Manzur senador, Jaldo diputado

Faltan 33 días para el 9 de julio y 54 días para la presentación de listas de candidatos para las PASO. ¿Cuál de esas fechas le puede estar preocupando más a las autoridades provinciales en función de la realidad política interna oficialista? La celebración patria solía convertirse en un hecho político para el peronismo, ya que al homenaje a los próceres de la Independencia siempre le añadía una demostración masiva y popular en el Hipódromo para hacer gala de su capacidad de movilización y, coincidentemente, exponer una unidad partidaria detrás de la gestión de gobierno. Ya no es posible.

La pandemia le impide esa concentración por razones sanitarias -tal como ocurrió el año pasado, a no ser que haya vacunas para todos- y, principalmente, le permite al oficialismo que no se visualice la grieta que lo carcome, no por cuestiones de distanciamiento social sino por razones de distanciamiento político interno. Sin embargo, sin ese posible aditamento de festividad partidaria por razones de la Covid, igual el Día de la Independencia se acerca como un serio inconveniente político para el Gobierno, por el trasfondo político y por las incomodidades personales actuales a raíz de la falta de diálogo entre el titular del Poder Ejecutivo y el presidente nato de la Legislatura.

Si Alberto Fernández decidiese venir ese día y encabezar los actos patrios en la Casa Histórica, por ejemplo, se podría producir la foto que Manzur no le quiere dar a Jaldo bajo ningún aspecto: aparecer juntos como si nada hubiera pasado entre ellos. Además, sería imposible pensar que desde la presidencia no se invite a la ceremonia a la segunda autoridad provincial por cuestiones de índole política. Sólo podría suceder por olvido, o por pedido.

Como se sabe, cuando un presidente visita la provincia no sólo la seguridad queda en manos de la Nación sino también todo lo atinente al protocolo y al ceremonial, nada maneja la provincia: todo es responsabilidad del poder central, por ejemplo, a quién se invita y a quién no se le hace llegar la tarjeta para compartir el recuerdo de los verdaderos próceres.

¿No se le cursaría una invitación al vicegobernador a causa de la grieta personal que, por cierto, abonan los entornos de cada lado? ¿Especialmente aún después de que Jaldo afirmara y reafirmara en el programa de Panorama Tucumano del miércoles último que acompañará al Frente de Todos en las votaciones, porque es peronista?, como lo recalcó. ¿Quién se animaría a dejar de lado a los que juran lealtad, por más insignificante o significativa cifra de sufragios que puedan aportar a la causa? Nadie desprecia un voto, porque esa puede ser la diferencia entre ganar y perder. Es lo que entiende Jaldo, que mostró en las redes sociales una foto abrazado a la ex senadora Olijela Rivas, quien este fin de semana dijo en Radio Metropolitana: “De Jaldo puedo decir que es realmente peronista, pero de Manzur no puedo decir lo mismo”. Y Jaldo supo ser “mamilo”.

La presencia del jefe de Estado, entonces, no es un hecho para minimizar desde lo político en vista de la fractura del PJ provincial, porque puede derivar, de acuerdo a los gestos, en la fractura total del justicialismo o en un incómodo convite para un arreglo circunstancial para tener que soportarse por lo menos en términos electorales. Es que tan solo 21 días después de la celebración patria deben presentarse ante la Junta Electoral Nacional las listas de candidatos a diputados y a senadores para su oficialización. Es lo que se acordó y se plasmó en la ley de postergación de las primarias abiertas para el 12 de septiembre: 45 días antes de los comicios deben registrarse las nóminas.

La pregunta que cae por sí sola es si la boleta de los postulantes del oficialismo llevará la impronta de una eventual unidad promovida por el poder central o bien su diseño subrayará la división local. Aquí volvemos de nuevo a la posible presencia de Alberto en Tucumán, porque supuestamente no vendría desconociendo la interna provincial -a Buenos Aires ya llegaron los rumores del conflicto, hasta al Instituto Patria-; por lo que no puede ser indiferente, menos siendo el presidente del PJ nacional.

