Prejuicios de género que van quedando en “offside”

Prejuicios de género que van quedando en “offside”

10 Mayo 2021

Entre las muchas expresiones que el lenguaje cotidiano ha tomado prestadas del deporte para graficar situaciones de la vida en general (como “embarrar la cancha” o “tirar un centro”), está la de “quedar en offside”. Al margen de las diferencias que haya en cada disciplina, el offside se produce cuando alguien está en donde no debe. La línea que marca la frontera entre donde se puede jugar y donde no se puede es dinámica, y hay que moverse para evitar el riesgo de quedar offside.

Por extrapolación, se puede quedar “fuera de juego” en otros ámbitos. Sin embargo, por lo general el offside deportivo se produce por adelantamiento, mientras que en otros casos, es por quedarse demasiado atrás. Es lo que sucede con ciertos prejuicios que, a pesar de haber sido largamente refutados o de no tener el más mínimo sustento, todavía no han podido ser del todo erradicados. Por caso, el de que hay ciertos deportes que las mujeres no pueden o no deberían poder practicar.

Durante la última semana, la Unión Argentina de Rugby se vio en la necesidad de repudiar públicamente comentarios discriminatorios y ofensivos contra la capitana del seleccionado argentino mayor (la riojana Gimena Mattus) y contra todas las mujeres que eligieron la pelota ovalada. Si bien no especificó a quién iba dirigido, el mensaje era en respuesta a unas polémicas declaraciones de un ex Puma de la década del 80, Andrés “Perica” Courreges, jugador formado en el Club Atlético San Isidro (CASI). No es casualidad que se trate de uno de los clubes más conservadores de Buenos Aires. En una publicación en redes sociales, el ex hooker del seleccionado argentino había denostado a las mujeres que juegan rugby, cuestionando su capacidad de saber lo que implica este deporte y la vida de club, además de utilizar otras expresiones agraviantes y discriminatorias que no merecen ser reproducidas. Por otro lado, sostenía que la inclusión de mujeres era un “invento” propiciado por el Comité Olímpico y que hay deportes que sencillamente no pueden practicar.

La publicación, si bien volcada en un perfil personal de Facebook, no tardó en viralizarse y tomar estado público, sobre todo a partir del repudio efectuado por la UAR en su cuenta de Twitter. Como era de esperarse, generó la indignación de las jugadoras, que hoy en día se cuentan por más de 6.000 sólo en Argentina, y sin incluir a otras tantas miles que no han sido fichadas aún por jugar en clubes emergentes (es decir, con personería jurídica en trámite).

No obstante, el exabrupto de Courreges sirvió para visibilizar un prejuicio (el de que hay cosas que las mujeres no pueden hacer porque “son de hombres”) que al día de hoy aún muchos comparten. Por lo bajo, claro, para no quedar en offside en este nuevo contexto, más abierto y respetuoso de las libertades individuales y de la autodeterminación. En realidad, ese anacronismo solo trata de maquillar un subyacente rechazo a todo lo nuevo simplemente por ser nuevo, por no ajustarse a la realidad de siempre. Aferrarse a un pasado que siempre será mejor requiere mucho menos esfuerzo que abrirle la puerta a lo desconocido. El problema es que el mundo avanza, el pensamiento evoluciona, y si uno se queda parado en el mismo lugar, un día se encontrará fuera de juego.

Por supuesto, nadie está obligado a comulgar con el rugby femenino, o con cualquier otra disciplina tradicionalmente asociada a los hombres que hoy sea practicada por mujeres. De hecho, hay quienes reniegan de la rama femenina del boxeo y de otros deportes de contacto, precisamente por considerar que contradicen ciertos estándares de “femineidad”. Pero aunque nadie está obligado a gustar de ellos (y mucho menos a consumirlos), sí lo está a respetar la voluntad de quienes los eligen, sean varones o mujeres. Detrás de cada deportista, hay mucho esfuerzo, dedicación y pasión.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios