Nervios y ansiedad en una oposición fragmentada

Nervios y ansiedad en una oposición fragmentada

Nervios y ansiedad en una oposición fragmentada

El nivel de tensión en la oposición va en aumento, hora por hora; ese estado emocional es inversamente proporcional al tiempo que resta para inscribir las alianzas electorales, cada vez menos: 17 días. Uno crece, el otro disminuye. Se percibe nerviosismo, inquietud y hasta cierta alarma entre los protagonistas; es que el futuro político de muchos dirigentes depende de lo que se pueda llegar a pactar, porque el 21 es la ventana al 23 para varios de ellos. ¿Cuántos frentes opositores se crearán? Uno es imposible, dos el optimista, tres el más realista. Por cierto, a más coaliciones, mayor debilidad opositora frente al Gobierno. Otra proporcionalidad, pero directa.

En ese marco se entiende que se multipliquen las encuestas con propuestas de fórmulas electorales hasta insólitas para hacerlas jugar en el tramo final de las discusiones, para presionar por nombres de candidatos “salibles” y de binomios supuestamente exitosos. Ves estos números, jugá aquí; mirá las encuestas, no podés sumarte allá. Los muestreos se constituyen así un arma para convencer y doblegar voluntades, aunque las cifras finales no puedan ser del todo confiables. Cada dirigente se pasea con el trabajo de una consultora bajo el brazo para demostrar qué puede pasar en tal o cual caso, ya sea en la división o en la probable juntada.

Un dato llamativo es que la mayoría de los referentes de la oposición barajan el mismo número para el oficialismo: 40 puntos de techo. Es un valor para “tentar” a la unidad de algunos sectores y, además -como se coincide en el amplio espacio opositor-, para poner a los mejores candidatos y presentar una opción electoral fuerte y representativa. Es la finalidad que se persigue con la locura de las encuestas, por un lado. Por el otro, cada sector expone sus propias cartas; apuestan al prestigio ganado, al respaldo de los ámbitos partidarios nacionales, a las picardías con maniobras sorpresivas, a las estructuras que armaron para competir en tiempos electorales; hasta las cuestiones ideológicas se mezclan en el medio.

Por detrás, finalmente, aparecerá en la mesa de discusiones -aunque ya haya tibias menciones- el gran tema de todo proceso electoral, realista, secreto y no público, y limitado a un grupo selecto de interlocutores: cuánto pone cada uno. El remanido tema de los recursos para sostener la campaña de los postulantes. ¿Quién los aporta?, ¿qué bolsillo va a sufrir? Este aspecto es directamente proporcional al lugar que se ocupará en las listas. En el caso del oficialismo está más que claro cuáles son las cajas y las estructuras que lo sostienen en cada votación: todas las que deriven del manejo del Estado, y de cualquier oficialismo, sea del color partidario que sea. Aunque en la provincia, por el tiempo que viene gobernando el PJ aceitó ese aparato monumental, es una maquinaria efectiva que -según los que conocen de la incidencia en las urnas de este “aparato”-, aporta entre cinco y 10 puntos en una elección.

Si un solo voto puede definir que se obtengan las dos bancas de senadores se entiende el valor de saber manejar toda esta estructura institucional; pero si se pueden conseguir 10 puntos en votos, eso tal vez pueda significar ganar dos o tres bancas de diputados. Claro, esa conjetura entra en una nebulosa de dudas a partir de la interna en el oficialismo donde se arrojan a la cara despidos de contratados desde ambos lados, y tan solo a 27 días de presentar la nómina final de candidatos.

El armado de esa boleta del Frente de Todos -sin algunos- resultará un capítulo más de esa batalla interna. Ya se están tirando nombres que confirman la fractura o bien que alientan una eventual unidad. Y aunque no sean definitivos, hasta incluso aparecen voces diciendo que no serán tales y cuales y que no hay que descuidar a tal o cual dirigente o funcionario del área de la Salud. Sólo hay uno que aparece en todas las alternativas y que tiene el puesto asegurado como candidato a senador en primer término: Pablo Yedlin.

Por el lado de la oposición también están lanzados varios nombres a los primeros puestos, lo que en cierta forma dificulta los posibles acercamientos para consensuar nóminas, porque cualquier pacto implica que alguno tendrá que ceder. Así aparecen para candidatos a senadores José Cano, Beatriz Ávila y Roberto Sánchez, y Silvia Elías de Pérez para diputada nacional. La danza de nombres es más amplia si se consideran las encuestas, que inflan o desinflan sueños y que aportan a las eventuales negociaciones entre los actores. Algunos de los trabajos de la consultoras, además de poner en valor a los candidatos, también aportan datos para armar los discursos de campaña. Y, por lo visto hasta ahora, la inseguridad es el aspecto que le saca ventajas al resto. Desde la Legislatura alguien deslizó que Cano y Silvia retienen las bancas según un muestreo de una encuestadora nacional, y que Juntos por el Cambio sumando al PJS puede redondear los 38 puntos. Ese trabajo, según dicen, indica que el bussismo cosecharía ocho puntos.

