lo único que Tucumán no tiene es un Estado. Peor aún, tiene un Estado que empuja en contra.

Tanto se habla de federalismo, pero nuestros políticos siguen sometidos al puerto, domados por el centralismo porteño, derrochando la pobreza del norte en Buenos Aires.

Zaragoza se emancipó de Madrid, de Barcelona, y construyó su propio puerto. Ojalá algún día los tucumanos podamos recuperar el orgullo perdido, al menos un poco.

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