Andrés Malamud: “estamos en un tobogán, pero otros están cayendo más rápido”

Andrés Malamud: “estamos en un tobogán, pero otros están cayendo más rápido”

Uno de los politólogos más influyentes considera que el país se salva de la debacle total de la violencia registrada en América Latina porque consiguió evitar la fragmentación política. Malas expectativas para Guzmán.

A Andrés Malamud (1967, Ciudad Autónoma de Buenos Aires) le da la concentración para pasear por las callejuelas de Lisboa y, mientras tanto, conversar con la regla del tuteo por Google Meet. Sería razonable que se distraiga en esa ciudad poética, la de Fernando Pessoa y el tranvía, pero el politólogo no se aparta de su objeto de estudio a la distancia: la Argentina y, dentro de ella, la inviable provincia de Buenos Aires. Célebre por sus visiones desapasionadas y originales, que mezclan datos y observaciones a gran escala, Malamud concede que el país está en un tobogán, pero precisa que no es el único en el descenso, y que otros están cayendo más rápido en la inestabilidad y la incertidumbre. “La Argentina está peor que ayer y mejor que mañana, pero no tan mal como casi todos los países de la región”, opina con un juego tanguero de palabras.

La clave de los males es la fragmentación de la dirigencia, que, según su criterio, el país viene consiguiendo evitar en el nivel nacional. Pero así como se manifiesta optimista en cuanto a la política, confiesa su pesimismo en cuanto a la economía, y advierte que la historia no ayuda al ministro Martín Guzmán. Antes de despedirse y seguir caminando por la ciudad que adoptó cuando se unió a una portuguesa, el académico subraya las oportunidades que para el Norte representan las energías renovables y el cannabis. “Son la modernidad y la libertad combinados. La droga es el gran producto exportable de América Latina. La parte interesante de estas dos actividades es que se salen del esquema que impuso la economía pampeana”, analiza y aconseja aprovechar la chance.

-Siete meses atrás, en otra entrevista que concediste a LA GACETA, dijiste que no creías que el deterioro institucional argentino pudiese pasar de lo conocido, de lo que ya sabemos que es. ¿Cambió esta postura?

-Tengo el defecto del comparatista. Estoy siempre comparando y veo que la Argentina está en un tobogán, sin ninguna duda. Está peor que ayer y mejor que mañana, pero estamos mejor que casi todas las alternativas regionales. En toda América del Sur vemos fragmentación política, es decir, partidos gobernantes que no llegan al 20% de los escaños del Congreso y apelación a la violencia. El caso de Colombia es muy elocuente. Cuando no hay violencia del Estado, hay estallidos populares en la calle. Y la Argentina hoy está mejor que los países con militarización y protestas sociales, que son casi todos, empezando por Brasil, que tiene a los militares en el Gobierno. No es una dictadura, pero sí una democracia tutelada, donde los militares tienen poder de veto. La Argentina está lejos todavía: bueno, no hemos llegado a eso y quizá lo hagamos pasado mañana. Pero hoy nos comparamos con Perú, Ecuador, Chile, Colombia y Brasil, y estamos mejor.

-¿Incluso que Chile?

-Esto depende de a quién le preguntes, pero yo veo que Chile está en este momento postergando un proceso eleccionario, tuvieron que suspender los comicios para la Convención Constituyente en los cuales se van a presentar una miríada de candidatos independientes. Es posible que sea la asamblea más fragmentada de la historia chilena y, para tener Constitución, necesitan pasar por un proceso de doble ratificación: un super acuerdo en la Convención y un referendum de salida. Está todo dispuesto para que las cosas no funcionen, ya sea para que no haya acuerdo en la Constituyente o para que, si lo consiguen, el pueblo no se lo vote. Chile también está en un tobogán. La diferencia con la Argentina, y a esto hay que reconocerlo, es que Chile, Perú y Colombia se financian en los mercados a tasas bajas: Argentina, no. Nuestra economía está en un estado deplorable, fuera de los mercados y con inflación alta. En eso nos distinguimos por lo malo. Pero en lo demás, violencia estatal y social, e inestabilidad política, estamos mejor que nuestros vecinos con la pequeña excepción de Uruguay.

-¿Cómo se explica esto? La Argentina es campeona en el plano en el que los otros países de la región hoy llevan, según su análisis, la delantera, con el “que se vayan todos” como ejemplo más reciente. Entre los argentinos trabajadores crece la solución de irse del país con el concepto de que no hay salida para el deterioro.

