Pandemia: el apostolado se hizo a través de las redes digitales

Pandemia: el apostolado se hizo a través de las redes digitales

La Covid-19 y sus aciagas consecuencias obligaron a reformular la labor pastoral. Evangélicos, mormones y católicos

HERRAMIENTA.- Por el teléfono celular se canalizaron encuentros.  HERRAMIENTA.- Por el teléfono celular se canalizaron encuentros.

La pandemia que nos flagela desde el año pasado, acompañada de una estricta cuarentena, que luego fue morigerándose, ha generado quebrantos económicos, pérdidas de fuentes laborales, pero también miedo, incertidumbre, angustia, dolor, muerte. Nadie imaginó que la temible Covid-19 iba a descompaginar la vida, modificando hábitos muy arraigados en todos los ámbitos. El epistemólogo suizo Jean Piaget sostenía que el ser humano tiene la capacidad de adaptarse a situaciones nuevas y esta realidad le dio una vez más la razón. Las religiones no fueron una excepción, tuvieron que apelar a los recursos tecnológicos para sobrellevar su apostolado. Las redes sociales, las videoconferencias a través de los teléfonos móviles o las plataformas digitales les permitieron seguir en contacto con los fieles. Posiblemente, estas transformaciones llegaron para quedarse, pero a ciencia cierta, nadie se anima a decir qué sucederá en el futuro más inmediato.

“Ha sido un gran desafío para la iglesia, en virtud de que nunca habíamos pasado por una pandemia, desde el trabajo social que al comienzo fue muy fuerte, en apoyo a las familias que no podían trabajar y asistiendo también a familias con personas fallecidas por Covid, dando consuelo a los familiares, apoyo económico en algunos casos porque mucha gente quedó complicada”, explica el pastor Christian Hooft, vicepresidente de Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina.

Daño en la salud mental

Cuenta que la liturgia fue modificada porque no se podía hacer más presencial y en muchos casos tuvieron que adaptar el trabajo religioso al formato digital. Mucho del trabajo que se realizaba de persona a persona se hizo a través de Zoom, Google Meet o YouTube, con reuniones grabadas o algunos celulares o cámaras para alcanzar con las palabras de la liturgia a los hermanos que estaban en su casa.

“Cuando no se podía hacer reuniones era, lamentablemente, digital, aunque en algunos casos, con distanciamiento se podía tener una visita, muy diferente a lo que uno está acostumbrado: dar un abrazo, tomar de la mano. Todo eso generó un cambio. Imagínese que muchos perdieron sus familiares y ni siquiera los pudieron ver, despedirlos o enterrarlos. Eso generó un daño en la salud mental, emocional. Trabajamos atendiendo casos de ansiedad, depresión, angustia, acompañando, guiándolos con atención profesional, tenemos en nuestra iglesia psicólogos, psiquiatras, más el trabajo espiritual que tiene que ver con la oración”, dice Hooft.

¿Cambió algo en la liturgia? ¿Acercó o alejó a la gente? “La iglesia estuvo tomando como lugar de referencia el templo, el lugar de las reuniones, aunque la iglesia es la gente, no el edificio. El hecho de no depender del edificio como lugar de reunión, ha hecho una iglesia más humana, más cerca de las personas, no centrada en un lugar, sino en la fe en sí, en lo que une a la gente. Sin embargo, hay gente que por el hecho de no contar con la disponibilidad del edificio se alejó de su fe; la digitalización en algunos casos la alejó, y eso afectó indirectamente no solamente otros aspectos de su vida. Sin embargo, otras, en esta situación de incertidumbre, buscaron la fe, acercarse a Dios, y algunos alejados volvieron a la Iglesia. Es una sociedad compleja, con un entorno incierto, con efectos de cambio climático, la pandemia, los milennials muy absorbidos por las redes sociales, no sabemos todo lo que va a impactar esta pandemia”, señala el pastor, cuya federación nuclea a unas 15.000 iglesias en el país de diferentes ramas.

El Evangelio en el hogar

Si bien la pandemia los tomó de sorpresa, el programa “Ven, sígueme”, lanzado antes por el líder religioso Russell M. Nelson, que promueve la enseñanza del Evangelio en el hogar, hizo que de algún modo las familias estuvieran en mejores condiciones espirituales para enfrentar las adversidades.