¿Qué clase de dirigente de primera línea sería si no fija posición frente al conflicto y si no asume definiciones en beneficio de su propia gestión presidencial? Que venga o que no lo haga será por demás significativo; pero más raro sería que justamente no aparezca por Tucumán en la jornada donde se festeja el acontecimiento más importante de nuestra historia patria, y siendo Manzur “su amigo” y principal operador político del NOA en los comicios de 2019.

A no ser que le sugieran al oído que no lo haga, porque debería inmiscuirse obligadamente en una interna que, de no ser por el año electoral, podría obviar para su mayor tranquilidad; pero no, algo debe hacer, o no hacer. No puede correr el riesgo de perder votos.

El año pasado, el homenaje a los que juraron la Independencia fue por videollamada desde la Casa Histórica; allí estaban todos los que hoy se desconocen. Este año, por lo visto, nada le impide a Alberto venir a Tucumán, ya que anda recorriendo el país con barbijo mostrando que hay gestión y no sólo por la obtención de vacunas. El jueves estuvo en una sede del PAMI en Mendoza.

Tucumán está en alarma epidemiológica según un informe del ministerio de Salud, razón que podría esgrimirse para que el Presidente se cuide y no aparezca por estos lares. Sin embargo, aun en esa condición, pese a que el ministro Trotta dijo que es imposible la presencialidad en las escuelas; en la provincia desde mañana vuelven las clases presenciales. ¡Cómo no podría venir entonces el Presidente!

Justamente son los “detalles” alrededor de esa posible visita lo que la vuelven trascendente para el PJ y para el devenir de su conflicto interno. Si viene, por protocolo no puede dejar de invitar al vicegobernador al acto de la Casa Histórica, de mínima por cuestiones de cortesía y porque necesita de todos. He allí la posible foto indeseada por el gobernador, y que no está dispuesto a dársela a su vice.

O sea, la presencia de Alberto se presenta como un dolor de cabeza para el manzurismo, aunque no para el jaldismo que apuesta a que desde la Nación se impulse un acercamiento entre las partes, porque como están las cosas se necesita de un intermediario con autoridad, al que nadie pueda desoír y menos decirle que no, ya que por estos lares no hay ganas ni vocación de sentarse a conversar. La separación institucional está en proceso de divorcio político. Juez se necesita, o mediador exitoso.

El Presidente tampoco podría hacerse el distraído frente a la división del justicialismo y no aprovechar su eventual paso por la provincia para dejar su sello de unidad, con el que llegó al poder: o mira para el costado con los costos que le puede acarrear.

Ergo, a algunos les podría convenir que no venga y a otros les podría beneficiar que sí. Que esté o que no pasa a ser entonces un acontecimiento político con derivaciones para el Gobierno. Ya hay algunos preocupados por el tema, y seriamente, hasta por cuestiones que parecen nimias. ¿Qué pasará el 8 de julio a la noche cuando se deba cantar el Himno Nacional en la Casa Histórica a las 24? Suele ser un acontecimiento común. El año pasado estuvieron todos, Manzur, Jaldo y Alfaro, vaya por caso. Lo están evaluando.

¿No irá el gobernador para evitar la foto?, ¿no se invitará al vicegobernador?, ¿estará solo el intendente?, ¿o no irá ninguno para evitar fotos y lecturas incomodas? Alfaro viene acopiando varias con Manzur, en un juego en el que ambos sacan tajada política, pero pensando en sus propios molinos. “No hagan lecturas políticas”, dijeron ayer, durante otro nuevo encuentro; lo que menos se puede hacer es eso.

Vaya fecha patria la que se viene, cruzada por el juego de los intereses y las necesidades políticas sectoriales y en medio del desarrollo de un proceso electoral. Esa jornada puede ser definitoria y convertirse en el inicio de una acción electoral conjunta o en la de la fractura completa del oficialismo. El día que determine la concreción de una boleta que lleve a Manzur como candidato, en el marco de esa disputa interna con el jaldismo o en función de su futuro político.