-Lo que vos decís es correcto: la sensación térmica es gélida. La gente se quiere ir y todas las encuestas lo dicen. Hay un amplio porcentaje de argentinos que expresa que inmigraría o que buscaría que lo hagan sus hijos. Pero las cifras de emigración y inmigración revelan que en la Argentina hay más de dos millones de extranjeros y que afuera hay un millón. Todavía existe el doble de extranjeros en el país que de nacionales en el exterior. Estos son los números y la temperatura respecto de este asunto, que en parte se debe a que no es fácil encontrar trabajo afuera: no es que el mundo es un paraíso y la Argentina, un infierno. Afuera también hay pandemia y crisis económica. Y el país sigue siendo un remanso en comparación con los vecinos: no digo que sea para siempre y admitamos que estamos en un tobogán, pero los demás están cayendo más rápido.

-El ministro económico de la Argentina tiene ciertas ideas para resolver el problema de la deuda, pero dentro de su propia cartera hay funcionarios que están en la vereda del frente y que aquel no puede despedir. Guzmán es visto como la última frontera que separa al país del desvarío total. ¿Cómo termina?

-Los planes de estabilización exitosos que tuvo la Argentina presentaron dos componentes: capacidad técnica en el Ministerio de Economía y conducción política en la Presidencia. Este Gobierno tiene capacidad técnica, pero carece de conducción política. Por lo tanto, las expectativas son negativas. Es imposible implementar un plan de estabilidad sin las dos condiciones. Como falta la conducción, es probable que se pierda la capacidad técnica.

-¿Guzmán no aguantará tanta presión o caos?

-Así como soy optimista en lo político, soy pesimista en lo económico. A la Argentina le va a ir muy mal económicamente. Esto no quiere decir que se va a hundir para siempre: puede rebotar si toca fondo, pero no estamos cerca de ahí. Estamos apuntándole al fondo, pero todavía nos falta para llegar.

¿Cómo calificás el liderazgo de Axel Kicillof en la provincia ingobernable de Buenos Aires?

-Ninguna gestión bonaerense puede ser buena. En Córdoba y Mendoza ves orgullo y obras. En la provincia de Buenos Aires, ¿qué pueden mostrar? De nuevo, no hago evaluaciones personales ni de Kicillof ni de los anteriores, sino que advierto que esa provincia no puede tener buenos gobiernos, no sólo porque es grande y disfuncional, sino porque está condenada a que las demás le roben la coparticipación: aporta cerca del 40% y le devuelven cerca del 20%. Por eso tiene más pobreza que el promedio nacional y va a seguir teniéndola aunque lo pongan a (Albert) Einstein a gobernar.

-La provincia de Buenos Aires es inviable, pero las soluciones de fondo que necesita también lo son. ¿A qué podría aspirar con criterio realista este distrito?

-Hay dos elementos fundamentales. Uno es la coparticipación. Hace un cuarto de siglo que violamos la Constitución que otorgaba hasta 1996 para dictar una nueva ley. Se necesita unanimidad, pero eso no va a suceder porque las demás provincias están muy cómodas con la coparticipación bonaerense. Entonces, lo que queda es la administración mejor de la pobreza y, para eso, debe revisar su regionalización, y hacer que la organización electoral coincida con la judicial, con la educativa, con la de salud y la de seguridad. En este momento, si uno agarra cualquier dimensión administrativa encuentra que no coincide con ninguna otra. La provincia está diseñada para no funcionar y para evitar que los intendentes puedan tener autonomía respecto de la burocracia platense. Es un desastre, pero esto beneficia a los porteños que la gobiernan.

-Las elecciones suelen ser un factor atenuante para muchos desastres, pero, ¿qué significa la perspectiva de descalabro económico en simultáneo con los comicios de medio término? ¿Se puede traducir este escenario en un nuevo cambio en la orientación del voto?

-Sí, pero esto va a depender de la oposición. Hay un malestar con el Gobierno y están dadas las condiciones para que pierda las elecciones, pero tiene que haber alguien al frente para recoger los votos insatisfechos. Si esos votos se fragmentan o si la oposición es peor que el Gobierno, entonces prevalecerá el mal menor… En la mayor parte de las provincias, una elección legislativa se gana con el 35 o 38% de los sufragios. Puede haber fragmentación: la elección intermedia es apta para ello porque la gente siente que no tira el voto si se lo da a una propuesta minoritaria con la chance de meter un diputado. En 2023 tendremos comicios presidenciales que, en cambio, estimulan la concentración de los votos.

