Por respeto a su intimidad, su cirujana, Susana Bruzzi, no dio el nombre; sí sabemos que es una mujer, que tiene 43 años y que debió ser operada de un cáncer, con todo lo que ello implica.
Pero dado lo bueno de la noticia, proponemos llamarla Esperanza; hará más sencillo el ejercicio empático de imaginar el camino recorrido por ella, y la alegría que viven los profesionales de la salud que lograron este primer éxito en la provincia y en todo el norte. Un equipo que además de Bruzzi (cirujana coloproctóloga de la Unidad de Coloproctología del hospital Centro de Salud) integran otro cirujano, Jorge Salomón; la gastroenteróloga especialista en motilidad intestinal Eugenia Capelli, y Pilar González, ostomaterapeuta licenciada en Enfermería.
Era todo un desafío. “La evidencia científica mundial y la de nuestro país (intervenciones como esta se hacen en Buenos Aires y en Rosario) avala la utilización de esta terapia con excelentes resultados, pero el costo de los insumos, y el entrenamiento especifico del equipo coloproctológico y de gastraoenterólogos generaba una dificultad importante”, destaca Bruzzi a LA GACETA. Eso hasta ahora.
El cáncer, además de llevarla a necesitar cirugías y terapias, había dejado en Esperanza una secuela funcional. “Si bien ya había superado la bolsa de colestomía, convivía con pérdidas involuntarias de materia fecal y de gases durante todo el día, lo que la obligaba a usar pañales permanentemente”, explica Bruzzi.
Pero la cuestión iba mucho más allá: “es una afección invalidante y genera alteración severa de la vida en todos los ámbitos: imposibilita realizar vida laboral, social y sexual satisfactoria, principalmente por un profundo sentimiento de vergüenza”, añade y destaca que las causas no son sólo oncológicas: “la enfermedad que afecta principalmente a mujeres en edad posmenopáusicas”, destaca y resalta que incontinencia fecal es una enfermedad tratable, y puede estar también relacionada con diabetes, enfermedad intestinal inflamatoria o enfermedad celíaca; lesiones en nervios o músculos producidas por parto, radiación o cirugías, o movilidad física limitada: se trata, en definitiva, de la comunicación entre cerebro e intestino.
Un largo recorrido
También el equipo hizo un camino, no siempre sencillo. Había empezado años atrás, con el proceso de formación necesaria para realizar exitosamente la técnica, por un lado. Por el otro, con seguimiento de personas que vivieran con condiciones semejantes a las de Esperanza, tanto en el ámbito publico -concretamente, en el Centro de Salud- como en el privado, para detectar personas para las cuales esta solución fuera viable. “Y lo es en muchos casos, en el ámbito público y en el privado -añade Bruzzi-; el equipo está capacitado y funcionando, y hemos sentado el precedente de lograr que una obra social cubra el dispositivo”.
Los antecedentes
Hace tres años a Esperanza le diagnosticaron un cáncer de recto, uno de los cuatro “tramos” del intestino grueso, que funciona así: después de haber sido parcialmente digeridos, los alimentos pasan entran al colon; allí se les extrae el agua y los nutrientes y electrolitos que todavía quedan. Los residuos sólidos (heces) pasan a través del colon, se almacenan en el recto antes de salir del cuerpo por el ano.
“En más del 80 % de los casos de cáncer colorrectal, se genera primero un pólipo (crecimiento anormal de las células) que puede crecer lentamente durante más de 10 años, y transformarse en cáncer si no se detecta y se extirpa a tiempo”, destaca el sitio del Ministerio de Salud de la Nación. (Ver: “Más vale...”). En el caso de Esperanza hubo que extirpar el recto para eliminar el cáncer (fue entonces que la doctora Bruzzi la conoció). “El recto cumple una función muy importante -explica-; nos permite la evacuación voluntaria, pues retiene la materia fecal contrayendo el esfínter”. “Es algo que culturalmente aprendemos de chiquitos, y es fundamental para la vida social, laboral y de relación interpersonal”, añade.
Se hicieron tratamientos oncológicos... y de los otros, y aquí fue clave la labor de González (especialmente el acompañamiento a Esperanza y a su familia mientras ella llevaba su bolsa de colestomía), y la de Capelli, quien la ayudó a rehabilitar la musculatura del piso pélvico. Mientras tanto, con controles como ecografías endorrectales, entre otros, se pudo constatar que Esperanza estaba libre de cáncer; y con tratamientos médicos se pudo avanzar hasta sacar la bolsa... pero la secuela funcional persistía.
La operación
“El objetivo de la nueva cirugía fue devolverle el control sobre sus deposiciones. Lo que se hizo fue colocar en el cuerpo de Esperanza un neuromodulador. “Imaginémoslo como un marcapasos; el dispositivo actúa transmitiendo impulsos eléctricos”, explica la cirujana. Para ello hicieron “una especie de bolsillito” bajo la piel de uno de los glúteos; y allí se instaló el neuromodulador. Luego se lo conectó a unos electrodos muy chiquitos que están pinchados en la piel. Estos, a su vez, deben llegar hasta la raíz del nervio sacro, concretamente, a la altura del la tercera vértebra sacra (técnicamente se escribe S3). “Los impulsos eléctricos le permiten recuperar tanto la sensibilidad como la motilidad, y de ese modo su capacidad para controlar sus deposiciones”, resalta Bruzzi.
Cuenta que durante 15 días hubo un cablecito con salida al exterior. “Es el tiempo necesario para estar seguros de que el equipo funciona correctamente; cuando lo constatamos, hicimos la cirugía definitiva, que hoy permite una vida prácticamente igual que la de los demás: puede bañarse, nadar... Solo quedaron visibles unas cicatrices sobre el glúteo”, relata. Y la esperanza (con minúsculas, pero enorme) de que el cáncer no vuelva.
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Más vale prevenir
Podés adelantarte al cáncer colorrectal
“Las lesiones que pueden generar el cáncer de colon y/o de recto pueden detectarse y tratarse mucho antes de que se vuelvan malignas”, destaca Juan José Zarbá, jefe del Servicio de Oncología del Centro de Salud.
La prueba clásica es la colonoscopia, pero hay disponible en el sistema de salud un dispositivo de autotoma que detecta sangre oculta en materia fecal: un ”cepillito” con el que se toma la muestra en las deposiciones.
Si hay sangre, se hace la colonoscopia, que permite en ese mismo acto extirpar pólipos si los hubiera, y posibilidad de curación puede ser más del 90% (como la de Esperanza). Pero entre un 25% y un 30% de la gente llega con enfermedad avanzada y las chances de curación bajan mucho.