El ídolo arquero, y el fútbol imparable

El ídolo arquero, y el fútbol imparable

Ese mundo dentro del mundo que es el fútbol hace creer muchas veces que todo sucede “por primera vez”, que estamos ante un acontecimiento “único”. Y, tal la vorágine, a las 24 horas ese suceso tan “extraordinario” ya es devorado por otro igualmente “increíble”. Es la fugacidad de los tiempos modernos. Omitido en casi todos los recordatorios del caso “Enzo Pérez arquero”, pocos recuerdan que uno de los principales jugadores en la historia del fútbol argentino también atajó ya no en un partido, sino en dos. Los noventa minutos en cada uno. Y terminó invicto. Hablamos de Antonio Sastre, gloria de Independiente cuando en los años ’30 nuestro fútbol iniciaba la era profesional (él siguió igualmente trabajando en una panadería, que sí dejó en 1937 porque ya los aficionados iban a verlo a para pedirle autógrafos y no a hacer las compras, según recuerdan viejas crónicas).

Sastre llegó casi por azar a la Primera de su amado Independiente (112 goles en 340 partidos), primero como volante por derecha, pero luego alternando en casi todos los puestos, tal su versatilidad. Podía ser organizador, gambetear y hasta dedicarse a anular a la figura rival, siempre al servicio del equipo, incluido el “Rojo” bicampeón de 1938 y 1939 con récord de goles (115 en 32 partidos y 103 en 34), con un ataque temible en el que brillaban Vicente De la Mata y Arsenio Erico. En el ’39 jugó inclusive de lateral derecho para la Selección argentina que ganó la final del Sudamericano a Brasil en el Viejo Gasómetro. Pero lo más insólito fue su condición de arquero contra San Lorenzo por el campeonato argentino y contra Peñarol de Uruguay en un amistoso. “Sastrín” fue así arquero titular mucho antes que Enzo Pérez y jugador polifuncional mucho antes también que varios jugadores de los años ’80, cuando cierto discurso mediático vinculaba esa condición al modernismo táctico de esos años.

Sastre era tan inteligente que Vicente Feola (DT campeón mundial con Brasil en 1958) lo llevó a Sao Paulo para que ayudara a darle orden colectivo a tantos habilidosos y lograra así tres campeonatos en cuatro años (1943, 45 y 46), como gran socio de Leónidas, el “Diamante Negro”, figura mítica en la historia del fútbol de Brasil. Se despidió en 1946 en el Morumbí, donde tiene un busto y donde Sao Paulo jugará hoy mismo una nueva final del Campeonato Paulista, título que no logra desde 2005. Será el sexto partido de Sao Paulo en diez días. Sí, no hay error: sexto partido en diez días. Siempre se jugó mucho en Brasil, pero ahora los jugadores corren casi el doble y estamos en tiempos de pandemia. El martes, con formación suplente, Sao Paulo cayó 1-0 en el Morumbí contra otro Racing también suplente por la Libertadores. La derrota puso fin a un invicto de catorce partidos (diez triunfos, cuatro derrotas), formidable inicio de Hernán Crespo como DT de uno de los equipos más grandes de la región. El partido siguiente, jueves pasado, fue la final de ida del Paulista. Terminó 0-0 contra el Palmeiras campeón de la Libertadores. Inevitable, se lesionaron Daniel Alves y el ex Independiente Martín Benítez. Este domingo será la final de vuelta en el Morumbí. Brasil, que llegó a tener cuatro mil muertes diarias, mantiene hoy una media de 2.400 fallecimientos cada veinticuatro horas por covid-19. Hay fútbol. Esa cifra está naturalizada.

Es cierto que siempre se jugó mucho en Brasil. Pero ahora se juega mucho en todos lados. La pandemia y los dineros de la TV rearmaron calendarios insólitos. ¿Hasta cuánto podrá exprimirse el físico de los jugadores? Prensa y aficionados exigimos en cada partido sin advertir el deterioro, físico y emocional, de futbolistas que han sido puestos en el rol de “trabajadores esenciales” y obligados a jugar en medio de balas y gases en Colombia (como sucedió en cotejos de Libertadores y Sudamericana) y también de la pandemia que sigue azotando en toda la región. Los jugadores corren, entregan y hasta producen noches épicas como la de River con Enzo Pérez lesionado y como heroico arquero improvisado. Pero el costo es demasiado alto. River, y empleados que no son atletas jóvenes, sigue sufriendo bajas por la covid-19. El fútbol puede emocionar y aliviar en medio de la pandemia, pero tanta exposición en el juego y hasta en el festejo posterior, todos juntos, abrazados y sin barbijo, en la cancha y en el vestuario, termina siendo además un mensaje-búmeran cuando la autoridad nos dice que debemos cuidarnos porque estamos en medio de una tragedia. No tendremos este fin de semana semifinales de Copa de Liga Profesional, suspendidas por el decreto gubernamental. Pero, por ahora, contradicciones mediante, sí habrá en cambio partidos de la Conmebol. Nueve en esta semana. Casi una fecha entera de Liga local. Y en junio, habrá también Copa América. Por ahora.

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