En medio del nerviosismo generalizado en la oposición por estos últimos días, el dúo dinámico, Mariano Campero (Yerba Buena) y Sánchez (Concepción), alteró semblantes al volver a traer por estos lares al ex ministro de Hacienda del macrismo Alfonso Prat-Gay, un jugador extraño en la pelea interna local que le aporta el condimento de su prestigio personal a la disputa interna.

Si bien se reunió con la mayoría de los referentes de la oposición, especialmente con los de Juntos por el Cambio, no vino a trabajar como un operador para la unidad de toda la oposición, sino sólo a respaldar a la sociedad Campero-Sánchez en la pelea por los espacios en la alianza opositora. Vino a dividir, no suma, es un cuatro de copas en la provincia, según una voz del radicalismo ortodoxo o tradicional, cuestionando la presencia del economista.

No hubo foto de Prat-Gay con Bussi, pese a que hubo intentos para que se juntaran. Quedó más que claro que no “operó” para todos y por la unidad durante la reunión con el intendente Germán Alfaro, ya que sólo limitó a escuchar al jefe municipal sin deslizar propuesta alguna de acercamiento o invitación a una gran coalición opositora.

Tampoco le debe haber hecho mucha gracia a Prat-Gay que el intendente dijera que no tiene el chip tucumano incorporado para inmiscuirse en los asuntos locales. Puede entenderse así la frialdad del encuentro, aunque a Alfaro le debe haber quedado claro que la intención del ex funcionario era hacer ruido en favor de sus pares de Yerba Buena y de Concepción en la interna entre los radicales, tema del que se mantiene ajeno y que lo distancia de Juntos por el Cambio.

Sin embargo, pese a que es probable que haya reuniones entre los cuatro intendentes opositores; Alfaro le envió mensajes claros a sus amigos opositores a través de Prat-Gay: tengo candidata, tengo recursos y tengo trabajo territorial en la principal estructura opositora al oficialismo: la intendencia capitalina. Y, sobre todo, que esta vez no acompaña, ni que se suma de atrás, menos habiendo ganado en su territorio en el 17 y en el 19.

Tampoco le hizo gracia la presencia de Prat-Gay a Cano y compañía, porque se jugó por los que lo invitaron a Tucumán, pese a que haya estado con todos y a que, aunque no se haya entrevistado con Bussi, dijo que no se le podía cerrar la puerta en un armado opositor ya que podría aportar un 10% de los votos. Irritó a los radicales de la vereda de enfrente, además, porque lo señaló en el aniversario de la desaparición de Gerardo Pisarello. Lo ideológico es el principal motivo de distanciamiento entre los dos grupos radicales, pero también lo es el pragmatismo de los nuevos y la mirada tradicional de los más veteranos.

Ricardo Bussi hoy está más fuera que dentro de la coalición opositora. Ya dijo que se cansó y que Fuerza Republicana saldrá con lista propia; todo un desafío y un riesgo a asumir, porque de presentar boleta tendrá que realizar una buena elección para demostrarle a que lo desplazaron que se equivocaron al no asociarlo. Cuando se habla de 10 puntos se habla de más de 100.000 votos, o de 155.000, como dijo la concejal capitalina Liliana Leiva que FR tenía. Todo un reto para el partido en una elección intermedia.

La exclusión de Bussi parece un hecho consumado, sin embargo, hay un elemento a considerar para que la tortilla se pueda dar vuelta. Tiene que ver con la intervención de la UCR, cuyo plazo de vigencia expira el miércoles. El interventor, el concejal José “Lucho” Argañaraz, se cansó de repetir que jamás firmaría un acuerdo con FR para constituir una alianza, por razones políticas e ideológicas. ¿Y si lo cambian? Pregunta políticamente correcta, pero incorrectamente política; se podría decir. Sólo el comité nacional del radicalismo que preside Alfredo Cornejo puede remover a Argañaraz y elegir a un eventual sucesor que pueda resultar proclive a incorporar a FR a un frente para que participe de las primarias abiertas del espacio. ¿Campero? El martes, precisamente, se reuniría la mesa del comité para tomar una determinación respecto del cese o de la prórroga de la intervención, ya que el proceso electoral en marcha presiona para adoptar decisiones políticas con urgencia. En el medio, hoy, casualmente, se juntarían en Jujuy Cornejo, Cano y Gerardo Morales -que no quiere a Bussi aliado al radicalismo-, todos ellos miembros del comité radical. Allí estarán también Negri y Manes. ¿Se charlará al respecto? Es posible. Lo que queda claro es que sea cual sea la decisión que se adopte -una más explosiva, inverosímil, que la otra- alterará únicamente las estrategias de dirigentes radicales. Creo que van a prorrogar; deslizó Argañaraz ante la consulta.

El edil entiende que la ley que determinó la no caducidad de los mandatos partidarios a causa de la pandemia -no pudo haber elecciones de renovación de autoridades- lo habilita a continuar al frente de la UCR. De cualquier forma no descarta que haya quienes quieran “operar” en su contra. Dividir al partido por Bussi parece demasiado; aunque habrá que prestarle atención a lo que resuelva el comité nacional.

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