Salud y Estado, un ajedrez fatal

Salud y Estado, un ajedrez fatal

15 Junio 2021

Por Hugo E. Grimaldi

“Disecar” es el verbo que encontró el periodista Marcelo Longobardi para describir con fina precisión cómo está tratando el kirchnerismo al sistema de salud privado. En nombre de la solidaridad que impone la pandemia, a las Obras Sociales y a las empresas de medicina prepaga se está pensando en imponerles por Ley un cepo mayor a la posibilidad de conseguir los recursos que necesitan esos prestadores para atender los servicios más básicos, entre ellos los sueldos de convenio del personal de primera línea y la compra de insumos. 

Este ahogo inducido -que ya se materializó en la prohibición de aumentos de cuotas que será recurrido judicialmente por las prepagas- tiene como fin crear el Sistema Nacional de Salud Integrado Argentino (SINISA), que es el apéndice que necesita el kirchnerismo para manejar desde el Estado una extraordinaria caja. Allí, irá a parar la recaudación total y el chorro lo manejará un burócrata seguramente ideologizado, que le dará a quien lo merezca y a quien no se alinee, no. En ese sentido, los gremios parecen haber conseguido una tajada hacia el futuro, porque hasta ahora no han zapateado como en otros tiempos.

El truco de la momificación ya fue empleado en 2008 para quedarse con los ahorros de los jubilados. Fue una estafa lisa y llana propia de un tiempo cuando en el que se montó una épica de la solidaridad para manotear esos millonarios fondos de las AFJP que le dieron a la ANSeS un extraordinario poder de fuego, no sólo en recursos sino en extensión territorial. Hoy, cada oficina de ese organismo del Estado es una Unidad Básica manejada por militantes y otro tanto ocurre con el PAMI, ambos entes controlados por La Cámpora.

Cristina Fernández ya lo había anticipado en diciembre en La Plata y este lunes eligió el mismo escenario para insistir sobre el tema sanitario, a partir de un paper con algunos fundamentos bien radicalizados que no sólo insisten en “recuperar la gobernanza del sistema de salud” sino que hasta habla de “contar con una Nueva Constitución”, el sueño antiliberal del kirchnerismo, para incorporar a la salud como “derecho humano”. Con maldad, entre las prepagas se asegura que ese paper fue inspirado por un médico formado en Cuba, directo colaborador de Daniel Gollán y Nicolás Kreplak, ambos a cargo de la Salud bonaerense.  

Cristina las atacó en su discurso (“las prepagas no tienen dónde ubicar a la gente”) y dejó entrever que le mandan los enfermos al sector público. En esa afirmación hay algo de certeza porque fueron muchas las clínicas privadas (no las propias de las prepagas sino prestadores adheridos) las que aprovecharon la ventana entre la primera y la segunda ola para desarmar sus terapias intensivas debido alto costo de manutención, algo que en el Conurbano bonaerense pegó muy fuerte. También parece injusto, algo que la futura Ley seguramente tenderá a corregir, que esos afiliados (o sus aseguradores de salud) no le paguen nada al Estado por la atención. Esta ha sido la excusa perfecta para generalizar y avanzar hacia la estatización del sistema.

Es más que probable que a la gente del común, ahogada por la inflación, le caiga como anillo al dedo saber que una vez más el Estado que se dice proveedor de derechos le va a solucionar la billetera, obligando a los privados a cobrar lo que deseen los burócratas. Es típico de la clase media y seguramente no habrá mayores resistencias populares a la movida pero, una vez más la sociedad se habrá puesto la soga al cuello, aceptando traspasar al Estado-papá, al que nunca se le pedirán cuentas, un sector tan básico como la salud. Como se sabe, el sueño de muchos es morir en hospitales públicos, salvo la nueva élite que se atiende en sanatorios privados.     

Otro periodista, Carlos Pagni, exhumó hace unos meses la palabra “procrastinar”, como la acción que todo lo demora y si a ella se le suma al verbo “disecar” se llega a la reflexión del filósofo chino Lao-Tsé, quien decía que “no hay nada que el no hacer no haga”. En eso, el kirchnerismo es insuperable, ya que tiene mucho timing para dejar que todo se desmorone, ya sea con acciones inducidas o con el paso del tiempo, algo que el ministro Martín Guzmán sufre en carne propia. En este caso, se le han metido prohibiciones a las prepagas que tienen que ver con la momificación que se describe.

En este ajedrez que se juega todos los días, donde las distracciones van por un lado y la verdad por el otro, el kirchnerismo mueve a su ritmo y no deja de comer piezas todos los días (la educación, el mérito, la iniciativa privada o la prensa independiente). Cristina habla de la politización de las vacunas, le echa la culpa a la oposición y al periodismo, pero el Presidente va a Ezeiza con dos ministros que promocionan en sus chalecos azules flúo la acción estatal. En tanto, la sociedad sacrifica algunas piezas buscando estar mejor pero retrocede siempre. Da la impresión que no busca ni siquiera conseguir tablas, sino que su mayor aspiración es al menos quedar encerrado en un jaque perpetuo. Eso  también es disecarse.

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