“Desde la bioingeniería ayudamos al sistema de salud”

“Desde la bioingeniería ayudamos al sistema de salud”

El doctor Marcelo Risk reflexiona sobre los alcances de esta especialidad que hace sus aportes a través de la tecnología. El recuerdo de Máximo Valentinuzzi.

Sin ella, ¿qué sería del ser humano? Desde el invento de la rueda que revolucionó su existencia, hasta los aparatos más sofisticados que en los diferentes campos han permitido el desarrollo de las comunicaciones, generando avances significativos en el área de la salud, gracias a la ciencia se ha podido, entre otras cosas, explorar el universo y el hombre ha puesto los pies en la Luna. Constantemente, surgen nuevas herramientas para combatir las enfermedades con mayor eficacia y se ha ido ampliando la expectativa de vida. La bioingeniería es una suerte de “benjamina” de las ciencias duras. ¿Es la medicina del futuro? “Quizás decirlo así, no sé si está bueno, parecería que estamos por sobre los profesionales de la salud. A mí me gusta decir que desde la ingeniería, ayudamos al sistema de salud, me parece que es más realista. Desde la tecnología, hacemos nuestro aporte, hay otros que lo hacen desde otros lados. El aporte es en el avance de las tecnologías diversas, que van desde la informática, electrónica, mecánica, química, para mejorar diagnósticos y tratamientos. La bioingeniería, en su visión más amplia, incluye aplicaciones en el campo, con animales, plantas. En Argentina, está mucho más enfocada a la salud humana”, explica el doctor en Ciencias de la Ingeniería, Marcelo Risk, director del Instituto de Medicina Traslacional e Ingeniería Biomédica del Instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires.

- ¿La especialidad tiene que ver también con los aparatos, con la medicina molecular?

- Está bueno verlo un poco en forma histórica. Uno de nuestros próceres en la bioingeniería fue profesor en la UNT, el doctor Máximo Valentinuzzi. Tuve el placer de conocerlo en persona, de verlo muchas veces, y era un tipo espectacular; nos veíamos en los congresos de la década del 90.

- Fue uno de los pioneros en esta materia; además tocaba el piano, era tanguero, un tipo muy macanudo, solía ser un habitué de la peña El Cardón…

- Era de Buenos Aires, después fue a estudiar y a trabajar a Estados Unidos y volvió a Tucumán y se quedó ahí; tucumano por adopción. Y en la UNT, él empezó con la carrera de Bioingeniería, donde tengo amigos, como Carmelo Felice, un tipo muy reconocido. Máximo ayudó a muchos grupos y también a mí, a pesar de que no tuve mucha interacción con él, pero a lo largo de los años, tuve contacto y siempre fue para todos nosotros un ejemplo de una persona pionera, de hablar de temas cuando todavía nadie hablaba. Lo que más desarrolló fue la parte de la tecnología electrónica, informática, de ahí salieron dispositivos, después siguió en nanotecnología, pero en esa época ni se hablaba de eso. Volvió a la Argentina en los 70, hace bastante; en esa época no había nada de bioingeniería. A principios de los 90, yo era becario en la fundación Favaloro, y él iba periódicamente y tuve el placer de conocerlo, si bien no trabajé con él.

- ¿Qué circunstancia te lleva a meterte en el mundo de la bioingeniería?

- Es una buena pregunta. Cuando estaba terminando la carrera de Electrónica en la UTN, Regional de Buenos Aires, en ese momento, y creo que nos pasa a la mayoría de los que estamos terminando una carrera universitaria, es como que uno no sabe para dónde disparar y hay muchas opciones: trabajar en una compañía telefónica, en informática, en esa época era distinto, prácticamente no había bioingeniería. Como estaba de becario en Favaloro, terminando la carrera, no sabía qué hacer y me ayudó haber conocido a Máximo porque él venía y nos decía: “podemos hacer esta tecnología para ayudar a la medicina”. A último momento, desistí de entrar a una empresa de comunicaciones y decidí dedicarme a esto. Máximo, el mismo doctor Favaloro y otros médicos que estaban ahí, en 1991, influyeron en mi decisión y acá estoy. Quizás hubiese sido otra vida si elegía lo otro. Es un punto de inflexión, que le pasa a mucha gente que termina una carrera universitaria y no sabe a qué se va a dedicar.

- ¿En qué proyectos importantes estuviste o estás trabajando?

- Nosotros, en el grupo que estoy trabajando en los últimos años en el Hospital Italiano de Buenos Aires, estamos desarrollando… Tenemos el Instituto de Medicina Traslacional e Ingeniería Biomédica, que depende del Conicet, del Hospital Italiano y del Instituto Universitario del Italiano, que es donde tenemos las carreras de Medicina, Ingeniería, Biomédica, de Enfermería, es la universidad del hospital. La medicina traslacional es un área moderna de la investigación que busca que los descubrimientos de investigación básica, especialmente en biología, lleguen al paciente, por eso se llama traslacional, lo traslada, lo traduce hacia el paciente. Un ejemplo serían desarrollos de estudios genéticos que tienen una componente de investigación en biología, pero que en el mismo proyecto se busca que se puedan usar en pacientes. También están los proyectos de investigación clínica. Los traslacionales los junta en un solo proyecto.

- ¿Por ejemplo, qué se traslada a un paciente?

- Un ejemplo es el desarrollo de un biomarcador o de un estudio de genética, que se hace en biología, para determinar una enfermedad, un riesgo a una enfermedad, un perfil genético, y ese desarrollo puede terminar ahí, eso sería investigación básica. En el mismo grupo de investigación, lo que hacemos es buscar que se pueda aplicar lo antes posible en un paciente. Ahí juntamos lo que es la investigación básica con la aplicada. ¿Cómo se vincula la medicina traslacional con la ingeniería biomédica? Esta busca los desarrollos en física, en matemática, informática, en biología, en mecánica, en cualquier área de la ingeniería o de las ciencias exactas y naturales, se pueda aplicar al diagnóstico y tratamiento de pacientes. Con lo cual la medicina traslacional necesita a la bioingeniería biomédica porque es la pata tecnológica.

 - La pata tecnológica se refiere también a la aparatología, tomógrafos, resonadores magnéticos…

- Exactamente. Ahora en los últimos años, está creciendo muchísimo y se considera ingeniería biomédica todo lo que es inteligencia artificial aplicada a diagnósticos y tratamientos. Es una rama de la informática, pero cuando se aplica en medicina, es ingeniería biomédica, por ejemplo, todo lo que es diagnóstico por imágenes, ecografías, tomografías, resonancias magnéticas.

- ¿Se puede prevenir, por ejemplo, un aneurisma o hay que esperar que reviente la arteria o esté a punto de hacerlo?

- Sí. Trabajamos en proyectos de prevención y lo que se hace es lo siguiente: en base de los datos de los pacientes, la historia clínica electrónica que tiene todos los estudios que le hicieron, toda esa información va a un algoritmo de inteligencia artificial que clasifica a cada paciente y dice: “este paciente, de acuerdo a su historial, tiene una probabilidad de tener un aneurisma”. Es una probabilidad, no una condena, no es seguro que eso vaya a pasar. Pero en esa clasificación de los algoritmos dice: “el paciente A, tiene alta probabilidad y el B, baja”, por ejemplo. El médico y el paciente pueden tomar una decisión. Lo que hacemos nosotros es ayudar desde la tecnología, a la medicina la tienen que hacer los médicos.

- Con tantos avances, aún no se ha podido obtener un corazón artificial duradero, ¿a qué se debe?

- Esta es una opinión personal, porque no es un área en la que yo trabajé. Una arteria, una vena, un vaso sanguíneo o cualquier otra parte del cuerpo humano… una arteria no es un cañito plástico o de metal, es algo vivo, tiene elasticidad, movimiento, entonces es muy difícil fabricar algo así artificialmente, ese es el problema. Todavía falta para esa tecnología.

- Mucho menos en pensar entonces hacer un hígado artificial, que debe ser más complicado.

- Hay desarrollos, pero me parece que falta mucho. Aunque en los últimos años está creciendo un área que es muy interesante, la medicina regenerativa, que están trabajando en la Universidad de Córdoba. En lugar de fabricar algo con un material artificial, cultivan el órgano, lo hacen crecer en el laboratorio y después se lo trasplantan al paciente. Todavía falta pero es prometedora esa tecnología. También se llama ingeniería de tejidos, se generan tejidos vivos, en lugar de ser de plásticos.

- ¿Hacia dónde va la bioingeniería? ¿Su desarrollo no tiene límite?

- Esperemos que no, me parece que la inteligencia artificial aplicada a procesamiento de datos médicos de todo tipo, es un área que está creciendo y tiene mucho presente y futuro; después el área de medicina regenerativa también, es la regeneración de órganos. Imaginate que en el futuro, cuando se pueda regenerar un órgano no se van a necesitar más trasplantes. El paciente tal necesita un corazón, en el laboratorio regenera un corazón y se lo ponen. No es un corazón artificial, es de músculo, natural, nada más que fue generado en un laboratorio. Tremendo, Frankenstein, como la película. Y hay un área que se llama medicina de precisión. Hoy en día, cualquier persona va a un hospital, le hacen los estudios y le dicen tiene la enfermedad tal y van a los libros que dicen: a las personas que tienen tal enfermedad les corresponde tal tratamiento, se lo dan, bueno, a veces funciona bien, otras no. La medicina de precisión es personalizada, le dicen al paciente: “tiene la enfermedad tal, pero en base a toda la información que tenemos de usted no le vamos a hacer el mismo tratamiento que a todo el mundo, sino uno personalizado”.

Está demostrado que esto funciona mejor, es difícil, más complicado porque necesita tecnología y ahí está la bioingeniería que necesita inteligencia artificial, nanotecnología… Como me dijo un médico muy reconocido del Hospital Italiano: “¿sabés cuál va a ser el momento en que vaya el paciente y le hagan todos los estudios y le digan: ‘tome, acá está la pastilla que tiene todo’”? La medicina de precisión se usa mucho en el cáncer, cambiar el tratamiento de acuerdo a la genética de la persona, sabiendo todos los datos: edad, de dónde viene, cómo vive. Hay un dicho de Fernán Quirós, el ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, que fue mi jefe en el Italiano -así que lo conozco bien, es un tipo fantástico y muy capo-. Cuando daba clases, decía: “no es solamente la genética de una persona la que determina lo que va a pasar, también el código postal, el lugar donde vive”. Porque no es lo mismo vivir una situación en una ciudad que en otra. Lamentablemente, no es lo mismo vivir en un barrio muy pobre o en una villa, que en un lugar donde tenés todas las comodidades, eso afecta tanto como la genética y a veces más. En otras palabras, no todo está perdido, si se puede mejorar la calidad de vida de la gente va a mejorar la salud, ese es un poco el mensaje.

Bio

Nacido en Buenos Aires hace 57 años, Marcelo Risk es doctor en Ciencias de la Ingeniería por la Universidad Nacional de Córdoba, master en Dirección de Empresas.  Posee la Orientación Sistemas de Información de la Universidad de Palermo. Es Ingeniero en Electrónica por la Universidad Tecnológica Nacional, regional Buenos Aires. Actualmente, se desempeña como director del Instituto de Medicina Traslacional e Ingeniería Biomédica del Instituto Universitario del Hospital Italiano de Buenos Aires.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios