Nervios en el PJ; en JxC, el que gana se lleva todo

Nervios en el PJ; en JxC, el que gana se lleva todo

Detrás de Manzur y de Jaldo se percibe temor en la dirigencia, el miedo a ser arrastrados a otra derrota como la de 1995. Los peronistas están inquietos; pueden aceptar la disputa a nivel personal entre el gobernador y el vicegobernador, pero reniegan de la pelea en términos políticos. Porque involucran a todos pensando sólo en ellos. Manzur viene presentándose como el conductor del peronismo tucumano, actitud potenciada por el respaldo del Gobierno nacional, con Alberto a la cabeza. Sin embargo, la conducta desafiante de su compañero de fórmula lo expone como el líder de un sector del PJ, no de todo el peronismo, menos de uno unido. El partido está agrietado por los jefes del Ejecutivo y del Legislativo. No importa en qué porcentajes para sugerir quién pesa más o menos, eso se verá en las primarias si es que finalmente no hay lista de consenso.

En esa eventual división pesará el “aparato”, nadie lo duda, en el peronismo menos, donde saben cómo se aceita la maquinaria y cuánto importa manejar la estructura del Estado, por el juego de las presiones a las que se ve sometida la dirigencia institucionalizada. Es todo un “arte”, por decirlo de alguna manera, y en los últimos días se han visto pinceladas de artistas de cada lado. Como sea, el nerviosismo que se advierte en el justicialismo tucumano es porque Manzur y Jaldo han decidido tirar de la cuerda hasta el límite; el gobernador para quebrar definitivamente con el tranqueño y quedar como el único conductor del peronismo, y el vicegobernador para imponer a Gladys Medina en una boleta de unidad; para lo cual tensiona al máximo la situación al responsabilizar del quiebre del PJ al mandatario. Parece “modesta” su pretensión frente al cuadro de situación. Sin embargo, Manzur no ha demostrado hasta aquí que acepte esa “mínima” concesión; por el contrario, el desfile de figuras nacionales del Gobierno fortaleció su línea de no negociar nada con su adversario interno.

El guiño nacional del albertismo, entonces, vino a alentar la fractura. Hasta ahora no se observa un gesto y menos la intención mediadora del poder central para que, sin mirarse, Manzur y Jaldo cierren filas tras una nómina surgida, ya no desde el consenso, sino desde una bajada de línea nacional. Y más que nada desde el Instituto Patria, aunque su dueña haya estado más preocupada en los últimos días en prepararse para argumentar en la causa judicial por el Memorando con Irán. ¡Cómo iba a ponerle atención al caso tucumano! Sólo Cristina, en los papeles, parece ser la única que puede obrar ese milagro, porque Alberto, con su aval al gobernador, dio vía libre al quiebre. Para Manzur sería inmejorable que la ex jefa de Estado, a la que supo jubilar de la política, levante el teléfono, lo trate de Juancito y le diga hacelo por mí. ¡Qué mejor forma de restablecer relaciones! Él haciéndole un favor a la conductora del Frente de Todos, ni más ni menos. Tal vez eso sea lo que espere. Y tal vez por eso tensan la cuerda los dos, el gobernador y su vice, porque al tranqueño también le convendría el telefonazo. Sin embargo, eso no se avizora por ahora. Por eso, en estos pocos días y hasta la definitiva presentación de las listas de precandidatos, los nervios en el peronismo estarán alterados.

Cuando se deslizaron los nombres de los cuatro candidatos del manzurismo al Congreso se lo hizo esperando las reacciones, para observar a quién rechazaban, objetaban o aplaudían. Como Manzur no los bendijo públicamente, ni los elegidos se dieron por aludidos, menos hubo referentes que salieran a respaldar esa nómina. En cambio, empezó una danza de nombres de posibles sustitutos de Pablo Yedlin, Rossana Chahla, Sandra Mendoza y Marcelo Santillán. Se potenció inmediatamente después de que el jaldismo sorprendiera diciendo que competiría en las PASO del Frente de Todos con dos nombres del Peronismo Verdadero: Gladys Medina y el monterizo Juan Antonio Ruiz Olivares. No pocos manzuristas explicitaron sus dudas y advirtieron tibiamente algo que por lo bajo se venía diciendo pero que nadie se animó a exponer en forma pública: que en la supuesta lista de Manzur había escaso peronismo territorial, muy poco de representatividad del PJ y que no era los suficientemente convincente como para jugarse la vida por el gobernador.

Acciones que debilitan al jefe

El runrún, en el fondo, desnuda desconfianza en la nómina y, más que nada, que hay sectores internos que creen que pueden influir sobre Manzur para modificar esa lista. Se menciona, por ejemplo, que un dirigente de origen sindical buscó respaldo en algunos popes de la CGT nacional para que lo avalen como candidato a senador en reemplazo de Yedlin, el amigo del gobernador. ¿Tanto se le animan al mandatario? Desde otros sectores se deslizó para ese puesto al actual diputado Mario Leito, que tiene mandato hasta el 23. Aquí hay que detenerse, porque al margen de que el ex presidente de Atlético Tucumán lo quiera o no, el hecho en sí revela que en el espacio manzurista no hay confianza plena en una victoria con aquellos cuatro. Peor aún, que el “uno” se equivocó. El hecho de que no destile “peronismo”, entendido como tradicional o histórico, hizo que también surgieran otros como posibles postulantes. ¿Manzur alienta estas maniobras?

Entre los compañeros circuló el rumor de que un referente territorial del oeste arrojó en una mesa de debate el nombre de Fernando Juri para la Cámara Baja. Igual que Leito, más allá de que el presidente del Concejo Deliberante acepte o rechace de plano el posible convite, lo que se evidencia con esta búsqueda de peronistas más apegados a la tradición partidaria es la debilidad de la lista del manzurismo para competir en una interna peronista. Cabe imaginar que Manzur estará al tanto de estos rumores, que sus colaboradores le comentarán lo que sucede entre su propia tropa, más allá de su ensimismamiento personal por su pelea con Jaldo.

