La cultura del juego en equipo

La cultura del juego en equipo

Otra vez, y no hay por qué sorprenderse, los deportes de equipo nos mantuvieron la tensión olímpica hasta casi el final de los Juegos Olimpícos, y mucho más allá de la ubicación siempre lejana en el medallero final, que sigue siendo históricamente dominado por las grandes potencias. Porque el deporte, aunque generoso, suele ser un reflejo de lo que sucede en el mundo. En la mañana del jueves fueron Las Leonas ganando la sexta medalla consecutiva para el hockey sobre césped. Y en la madrugada del sábado, hace apenas algunas horas, vibramos otra vez con el voley masculino, la gran revelación argentina en Tokio. El histórico triunfo en los Panamericanos de Lima, es cierto, había abierto expectativas. Pero en los Juegos Olímpicos había que competir contra los mejores del mundo. Y lo hicieron desde el debut hasta la despedida.

Apenas un minuto antes de las cuatro de la mañana, el bloqueo de Agustín Loser puso fin a un partido dramático de cinco sets, a un tie break explosivo, ganado no sólo a un Brasil rival histórico, sino también campeón en Río 2016. Fue una caricia para un deporte que, en los tiempos siempre difíciles de la pandemia y de crisis económica, “está a punto de desaparecer” en Argentina, como dramatizó Sebastián Solé, que fue padre en plena preparación, en esos ochenta días de trabajo que ayudaron “a unir al equipo”. Brasil quedó sin medalla y algunos osaron burlarse en las redes. Con el oro del fútbol ganado ayer a España, Brasil sumó siete oros, además de cuatro medallas plateadas y ocho bronceadas, total de 19, una cosecha que nos obligaría a ser un poco más modestos con nuestra medalla plateada y dos bronceadas, realidad de un deporte al que le cuesta crecer.

Pero si decimos “equipo” tenemos que recordar que la primera medalla de las tres ganadas en Tokio había sido conquistada por el rugby de siete. Por algo, desde 2004, celebramos cada 28 de agosto el Día del Deporte Argentino. Imposible olvidar aquel sábado de los Juegos de Atenas. Primero porque bien temprano Argentina volvía a ganar una medalla de oro después de 52 años. A las 6 de la mañana, la Selección de fútbol de Marcelo Bielsa y Carlos Tevez como figura rompió el maleficio ganándole 1-0 a Paraguay. Por la tarde, el básquet, que ya había eliminado al Dream Team, vencía a Italia. La Generación Dorada iniciaba su leyenda y la Argentina olímpica anotaba doblete. Fue inolvidable. Y, más cerca de nuestra cultura deportiva, en ambos casos teníamos una pelota de por medio.

Para Tokio 2020, la conformación de la delegación era todo un anticipo: 116 de los 181 deportistas eran integrantes de las ocho selecciones clasificadas (básquet masculino, fútbol masculino, handball masculino, rugby seven, voley femenino y masculino y hockey femenino y masculino. Entre 204 países (o regiones) participantes de los Juegos que terminan hoy en Tokio, Argentina compitió como cuarto en cantidad de deportes en equipo detrás de Estados Unidos (10), Australia (9) y España (8) y sin contar a Japón, presente con 18 selecciones por su calidad de anfitrión.

La historia, en rigor, muestra que los deportes en equipo ganaron apenas 17 de las 77 medallas que ganó Argentina en toda su historia. Los inicios olímpicos, es cierto, recuerdan medallas aisladas en atletismo y natación, deportes básicos y centrales de los Juegos. Y el boxeo y el remo, entre otros, aportaban lo suyo. Por supuesto que también sumaron individualidades como Sebastián Crismanich y Paula Paretto en los últimos años y la vela añadió metales (diez) con los nombres notables de “Camau” Espínola y Santiago Lange. Pero los clubes, pilar en la cultura deportiva argentina, ayudaron a esa cultura del juego en equipo.

“De chiquito me dijeron en casa de ir al club para salir de las malas juntas”, contaba de madrugada Bruno Lima, máximo goleador del voley en Tokio. “En todo el país la pelota saca a los chicos de la calle y los mete en el deporte. Se practica fácil. Y hay una escuela, un espejo que se va desarrollando”, contó al diario Tiempo semanas atrás Julio Lamas, ex de Argentina y DT de Japón en estos Juegos. Es uno de los grandes entrenadores que ayudan a explicar esa cultura. Inevitable, algunos citan ahora a los medallistas como “ejemplo” para un país al que le cuesta trabajar en conjunto. La analogía es tentadora pero insuficiente. Primero porque las diferencias, en realidad, son justamente sinónimo y garantía de democracia. Y segundo porque en el deporte el objetivo de un título tiene menos complejidad que un país. Pero a no confundir. Menos complejidad no quiere decir “fácil”. Hay pocos escenarios en los que Argentina puede subirse a un podio. El deporte suele ser uno de ellos. Ahí está en estas horas un tal “Leo” Messi adueñándose de todos los noticieros, maltratado por un club al que le dio todo, pero recordándonos que también un argentino ha sido el mejor futbolista de la era moderna.

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