Gritos en la superficie, silencio en lo profundo

Gritos en la superficie, silencio en lo profundo

Si la principal preocupación de los tucumanos es la inseguridad, ¿cuán redituable puede ser para un precandidato pedir la cabeza del ministro de Seguridad? Esta semana hubo dos importantes postulantes que dijeron que el ministro Claudio Maley se tiene que ir: el intendente Germán Alfaro, primero, en LG Play, el miércoles; y el vicegobernador Osvaldo Jaldo, en el debate de “Panorama Tucumano”, esa noche. De Alfaro se entiende: asume el rol de opositor al Gobierno tucumano y el reclamo contra la inseguridad será un caballito en la batalla para los comicios por venir. Pero el vicegobernador está en una lucha interna tan profunda que roza un tema que puede convertirse en un bumerán para noviembre, cuando la oposición enfoque sus cañones contra el oficialismo y él esté en el rol de defensor de las políticas oficiales. Ahora pudo usar al ministro de Seguridad como uno de los puntos flacos para cuestionar a la otra precandidata, la ministra de Salud, Rossana Chahla, la cual sólo respondió que la inseguridad es un problema multidisciplinario y que debería tratarse a través de un consejo interpoderes. ¿Qué dirá Jaldo en noviembre? ¿Mantendrá su rol de opositor dentro del oficialismo? ¿Cómo estará entonces la provincia, con o sin Maley?

Imaginario colectivo

En tiempo preelectoral cada uno juega sus fichas y apela a las matrices que pegan fuerte en el imaginario colectivo. En el primer debate, el miércoles 11, los postulantes (todos de la oposición) aludieron a que Tucumán es la segunda provincia más violenta en proporción, por el alto índice de homicidios (155 en 2020) y no hubo nadie que opinara de modo diferente. Los matices estuvieron alrededor de discutir si lo peor era la corrupción o la inseguridad.

En el debate del miércoles pasado, los postulantes (todos oficialistas) no defendieron el modelo de seguridad. Jaldo, en su guerra contra el gobernador Juan Manzur, planteó que la Legislatura ha dado las herramientas y que el Gobierno no las aprovecha. Y la ministra Chahla (la oficialista en la interna) no hizo defensa, sino que apostó a que su imagen en la lucha contra la pandemia, por sí sola, puede tapar el bache provocado por la inseguridad. Nadie habló del hecho de que desde el 1 de julio (50 días) han caído las cifras de la inseguridad (siete homicidios en ese período), probablemente porque la matriz “Tucumán = segunda provincia más violenta” está impuesta y parece irrefutable. La cuestión es casi indefendible.

Sin embargo, cada candidato usa elementos defensivos para rozar la matriz de la inseguridad. La postulante de Bella Vista dijo en el primer debate que en esa ciudad se puede dormir con las puertas sin llave, aludiendo a la política de seguridad del municipio, el cual -por cierto- no figura en las noticias policiales, al igual que varias otras localidades. Eso es positivo. En el segundo debate, la candidata de Banda del Río Salí hizo una apología enfática de la política de seguridad bandeña, localidad que en otros años era presa fácil del motoarrebato y ahora exhibe con orgullo hasta una App contra la violencia de género, además de que tiene el grupo más numeroso de vigías ciudadanos de la provincia.

Pero la descripción de la precandidata está dada en el contexto preelectoral. No hay un organismo independiente en la provincia que nos pueda ayudar a definir cuán ciertas resultan sus palabras: si esa política es efectiva, ¿por qué no se traspola a la provincia entera y rompemos la matriz negativa que marca a Tucumán?

En los debates que siguen se han de ver expresiones similares. Alfaro, que acaba de pedir la cabeza de Maley, también tendrá para exhibir la entrega masiva de botones antipánico y el lanzamiento de su policía municipal con 140 hombres y mujeres con vestimenta de camuflaje para recorrer las calles dentro de las cuatro avenidas. Un cuerpo de guardia tipo militarizado -que apunta a una matriz que da la idea muy arraigada de que lo militar es sinónimo de orden, eficiencia y seguridad-, parecido en imagen a la guardia urbana de Yerba Buena. Es posible que en los próximos debates se vuelva a escuchar el pedido de que ruede la cabeza de Maley. Y es probable que ningún sector haga una defensa sobre la política de seguridad, porque eso es políticamente incorrecto: choca contra la matriz del Tucumán violento. Aunque, por ahora, los datos muestren otra cosa. Acaso el asunto cambie cuando la competencia electoral, en noviembre, sea verdaderamente entre oficialismo y oposición.

Paradigmas y estereotipos

Pero todas estas son miradas superficiales. Las matrices en realidad hablan de paradigmas y estereotipos que alimentan miedos e inquietudes y tal vez motorizan emocionalmente, pero no dan soluciones. ¿Alguien se acuerda de algún funcionario que haya tenido éxito en políticas de seguridad en Tucumán? ¿O de un jefe de Policía? Probablemente no, pero sí quedó la matriz del Malevo Ferreyra, policía violento que latigueaba a delincuentes. La terrible imagen del ex comisario (condenado por triple homicidio y años después, suicidado) se usa en el imaginario colectivo para calmar con la idea de que es posible pacificar (con violencia) a esta sociedad violenta. No es así, pero no hay forma de probar otra cosa, porque en realidad la inseguridad y la violencia fueron aumentando sin pausa desde comienzos de los 90, época del Malevo. Matrices. En ese contexto, ¿cambiar de ministro hará que cambien las cosas? O dicho de otro modo: ¿si las cosas cambian, se deberá al ministro que se queda o al que asume, en caso de que haya reemplazo?

Hay un hecho cierto que es la baja de homicidios, como un fenómeno que requiere análisis para saber si se corresponde con el resto de las provincias, así como un estudio para entender sus causas. ¿Tienen que ver las prácticas policiales? ¿Cómo es en cada área policial? ¿Ayuda la fuerte gestión de las municipalidades en materia de seguridad? ¿Incide la acción judicial, que exhibe por todas partes el orgullo de cómo se usa el nuevo Código Procesal Penal?

Los precandidatos, en sus debates, por cierto, no se van a atrever a romper las matrices. Ante la pregunta sobre la legalización de la marihuana, ninguno enfrentó de lleno el tema de la hipocresía social a la que aludió precisamente en esos días el presidente Alberto Fernández en una entrevista (asunto que quedó luego tapado por el escándalo de las fiestas en Olivos). Es decir, la mirada sobre los problemas que marcan la seguridad/inseguridad va a estar fuertemente marcada por prejuicios sociales al respecto, antes que por el camino de las soluciones.

Este camino, en realidad, tiene que comenzar en el análisis crítico de datos para elaborar estrategias. Las matrices arraigadas de que el problema de seguridad esencialmente tiene que ver con recursos, inversiones en tecnología y militarización policial han contribuido a la provincia violenta e insegura que tenemos, ya nadie ha dado por ahora una explicación razonable de por qué, aplicando ese criterio, todo ha ido empeorando. Hemos tenido durante años una comisión legislativa de emergencia en seguridad que al final no aportó elementos que hayan ayudado para mejorar el asunto.

Tampoco hay una explicación para saber qué pasa ahora, o para entender si se tiene que ir o no el ministro, y si servirá de algo que se vaya o permanezca. Habrá que esperar para ver qué pasa en las semanas venideras, cuando terminen de liberarse las restricciones y si eso hace que se disparen los índices de violencia o se mantiene esta extraña tranquilidad con la que ningún precandidato ha querido meterse hasta ahora.

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