Faltan unos cuantos días para oficializar los candidatos; y aunque sean pocos, si el titular del PE no los blanquea rápidamente, la sola mención de posibles nuevos candidatos para incorporarse a la lista de su espacio, no hará más que debilitarlo políticamente frente al jaldismo. Debería cortar por lo sano, de una forma o de otra, ratificando a los cuatro originales, alterando los apellidos o dándole un lugar a la esposa de Darío Monteros. En suma, mostrar que conduce, porque al mencionarse candidatos alternativos desde el seno de su espacio, lo que se hace es poner en duda su habilidad para conducir al peronismo. Y, además, que es influenciable. Una contradicción que debe zanjar el gobernador.

Si en el manzurismo hay nerviosismo, también lo hay por el lado del jaldismo; no todos están convencidos del paso que ha resuelto dar el vicegobernador, de competir en las primarias abiertas contra el “aparato” del Estado. Demasiada desigualdad con el poder de fuego de la Legislatura, por más habilidad política que puedan demostrar los jaldistas en una eventual disputa territorial. Allí también esperan esa bajada de línea del Gobierno nacional que imponga una sola lista en el Frente de Todos. Muchos respirarían aliviados al evitar una interna no sólo para alcanzar un lugar en la boleta final, sino que sería para dirimir lo que en el fondo están discutiendo Manzur y Jaldo: el liderazgo en el PJ. Esa partida obligaría a que el juego sea a todo o nada.

Veteranos del PJ se sienten incómodos por enfrentarse con gente con la que vienen peleando codo a codo por el peronismo desde 1999 a la fecha. Se preocupan por el incremento en la agresión verbal, que los distancia más. La creen innecesaria y esperan que haya madurez, ya no de los que conducen espacios en la provincia, sino de los de más arriba: en las autoridades nacionales que pueden influir para que se alcance un acuerdo que impida que la sangre llegue al río. Una frase que se escucha entre los moderados, los esperanzados, es la de que la política es el arte de lo posible.

Pero, ¿a Cristina le preocupa el conflicto interno de una provincia del norte cuando su principal motivación política está centrada en Buenos Aires? Porque allí está obligada a no perder, porque si la derrotan en las tierras de Kicillof el Gobierno nacional puede naufragar. Todo por culpa de ella. Es la madre de las batallas electorales para el Frente de Todos. Desde esa perspectiva, no pinta probable que levante el teléfono y se entrometa. Razón por lo cual, si no hay una negociación entre manzuristas y jaldistas para calmar las agitadas aguas, el peronismo tucumano se encamina a ir dividido a las PASO, sin la garantía de que el que pierda vaya a trabajar en las generales por el que gane. En ese caso, a Jaldo le resta tratar de que el manzurismo no lo doble en votos, ya que así podría imponer a Medina en el segundo lugar de la lista oficialista. Para él, en ese caso, perder sería como ganar.

No hay dos sin tres

¿Y la oposición? La que concita la atención es la interna de Juntos por el Cambio, porque allí se perfilan tres espacios para pelear por las bancas, aunque en el caso de los radicales existe un condimento extra: la disputa será por la conducción de la UCR. Eso quedó claro con la candidatura de Mariano Campero a senador: fue un aviso directo a José Cano, un desafío por el liderazgo en el radicalismo.

La movida de incorporar al yerbabuenense en la conducción de la UCR para que no saliese por fuera de Juntos por el Cambio -aliado posiblemente a Ricardo Bussi-, no derivó en una sociedad política del binomio Campero-Sánchez con el de Cano-Elías de Pérez. El hecho de que Pablo Macchiarola, un colaborador del intendente de Yerba Buena, fuera designado cointerventor del partido, junto a José Argañaraz -socio político del diputado nacional-, no terminó alentando una lista de unidad radical, sino que animó al camperismo a pelear por todo. Habrá que ver qué convino con el intendente de Concepción para que este desista de la postulación a senador; tal vez el 2023 aparezca en la negociación. Sólo ellos lo saben. ¿Puede alterarse el panorama radical? Como sus primos peronistas, posiblemente estén tensando la cuerda para un acuerdo de último momento y sorprendan al otro referente del espacio: Germán Alfaro.

El jefe municipal capitalino sólo postuló a su esposa, la diputada nacional Beatriz Ávila, para senadora, y acordó integrar al PRO a su lista. Y, seguramente, aguardará hasta último momento para completar la nómina. Ya sabe quiénes son sus adversarios, que han resuelto dividirse y que quieren usar las PASO para dirimir su interna de poder en la UCR.

Al margen de los conflictos radicales de la coalición, hay un detalle en el acta constitutiva de Juntos por el Cambio que no hay que descuidar: su contenido establece que el que gana las PASO se lleva todos los cargos que pueden resultar luego salibles en la elección general: dos diputados y un senador por la minoría si es que pierden, o los dos diputados y los dos senadores si es que ganan. Es porque en el caso de los senadores se dispuso que se aplicará el sistema de lista completa a simple pluralidad de votos y en la de los diputados se aplicará el esquema 70/30. O sea que quien se imponga se lleva el primer, segundo y tercer lugar en la lista de candidatos y el que salga segundo, el cuarto lugar. Ergo, el que gane esa interna se puede presentar ante la ciudadanía como la principal opción opositora al PJ, sea cual sea la fórmula que salga del oficialismo. Mucho en juego detrás de la simple redacción de esa acta, porque de los tres probables competidores, solo uno sonreirá con razón: se quedará con todo.

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