“Fulgores” o los pensamientos de un actor en soledad

“Fulgores” o los pensamientos de un actor en soledad

Alejandro Sandoval estrena en el Rosita Ávila un texto escrito especialmente para él por Carlos Alsina desde Italia. Las exigencias.

CLAROSCUROS. Alejandro Sandoval protagoniza “Fulgores” y reivindica que sus dos lados se complementan. CLAROSCUROS. Alejandro Sandoval protagoniza “Fulgores” y reivindica que sus dos lados se complementan.

Desde Italia, donde está desde el inicio de la pandemia sin poder regresar, Carlos Alsina sigue vinculando su producción dramatúrgica con Tucumán. Mientras que el escritor, docente y director mantiene sus cursos y montajes de obra en la península europea, su corazón sigue latiendo al ritmo de los lapachos y de los afectos que lo esperan en su provincia natal.

Para achicar la distancia, hoy a las 20 se estrenará “Fulgores” en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.550), el texto que escribió especialmente para que lo protagonice Alejandro Sandoval, en lo que significa el retorno de este último a los escenarios con una propuesta para adultos con un drama sobre la soledad, la desidia y la muerte.

“Es un momento de la vida de un actor en su casa, durante una pandemia. Es un día de una vida que parece no querer seguir. La duda existe, algo está pasando en el mundo pero no sabe bien qué es. Para ayudarse a seguir, va recordando textos que interpretó y los representa. Se suceden poesías, monólogos cortos, diversos personajes, mientras la soledad que lo ahoga lo va apagando; pero el deseo y la esperanza de que esta situación puede cambiar le dan fuerzas. Su ánimo va y viene, como un péndulo, como si lo que marcara el tiempo que parece estar detenido lo hiciera un metrónomo”, describe el protagonista para LA GACETA.

Del abanico de sensaciones que plantea la obra, la soledad se recorta como dominante, con todas sus derivaciones. “Todo esta vinculado, pero ese es el tema que quizá martiriza a este artista abandonado. ‘Solo, estoy solo, no queda nada ni nadie...’, dice mientras parece caer abatido nuevamente. Es una realidad que nos apareció a todos. Al leer por primera vez la obra, quedé enamorado de este texto magnífico por su sabiduría, su poesía, el entramado y la nostalgia de Alsina. Me costó mucho comenzar a ensayarla, porque me siento muy identificado con el personaje y todavía estoy inseguro. Pepe Concha Martínez, a quien dedico este trabajo, me decía: ‘Ale, vos sos hipersensible’, y es algo que me define. El mayor desafío que tuve en este proceso fue justamente crear un personaje que no sea yo”, describe.

El recorrido emocional en escena lo lleva a reflexionar sobre el honor, la dignidad, la justicia, el amor y la humanidad deshumanizada. En su casa, está desconectado del afuera: no funcionan celulares ni computadoras; sólo un teléfono fijo al que nadie llama. Desde la ventana mira la calle pero nadie pasa. ¿Qué está pasando, Dios mío?, es la principal pregunta que lo rodea.

“Trabajar la verosimilitud es fundamental para mí, no identificarme porque si lo hago no puedo mirar de afuera al personaje y pierdo la capacidad crítica”, asevera. Su búsqueda interpretativa -admite- derivaron en pequeñas crisis. “Es una gran responsabilidad hacer teatro, pensar en lo que significa Alsina en mi carrera, en lo que el público merece, es dar todo o no hacer nada. Eso es lo que me exijo”, resume.

Sin contradicciones

En el afiche y en las promociones gráficas, el rostro de Sandoval se divide entre una zona iluminada y otra en la oscuridad. “Todos tenemos dos partes, pero una cosa es lo contrario o contradictorio y otra muy distinta lo complementario. Cuando pensé por primera vez en la iluminación, sentía que tenía que ser blanca, tenue, porque además, como dice el texto: ‘y la luz va y viene...’. Pero tuve una conversación con Martin Royano, un excelente iluminador, y con Benjamín Tannure Godward, que me acompaña como director asistente, y cambiamos la idea original. Pensé mucho en los ciclos de la luna; solo se lo dije a Martín, me respondió que ya sabía lo que yo quería y me tranquilicé. ¡Estoy en excelentes manos!”, asegura.

Inevitablemente, la autorreferencialidad del artista aislado y lejos de su público en cuarentena se cuela en la trama a partir de las experiencias vivenciales recientes. Por ese motivo, “volver a los escenarios, a la presencialidad es algo que anhelábamos, deseamos hacer teatro y buscamos y decidimos poner todo de nuestra parte con cuidado extremo -subraya-, porque creemos que las salas son algunos de los lugares más seguros”. “El teatro sin presencialidad no sería teatro. Es vida, es una fiesta que se confirma cada vez que se ve a la gente salir contenta, agradecida”, añade.

Sabe lo que es ese reconocimiento, ya que Sandoval hace doblete: dirige la puesta infantil “En la panza de la ballena, cuatro piratas y una princesa”) que estará por la tarde en la misma sala (ver “Vacaciones en familia”). “Actuar es la ley del mayor esfuerzo. Un actor debe darlo todo. Ser teatrero es maravilloso, me siento un privilegiado por todo lo que me dio este oficio, pero la responsabilidad es siempre mayor”, concluye.

Vacaciones en familia: una historia de piratas y Princesas

“En la panza de la ballena, cuatro piratas y una princesa” es la propuesta con canciones para toda la familia que se presentará hoy a las 17 en el teatro municipal Rosita Ávila (Las Piedras 1.550”, dentro del ciclo Vacaciones en Familia. Con dirección de Alejandro Sandoval, actúan Italo Díaz, Juan Mauricio López, Benjamín Tannuré Godward, Cande Matías y Ramiro Maturana (en el debut de los dos últimos en el elenco). Es la historia de una tripulación que está varada en una isla al perder su barco. Su capitán Charles Brumé quiere encontrar una ballena azul que tiene tatuada en su cola el mapa de un gran tesoro y en su panza el secreto de la verdadera felicidad.

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