Porque el manzurismo, ya se dijo, tiene un único candidato: el gobernador. Es así desde el momento en que lo reconocieron como líder del espacio, como el que hace y deshace. La frase del grupo para ratificar la conducción del mandatario sobre que es el único que tiene garantizada su presencia en la fórmula del 2023 -como vicegobernador-, dice además que no hay otros candidatos para más nada.

Y si va como senador suplente en las PASO, se ratificará la idea del único jefe político, al margen de que esa postulación le signifique un reaseguro para llegar a los primeros planos nacionales desde el Congreso a partir del 2023. Claro, el que vaya en primer término deberá ir sabiendo que tendrá que renunciar a la banca para darle paso al jefe. ¿Quién será tan leal?

Sería, justamente, sobre el senador suplente que el manzurismo haría campaña; él sería la figura central para defender su propia gestión y para ratificar que es el líder del PJ. Tremendo fracaso personal sería que la boleta oficialista perdiese en esa condiciones. Un gran riesgo a correr. A falta de referentes que seduzcan a los peronistas para acompañar la boleta del oficialismo, sólo puede hacer la “gran Alperovich”: que aparezca su apellido en la boleta para que todos unan fuerzas detrás de su postulación -los manzuristas, claro- y trabajen a tal fin para demostrar que la lealtad no sólo es un concepto para armar un bloque legislativo. Como se recordará, su antecesor, supo poner a su esposa, Beatriz Rojkés de Alperovich en la lista; Manzur podría hacer lo mismo. Por ahí se deslizó ese rumor con tinte especulativo.

Ahora bien, si Manzur aparece en la lista del Frente de Todos, ¿el jaldismo trabajará por él si no aparece esa foto de la unidad el 9 de julio o si no se produce una palmadita de Alberto a ambos protagonistas para llamarlos a la reflexión para que en los comicios no fracase el PJ? No parece que haya una respuesta positiva del lado del tranqueño, menos si no aparecen jaldistas en la nómina.

He aquí un par de preguntas que portan cierta ingenuidad y mucho de especulación de los amigos del café del domingo pasado: ¿qué diferencia hay entre que Manzur sea candidato a senador suplente a que sea candidato a senador en primer término? Los efectos son los mismos de cara a aglutinar el voto peronista para convertir los comicios en un plebiscito de su gestión y para “sacrificarse” en pos del Frente de Todos a nivel nacional. Aunque también lo haría pensando para dentro de dos años, para jugar en la primera línea nacional si es que le falla la promovida vicegobernación o la llegada al próximo gabinete nacional. ¿Candidato testimonial? Lo fue Scioli siendo gobernador también. ¿Cuestionamientos a soportar? El peronismo ya superó esas etapas y no se avergüenza. ¿Habrá imitadores en la oposición?

La otra pregunta que se vienen haciendo muchos y cuya respuesta el propio destinatario evade es: ¿será Jaldo candidato? Tema de mesas de café. Es que se viene especulando sobre esa posibilidad como parte de un posible enfrentamiento en las urnas con el gobernador para que se dirima el liderazgo interno. Uno como senador, el otro como diputado, testimoniales, claro, como ya lo supieron ser.

Pero, atención, no en listas separadas en las primarias, sino en la misma boleta, como lista única. Cada uno haciendo campaña por su lado, como vienen ocurriendo, no se verían las caras, como lo vienen haciendo, sumarían para Alberto y para Cristina; todos contentos. ¿Ciencia ficción? Y sí, pero en el cosmos peronista todo es posible; si tenemos en cuenta que Cristina puso de presidente a quien más la criticaba desde el llano sólo para llegar al poder. Como dijo un compañero respecto de la postergación de los comicios: más tiempo para seguir chichoneando.

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