Lecciones de soberanía de un tucumano que pocos conocen

Lecciones de soberanía de un tucumano que pocos conocen

“Con Storni, creo que Tucumán dio uno de sus hombres más lúcidos al país en este siglo. Una personalidad seria, tenaz, sin vana espectacularidad, con un amor medular hacia nuestra tierra. Estimo también que si bien casi toda su vida transcurrió en otros ámbitos, la provincia tendrá que reivindicarlo como uno de sus hijos notables”. Así pintaba Isidoro Ruiz Moreno a Segundo Storni, uno de esos tucumanos desconocidos por la mayoría y escasamente rescatados por la historia, pero con el suficiente peso específico como para no perder actualidad. Hoy se celebra el Día de los Intereses Argentinos en el Mar y la fecha remite al nacimiento de Storni, el 16 de julio de 1876. Hablamos de una figura clave en la visión geopolítica de la Argentina, porque a principios del siglo XX (ese “este siglo” al que se refería Ruiz Moreno) Storni sostenía que el país debía contar con puertos de aguas profundas, bases navales, flotas (de mar, mercantes y pesqueras) y astilleros. Un visionario.

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No deja de llamar la atención la vocación marina que se despierta en las provincias mediterráneas, pero suele ser tan poderosa como la que inspira vivir con el océano o los grandes ríos navegables recortados en el horizonte. A Storni no lo convocó la tierra, sino la inmensidad del mar, y fue así que dejó la provincia para estudiar en la Escuela Naval, de la que egresó en 1897 con el primer puesto de su promoción. Vale hacer un pequeño alto para destacar el trabajo del Dr. Florencio Aceñolaza, quien rastreó el origen de la familia Storni para un artículo publicado en la revista de nuestra Junta de Estudios Históricos. Desde Origlio, cerca de la ciudad suiza de Lugano, llegó Julio Natal Storni Stampanoni alrededor de 1870. En Tucumán se casó con Felina Verasaluce Leal y tuvieron cinco hijos. Dos fueron varones: Julio Santiago (destacado agronómo a quien Aceñolaza le dedica su investigación, con el título “un tucumano pintoresco e ignorado”) y Segundo Rosa, el futuro vicealmirante y canciller.

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Ese hombre al que Ruiz Moreno describe como reservado, gentil, ceremonioso y poco conversador, tenía una obsesión: que la Argentina fuera una potencia del Hemisferio Sur. “Una potencia completa y armónica”, añade Ruiz Moreno, quien fue consejero de Storni en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Ese fue un capítulo brevísimo en la carrera del marino tucumano, ya que se mantuvo en el cargo durante apenas tres meses, del 7 de junio al 9 de septiembre de 1943. Poco antes, el 4 de junio, un golpe militar había derrocado al presidente Ramón Castillo, y el dictador Pedro Pablo Ramírez apeló al prestigio del almirante para ofrecerle la Cancillería. Era un tiempo tormentoso, plena Segunda Guerra Mundial. Storni aceptó, pero en base a una lectura política errónea, y pronto advirtió que sus convicciones (en sintonía con los Aliados) iban en contra de los intereses del Gobierno (simpatizante del Eje Berlín-Roma-Tokio). Que Storni fuera nacionalista no lo hacía germanófilo. Las movidas que intentó en pos de sacar a la Argentina de la neutralidad y alinearla con los Aliados le costaron ser eyectado del Ministerio. La dictadura propiciada por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) creía en una victoria final de Alemania en la contienda, cuando a esa altura el resultado ya estaba cantado en otra dirección. No hay peor ciego que el que no quiere ver, pero Storni veía.

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La pandemia, la crisis económica y los problemas sociales copan las agendas, un postre que suma las elecciones al recetario de ingredientes. Todo es tan acuciante, ruidoso y dramático que cuestiones de fondo quedan relegadas. En esa lista aparece el futuro de la Hidrovía del Río Paraná, nada menos que la principal entrada y salida del comercio exterior argentino. La concesión del dragado y balizamiento de la Hidrovía (que va desde la unión de los ríos Paraná y Paraguay al norte hasta la desembocadura del Río de la Plata, en aguas abiertas) se mantuvo en la órbita empresaria durante 25 años. Carlos Menem privatizó la Hidrovía en 1995 y quedó en manos de la firma belga Jan de Nul, acompañada por un socio minoritario local (Emepa). Cada tonelada exportada por los complejos sojero y maicero le pagó 3,06 dólares de peaje a Jan de Nul, hasta que la concesión expiró este año. Las exportaciones argentinas se miden en cientos de millones de toneladas, lo que permite vislumbrar la idea del fabuloso negocio que hay detrás. ¿Qué hizo el Gobierno nacional? Tomó el control de la Hidrovía por un año, le delegó la logística al Ministerio de Transporte y anunció que en 2022 se llamará a una nueva licitación, nacional e internacional.

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Son tantos los intereses y los lobbies desatados en torno a la Hidrovía que el Ejecutivo, desbordado por una coyuntura indomable, buscó oxígeno y lo encontró con la forma del tiempo. Por debajo de la mesa lo que está abierto desde hace rato es un juego multimillonario del que la opinión pública poco y nada se entera. Pero lo que prima en este debate es quién se queda con el negocio, mientras que de soberanía y geopolítica son pocas las voces que se ocupan. Y justamente es esa la clase de preocupación que motiva acudir al legado de Storni, propulsada además por esta efeméride que hoy nos convoca -el Día de los Intereses Argentinos en el Mar-, fecha consagrada por una ley que el Congreso Nacional votó en 2004. La obra de Storni, desarrollada por medio de libros y conferencias, pivotea sobre esta necesidad/obligación que es la defensa del patrimonio, de los recursos naturales y de la soberanía sobre el territorio nacional.

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Los temas se van ligando porque no dejan de formar parte del tablero global. Todo se relaciona y va confluyendo en la misma dirección. Por eso es atinado advertir sobre otra tensión que se abre a partir de la posible radicación en el país de granjas porcinas, iniciativa señalada por grupos defensores de la naturaleza como un potencial desastre medioambiental. La producción de carne de cerdo financiada por China, con el objetivo de ser exportada para que la consuman en ese país, implica significativas inversiones y apertura de fuentes de trabajo. ¿Y qué hay del uso de los recursos naturales que demandarán esas granjas? ¿Y de los efectos que provocarán en el ambiente? ¿Hasta qué punto resignamos soberanía a cambio de beneficios económicos?

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Lo fundamental, se trate de la Hidrovía, de las granjas porcinas o de cualquier otra cuestión sensible que implique formatear la Argentina que viene, es que la ciudadanía adquiera un rol activo y participe directamente en la toma de decisiones. Esto implica involucrarse, estudiar, aprender, escuchar con atención todas las voces, separar la paja de los intereses del trigo informativo, comparar datos, cuidarse de los discursos intencionados. En otras palabras: ejercitar a fondo la democracia. Más allá de las urgencias del momento está la clase de país que iremos construyendo. Si la participación popular se mantiene ajena y todo se decreta de espaldas a los ciudadanos no quedará otro sentimiento que la indefensión.

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Palabras finales para Storni, fallecido el 4 de diciembre de 1954. Vivió convencido de que la soberanía nacional se defendía por medio del desarrollo, y por eso impulsó una industria edificada con esfuerzo, ambición e inteligencia. Llevan su nombre el Liceo Naval Militar de Posadas (Misiones) y el Astillero de la Armada Argentina. “Era un patriota auténtico”, destacaba Ruiz Moreno. Oportuno mensaje para la tucumanidad de hoy.

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