“Cuando llegó la pandemia, en cierto modo, había una preparación, por supuesto que hubo cosas que uno tuvo que ir aprendiendo. Los centros de reuniones se cerraron, tenemos muchos materiales, bibliotecas, online que permiten trasmitir en el hogar la enseñanza. Paralelamente hubo asistencia a las personas necesitadas. En cada lugar, hay obispos que son los que dan la asistencia a las familias en sus necesidades materiales y espirituales”, manifiesta Deborah Antolini, directora de Comunicación de Tucumán y Santiago del Estero de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

La dirigente comenta que antes los misioneros, por dos años, se iban de sus hogares a enseñar el Evangelio en algún lugar del mundo. “Iban de dos en dos, casa por casa, pero toda la enseñanza comenzaron a hacerla virtualmente. Tenemos páginas, como veniracristo.org, que los misioneros usan; allí las personas pueden saber más de Jesucristo, de nuestra religión, mandan un mensaje y los misioneros, depende dónde uno viva, se contactan, le envían de regalo El Libro de Mormón, que es que utilizamos, que fue traducido por el profeta José Smith. El desafío primordial ha sido el hecho de cómo trasladar la asistencia virtual de los líderes hacia los miembros, pero se nos han brindado las herramientas para sobrellevarlo, ha sido un proceso de aprendizaje. El regreso a la Iglesia ya está preparado porque hay mucho espacio, se respetan los protocolos, estamos acostumbrándonos a ese cambio continuo”, manifiesta.

Según Antolini, esta ha sido una época de pruebas y desafíos para los miembros de su iglesia, que en Tucumán cuenta con más de cinco mil adeptos, de acuerdo con su estimación.

Para la Iglesia Católica, esta peste la ha obligado a apelar también a internet para transmitir las celebraciones y no perder el vínculo con los fieles. “Nos exigió ponernos al día con la tecnología y a los fieles acostumbrarse a vivir la fe de otra manera sobre todo el año pasado sin la presencialidad, sumado a lo que es el tiempo actual en que hay cada vez más secularización, la fe va decayendo no solo aquí, en todas partes, en todo Occidente, por lo menos”, dice fray Carlos María Izaguirre, prior del Convento de San Domingo.

Declinación espiritual

¿A qué se debe esta declinación espiritual? “A la sociedad de consumo, a la facilidad de medios económicos más que nada en los países desarrollados, a la vida más agitada sobre todo en las grandes ciudades que prácticamente no deja tiempo para búsquedas superiores, como son las espirituales. La gente tiene que sobrevivir día tras día y correr detrás de sus obligaciones, así que cada vez hay menos tiempo para Dios”, responde.

¿Cómo se revierte esta realidad? “Todavía no lo tenemos del todo claro, sobre todo a la gente que sigue estando cerca de nosotros, hay que ayudarla a que sean transmisoras, porque hay lugares y ámbitos adonde nosotros no llegamos, que son propios de los laicos. Tratamos de que sean cada vez más mensajeros, transmisores y testimonio de la vida de fe en sus ambientes”, indica el religioso.

¿Cuáles son las causas del éxodo de fieles en los últimos años? “Son diversos factores, uno claramente son los escándalos de los mismos ministros de la Iglesia, que han llevado al descreimiento, pero aun antes de que se hiciera público esto, ya se daba este fenómeno; también una especie de consumismo religioso. Cuando la oferta de un determinado ambiente no me satisface, me busco otro, y otro y así sucesivamente. Bueno, son dos factores así al pasar, es un fenómeno mucho más complejo”, explica.

El gran desafío

¿Cuál es el gran desafío pastoral? “Quedarnos más con las cosas esenciales, antes, cuando la gente venía al templo, uno tenía más tiempo, más posibilidades de abarcar otros aspectos más secundarios, pero ahora, más bien, hay que quedarse con lo esencial de la vida de fe, de la relación personal con Dios, de vivir coherentemente la enseñanza de Cristo. Apuntar a que las personas descubran la necesidad que tiene de Dios, de una vida espiritual, de algo que vaya más allá de cosas de este mundo, eso a muy grandes rasgos”, concluye Izaguirre.

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