-¿Qué le está pasando a la oposición? ¿Por qué no logra capitalizar esta oportunidad?

-La oposición no lo está haciendo tan mal. Necesita dos cosas: no dividirse y marcar un rumbo. A la primera la consiguió, lo que falta es la segunda. No está claro si el rumbo es (Horacio) Rodríguez Larreta, (Patricia) Bullrich, (Facundo) Manes o (Martín) Lousteau, pero hay tiempo para eso porque el rumbo se elige en 2023. Lo fundamental que hoy debe hacer la oposición es mantenerse unida y hasta aquí lo consiguieron. Por eso las elecciones son competitivas y el resultado es incierto, y por eso la Argentina es diferente a Chile, Ecuador, Brasil y Perú, donde el sistema se fragmentó y la política se desagregó en muchos pedazos, y donde volver a juntarlos es difícil y caro. En la Argentina, entre dos competidores para la Presidencia sumaron el 88% de los votos. En Perú, entre los dos primeros no llegan al 50%.

-¿Este panorama aproxima al país al ideal del bipartidismo?

-El bipartidismo no es una panacea, sobre todo cuando hay grieta porque radicaliza las posiciones, pero está claro que la dispersión es mala. El problema es cuando varios partidos intentan gobernar al mismo tiempo: el último gabinete de Dilma Rousseff tenía 38 ministros de 10 partidos distintos y así terminó esa presidenta. El bipartidismo no es la solución a todos los problemas, pero la fragmentación es la acumulación de todos los problemas. Y la Argentina viene evitándola.

-¿Se puede sacar alguna conclusión sobre el desafío que la pandemia plantea a la democracia?

-Es buena pregunta y todas las respuestas son provisorias. Con esta salvedad, te digo lo que podemos observar hasta ahora: la principal brecha está entre Oriente y Occidente, y no entre ricos y pobres, y no entre democráticos y autoritarios. En Oriente hubo mejores resultados cualquiera sea el producto bruto interno y el modelo de gobierno. En Occidente fue al revés: casi todos tuvimos pésimos resultados con independencia del régimen político, la orientación ideológica o el nivel de desarrollo. Los buenos resultados de África tal vez se deban a la estructura etaria: los africanos tienen menos expectativa de vida. En Asia, uno de los análisis que se hacen, siempre tomados con pinzas, es que hay menor grado de obesidad, que es una de las principales comorbilidades. Pero también hay que pensar en la experiencia pandémica: en la zona del Asia-Pacífico viven con epidemias desde hace 20 años. Era común encontrar a chinos, japoneses y coreanos con barbijos en la calle, y en los aeropuertos. Allí también practican la distancia social. Otro factor que incidiría es justamente el lenguaje verbal: los asiáticos hablan más bajo y los aerosoles que expiden viajan menos. Después, por supuesto, tienen los karaokes, que es una fuente de contagio tremenda y que por eso fueron cancelados durante la pandemia. Pero todas estas son respuestas preliminares.

-En términos de acceso a las vacunas, ¿cómo está la Argentina en el contexto internacional?

-Estamos a mitad de camino. En cuanto a las primeras dosis, duplicamos el promedio mundial, aunque detrás de la Unión Europea, y bastante peor que Gran Bretaña y Estados Unidos, y ni hablar de Israel. Pero en América Latina somos los terceros detrás de Uruguay y Chile. Si hubiese que definirlo con dos ideas, la primera es “insuficiente”, porque no alcanza con lo que se hizo, y la segunda es “mejor que la mayoría”, porque la insuficiencia de vacunas es dramática y tiene alcance planetario.

Bio
Politólogo de culto

Andrés Malamud es una de las referencias del análisis político contemporáneo en la Argentina y la región. Politólogo de culto en Twitter, sus mensajes y estudios permanentemente llaman la atención sobre las “patologías” de la provincia de Buenos Aires. Es doctor en Ciencia Política de la Universidad del Instituto Europeo (Italia) e investigador principal de la Universidad de Lisboa (Portugal). Malamud se desempeña como profesor visitante en numerosas academias latinoamericanas y de Europa. Ensayista destacado por su lucidez, en 2018 publicó el libro “El oficio más antiguo del mundo. Secretos, mentiras y belleza de la política”.

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