Unos y otros se olvidaron de los tucumanos

Unos y otros se olvidaron de los tucumanos

El 9 de Julio es un día de orgullo para los tucumanos. Nos sentimos con el pecho inflado y con más alegría que otras jornadas. Cuando dicen “Feliz día de la Patria”, sentimos que nos están diciendo buen día a nosotros mismos.

Ayer fue 9 de Julio y se olvidaron de los tucumanos. En el teatro de la vida el reparto de roles le da un protagonismo principal a los autoridades, a quienes el voto les dio ese papel. Tiene también algunas apariciones el resto de la ciudadanía, a la cual le asiste la importantísima -aunque de bajo perfil- tarea de ser actor de reparto. Ayer, los unos y los otros se olvidaron de los tucumanos.

Como en el añejo juego infantil del Antón Pirulero, cada cual atendió su juego. El presidente Alberto Fernández se preocupó por profundizar la grieta, por marcar sus diferencias con los dirigentes de la oposición. No articuló un discurso acorde con esos próceres a los que se estaba homenajeando, que vinieron de distintos puntos del país a juntarse, a ser uno solo en el grito de Libertad. Tanto fue el interés en marcar los yerros de Mauricio Macri -a quien se cuidó de no nombrar, seguramente por el imponente marco que lo rodeaba- que también se olvidó de algunos tucumanos imprescindibles a la hora de la Independencia. Fernández se esforzó en destacar la tarea de José de San Martín, de Manuel Belgrano y del salteño Martín Miguel de Güemes. En ellos plantó las columnas vertebrales del pasado y de la historia. Los tucumanos se quedaron con ganas de que resaltara la tarea de Bernabé Aráoz y de Pedro Miguel Aráoz, hijos de esta tierra.

El gobernador de la provincia estaba concentrado en ser el mejor anfitrión de Alberto. Cuatro veces le dijo “Querido Presidente” -lo que fue pagado con varios “como dijo Juan”- y por las dudas subrayó con énfasis un tuit de Cristina. Manzur no tuvo ni una palabra para los próceres -sólo la formalidad de la ofrenda floral que todos los años dejan en el Salón de la Jura-. Tampoco para los que manifestaron por las calles su hartazgo.

Opositores que militan en diversos partidos, pero que principalmente se sienten afectados por las políticas de gobierno, también se olvidaron de los tucumanos. Se preocuparon por cumplir el ritual de todos los feriados: protestar contra el Gobierno. Se pusieron el traje de autoconvocados (cuando la convocatoria estaba muy bien pensada) y no lograron la prudencia cuando la Policía cerró el paso. Seguramente hay, hubo y habrá otros momentos para profundizar el enojo y para descargar bronca, no el 9 de Julio que los tucumanos necesitan para encontrar una identidad diluida y un orgullo disminuido. Los dirigentes fallaron al aventar la ira antes que contenerla.

Fue un 9 de Julio electoral, que no pudo disimular que ya está en marcha la campaña y que tampoco logró olvidar las diferencias que tienen el gobernador y el vice Osvaldo Jaldo, quien también quedó incómodo con los incidentes: a gente ubicada del lado de su vereda en la interna oficialista la señalan como fomentadora el enojo en los valles, escala que terminaron suspendiendo el Presidente y el Gobernador.

Tanto Fernández como Manzur no le llevaron el apunte a la protesta. La consideraron -posiblemente- parte del juego político. Un error, más aún durante un 9 de Julio. Hay un hartazgo y un cansancio social que está reclamando mayor atención, más escucha, más diálogo. No debería ser desatendido.

Precisamente eso fue eso lo que les advirtió el arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, en su Homilía. Allí pidió diálogo y advirtió sobre los riesgos de no tenerlo porque deteriora la democracia. A él tampoco lo escucharon. Unos, por quedar bien con el Presidente. Otros, por criticar a sus antecesores. Y los demás, por descargar esa mezcla de bronca y desazón.

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