Divorcios abiertos simultáneos y obligatorios

Divorcios abiertos simultáneos y obligatorios

Parecen internas. Es más: se hacen llamar “primarias”. Pero aquí, en Tucuman, son sólo “técnicamente” eso. Es decir, habrá que ir a votar el 12 de septiembre y definir, de entre las listas de precandidatos a diputados y a senadores nacionales, quiénes serán los que quedarán como postulantes para los comicios generales del 14 de noviembre.

Pero en términos de poder, otro es el guion. Lo que se define en 37 días, a todas luces, es una serie de divorcios abiertos, simultáneos y -dada la dinámica de los acontecimientos- obligatorios en los más diversos espacios políticos.

Están en juego desde los hijos políticos hasta los patrimonios territoriales. Y ya se advierte que van a ser rupturas de película.

PJ vs. PJ

Kramer vs. Kramer, estrenada a mediados de diciembre de 1979, arrasó en la Academia de Hollywood (ganó cinco de las nueve nominacionales). Cuenta la historia de un exitoso publicista, Ted (Dustin Hofman), que es abandonado por su esposa, Joanna (Meryl Streep), quien le reprocha que le da más tiempo a su carrera que la familia. El protagonista deberá rever su situación y equilibrar su papel de padre con su vida laboral. Pero cuando por fin parece haber acomodado la situación, ella regresa para disputar la tenencia del niño.

El oficialismo rueda ahora, en la provincia, “PJ vs. PJ”, en una interna en la que se enfrentan el presidente contra el vicepresidente del distrito local. La de Juan Manzur y Osvaldo Jaldo es también, en un punto, la historia de un gobernador que se abocó a publicitarse y a instalarse de manera gravitante en la escena del peronismo nacional.

Durante esa “carrera”, Jaldo era quien se quedaba “en casa” a ocuparse de los comunes casos de toda gestión provincial, a la vez que a encolumnar la Legislatura tras los planes manzuristas. Cuando ambos lograron la reelección, el tercero en discordia (el ahora senador en abuso de licencia José Alperovich) había sido derrotado estruendosamente, y el vicegobernador decidió que ahora era “su tiempo”: en junio de 2019 anunció su intención de ser gobernador. Se fueron distanciando y, finalmente, el jaldismo abandonó al manzurismo el 8 de marzo pasado, cuando, tras desoír el pedido del gobernador de reelegir a Fernando Juri Debo, designó como defensor del Pueblo a Eduardo “Lalo” Cobos. Se partió el bloque del oficialismo en la Legislatura (ya no hay bancada mayoritaria, es decir, ninguna reúne quórum propio) y cuando parecían acomodarse al nuevo esquema, el jaldismo volvió para decir que pleiteará en las urnas de las PASO las listas de candidatos para los comicios parlamentarios de fin de año.

A partir de entonces, los tucumanos asisten a la pelea por la “tenencia” de los legisladores. En marzo se produjo el primer incidente respecto de la “patria potestad” de los parlamentarios. Y después comenzó la mudanza desde un bloque al otro. El último en irse fue Armando “Cacho” Cortalezzi, hombre que es de arraigarse poco en los alineamientos internos (se alejó del manzurismo y se fue del alperovichismo, al cual dejó para irse al jaldismo, al cual abandona ahora para volver al manzurismo). No fue un incidente menor: en la pelea de Manzur contra Jaldo en el distrito de la capital, uno sufrió una pérdida y el otro sumó un punto.

El jaldismo sabe que la lucha es desigual: la Legislatura representa el 4% del presupuesto de la Provincia contra el 88% que administra el Poder Ejecutivo. ¿Entonces? Jaldo en persona recorre a destajo la capital en su agenda diurna y el interior en la vespertina porque buscará sumar un número de votos tal que el 13 de septiembre sea ineludible para la Casa de Gobierno buscarlo para poder anotarse un triunfo en noviembre. Es “doble o nada” en la mesa de apuestas. Y en Buenos Aires no atendieron ninguno de sus pedidos de una “lista de unidad” como para que vayan a irle con la cantinela de que lo importante es llevarle diputados a Alberto y senadores a Cristina. El bien en disputa en ese matrimonio político estallado es la supervivencia política. Las urnas dirán si de uno, de ambos o de ninguno.

En el interior, sin embargo, la cuestión ya está más allá de los dos líderes del PJ local. Así como Manzur y Jaldo se están divorciando, en cada municipio los referentes del ahora explotado oficialismo también quieren resolver temprano la división de bienes. En Aguilares, el matrimonio de la intendenta Elia Fernández y el legislador Sergio Mansilla enfrenta al matrimonio del ex intendente Agustín Fernández y Norma Reyes Elías. Ahí se van a medir para conocer el peso específico de cada cual. Lo mismo acontecerá en Monteros, donde el intendente Francisco Serra enfrenta al ex intendente Juan Antonio Ruiz Olivares y al presidente subrogante de la Legislatura, Regino Amado. Ni hablar de Tafí Viejo, donde el intendente Javier Noguera se medirá contra el ex intendente Alejandro Martínez y el titular del bloque jaldista, Roque Álvarez. Igual que en Alderetes, donde el intendente Aldo Salomón enfrentará a dos ex intendentes, Julio Silman y Sergio Venegas, y al legislador Andrés Galván. Y siguen las intendencias… Los divorcios abiertos simultáneos y obligatorios harán declinar a algunos jefes municipales, que deberán dividir su autoridad y, en dos años, “mudarse”; o pautarán la derrota de sus adversarios, con una orden de restricción de acercamiento al poder.

Mundana separación

Divino divorcio es una obra de teatro escrita por Alfredo Allendey y cuenta la historia de una pareja con muchos años de matrimonio que decide ponerle final a la relación y, como era un desenlace casi anhelado, resuelven celebrarlo con una gran fiesta. Convocan a un “divorce-planner” y redactan una lista de invitados inverosímil: están el cura que supo casarlos, los abogados de una y otra parte, los detectives privados contratados en el pasado e, inclusive, los bomberos: alguna vez debieron ser convocados para controlar las llamas de tanta pasión…

Aunque en Buenos Aires la popularizaron Rodolfo Ranni y Viviana Saccone, aquí en Tucumán la puesta en escena es con el elenco estable de Juntos por el Cambio.

Se casaron políticamente en 2015. Y si bien no hay “iglesia y civil”, el compromiso quedó sellado en doble instancia: en el orden nacional surgía Cambiemos; en el orden local, la yunta entre radicales y peronistas fue alumbrada como Acuerdo por el Bicentenario.

Fue un idilio arrollador. El frente obtuvo unos 380.000 votos. El PJ perdió las intendencias de San Miguel de Tucumán, de Bella Vista, de Yerba Buena y de Concepción. Las irregularidades que signaron los comicios derivaron en una sentencia inédita: el fuero en lo Contencioso Administrativo declaró nula la elección y mandó a sufragar otra vez. Hubo puebladas en las calles reclamando otra votación. El oficialismo sitió los tribunales. Al final, la Corte Suprema validó la elección, pero el escándalo expuso los oprobios del clientelismo, le dio centralidad al discurso de renovación de política que exclamaba el macrismo y encendió todas las alarmas respecto de los comicios presidenciales, en los que el kirchnerismo terminó derrotado en la segunda vuelta.

Seis años después, los protagonistas de aquel romance no pueden ni verse. Así que se lanzaron, originalmente, José Cano y Silvia Elías de Pérez para minar al alfarismo; los intendentes radicales del oeste, Mariano Campero (Yerba Buena) y Roberto Sánchez (Concepción), para minar a la senadora y al diputado; y el alfarismo, que reclama que ya los radicales han encabezado demasiadas veces las propuestas del espacio, sin triunfos.

Va a ser estruendoso ese divorcio dentro de un mes y seis días. Con inverosímil lista de invitados incluidos: desde el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta por el alfarismo, hasta el gobernador jujeño Gerardo Morales del lado de los parlamentarios nacionales, pasando por el ex ministro de Hacienda Alfonso Prat-Gay del lado de los intendentes.

Hasta el momento, el que viene liderando los acontecimientos es Alfaro. El acto del sábado pasado en Central Córdoba fue de una masividad contundente. Y el domingo será el anfitrión de Patricia Bullrich, la presidenta del PRO a nivel nacional. En los alrededores de los adversarios del jefe municipal gestionan alguna foto con la ex ministra de Seguridad de la Nación. Pero lo cierto es que el capitalino desplegará con ella dos actividades significativas: por un lado, inaugurará una sede de Juntos para Construir en Yerba Buena y otra en Concepción; por el otro, se anunciará la reincorporación de Beatriz Ávila, en su unibloque del Partido por la Justicia Social, al interbloque de Juntos por el Cambio.

También harán falta bomberos: algunos se encenderán el 12 de septiembre. Y otros arderán.

Vienen y van

Antenoche, en el programa “Panorama Tucumano”, se vieron las cifras de las últimas PASO.

En las de 2017, el oficialismo tucumano logró 483.000 votos. Juntos por el Cambio, 285.000. Y Fuerza Republicana, 88.000.

En la de 2019, el PJ consiguió 570.000 votos. O sea, 87.000 más que dos años atrás. Juntos por el Cambio se contrajo a 239.000 votos. O sea, 46.000 menos. Y FR se achicó a 57.000. Léase, 31.000 menos. Los votos que sumó el oficialismo son, claramente, los que perdió la oposición.

Los guarismos plantean escenarios. En principio, hay unos 90.000 tucumanos que no tienen problemas en votar a la oposición para avalarla (en 2017, Mauricio Macri salió bien parado de las elecciones de medio término); o en sufragar al PJ para castigarla (como hace dos años).

Si las que vienen serán elecciones correctivas en lugar de respaldatorias (la crisis económica, la inseguridad y los cuestionamientos en torno de la politización de las vacunas en la segunda ola complican a la Casa Rosada), puede que la oposición logre más votos que hace dos años.

Pero –y ahí la segunda lectura-, Juntos por el Cambio no es toda la oposición. Están los nucleamientos de izquierda (Frente Amplio, Frente de Izquierda y de los Trabajadores, Movimiento Socialista de los Trabajadores), dispersos pero presentes. Y está FR. El espacio que no sólo tiene un electorado fidelizado, sino que además capta los votos de quienes se desencantan con los extremos de la grieta.

Todo lo cual configura La guerra de los Roces.

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